Cuando uno arriba a Paraguay se da cuenta de que el espíritu del Dakar está presente en todo momento. No solo por las pancartas que decoran el aeropuerto internacional de Asunción, sino porque además, la adrenalina por la velocidad y la aventura está instalada en cada uno de los habitantes.
Al abandonar el Silvio Pettirossi, caracterizado por la diversidad cultural que proponen los competidores de todo el mundo y por el lenguaje mezclado en consonantes impronunciables basadas en la comunicación de los europeos (mayormente alemanes, escandinavos y franceses), el desafío se instala en el tráfico local. Los taxistas, impulsados por el entusiasmo de la competencia, se animan a pisar el acelerador a fondo y las imperfecciones del asfalto provocan saltos inesperados que estimulan el temor a un posible accidente. Además, como varios autos, motos y quads interactúan con el transporte cotidiano, muchos conductores se atreven a provocar a los pilotos inscriptos en un reto que nunca llega a concretarse.
Los 37 grados que marcan los termómetros y la intensa humedad obligan a los turistas a mantener el seño fruncido con sus ropas transpiradas. Los cambios de temperatura que se perciben en Asunción indican que en el país guaraní no hay lugar para una posible crisis energética. El aire acondicionado funciona en todos los lugares cerrados y el calor se hace notar con más fuerza al momento de salir a la vía pública.
Las caminatas por el Parque Ñu Guazú, donde se instaló el campamento del Dakar, representan una invitación a la resistencia. La tierra colorada que se asoma debajo del césped colabora para imaginar lo que sería el infierno. Es en esos instantes cuando uno se da cuenta de la importancia del tereré.
Todos los paraguayos se pasean con el termo y la yerba mate debajo del brazo. El agua fría y los yuyos mentolados son la solución para combatir el fuego. Policías, bomberos, civiles… todos comparten la bebida en una comunión ejemplificadora. Observar a los efectivos de seguridad ofreciendo la tradicional infusión a los vendedores de los productos no oficiales del Dakar deja otra enseñanza: en Paraguay tampoco hay inconvenientes con los manteros.
Si bien el predio de la Conmebol es el lugar donde está instalado el centro de prensa y las oficinas para las verificaciones administrativas y de migración, el sector que vibra con el ruido de los motores es el Village. A la vera de la Costanera y a los pies del Palacio de Gobierno, la organización montó la rampa en donde los protagonistas comenzarán a desfilar a partir de las 17 (hora local). El público, eufórico y expectante, tendrá la posibilidad de ver de cerca a los pilotos que recorrerán cerca de 9.000 kilómetros. El Dakar pondrá primera con acento guaraní.
Algunos datos:
Habrá más de 500 participantes de 60 nacionalidades distintas (incluyendo los que irán en los vehículos de asistencia) y la mayoría son franceses (72 – 14.37%). Los holandeses también se hacen sentir con sus 70 inscriptos (13.97%), seguidos de los argentinos que suman 62 (12.38%).
El participante más joven es el argentino Nicolás Amor, copiloto de su padre Eduardo en la Toyota Hilux número 343, con 19 años.
El piloto más longevo es el japonés Yoshimasa Sugawara, de 76 años, a bordo del camión Hino número 535.
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