Cuando la limosna es grande hasta el Santo desconfía. La frase luce más contundente cuando es un cura quien la pronuncia. Y más rotunda aparece cuando se refiere a la opción -presunta- de sacar a un pueblo de la parsimonia de su supuesto atraso y conducirlo a la autopista del, también supuesto, progreso. Fue un cura, el padre Omar Quinteros, y un grupo de mujeres quienes un día alertaron que la llegada de una minera a Famatina, allí donde La Rioja se confunde con la cordillera, no sería el portal a la felicidad.
"Preguntamos de qué se trataba y nos respondieron 'cianuro'. Y nos asustamos", dijo una maestra que desde aquellos días de 2006 se transformó en luchadora ambiental sin habérselo propuesto jamás. "Consultamos con nuestros vecinos de Catamarca. Ellos tenían La Alumbrera", contó otra en referencia a la minera que llegó a aquella provincia a fines de los noventa y hoy se retira tras veinte años de exacción mineral e idéntica tasa de pobreza local. La respuesta que vino de Andalgalá también les supuso miedo.
El primer intento fue de Barrick Gold, en ese tiempo aún venerada en San Juan por ser vehículo de inversiones y empleo a costa de, apenas, volar montañas. La minera canadiense pretendía reflotar la explotación de La Mexicana, un otrora yacimiento convencional que de pronto sucumbiría a los modos, invasivos y contaminantes, de la minería a cielo abierto. Fue esa la primera vez que se enarboló la consigna que aún hoy se lee al llegar al pueblo que lleva el nombre del cerro: Famatina no se toca.
Un político de la zona, entonces vicegobernador, expresó su solidaridad e inició con ella uno de las más colosales piruetas de la historia política. Luis Beder Herrera consiguió destituir al gobernador Ángel Maza, fanático de Barrick y autor, en los noventa, de la normativa que aún hoy hace grotescamente lucrativo extraer oro en la Argentina. Las mujeres y el cura de Famatina creyeron que su pesadilla había terminado cuando Beder, gobernador interino, impuso una ley provincial de prohibición a la minería con cianuro. Pero no. Ganar las elecciones y convertirse en mandatario provincial fueron un único paso para derogar la ley de su propia autoría y, colmo de la vergüenza pública, pedirle a Barrick disculpas por televisión.
Tres intentos más de instalación de la minería a cielo abierto en Famatina fueron repelidos por las mujeres y la campana de la Iglesia local tañida por el padre Quinteros. Siempre, ordenadas desde la Casa de Gobierno provincial, con represión policial y persecución judicial incluidas. El último intento fue de una empresa china, camuflada tras un contratista salteño. También fue resistido por las mujeres que subieron prestas a la montaña para detener el paso de la maquinaria.
Todo indica que el Famatina no se tocará y nadie se atreverá a desafiar la firme postura de los pobladores locales, refractaria a cualquier espejo de cualquier color. Ellas, y el cura, no obstante, permanecen atentas.
Cicatrices es una sección del programa Ambiente y Medio que se emite todos los sábados a las 16 por la Televisión Pública Argentina
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