De 1950 a la actualidad se produjeron 9 mil millones de toneladas de plástico de las cuales solo 2 mil millones de toneladas están en uso. ¿El resto?: disperso por todo el mundo en formato basura, según un estudio reciente realizado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
El plástico es en el planeta, definitivamente, una plaga reproducida por el humano, que no la puede ni sabe controlar. Obstruye y contamina ríos, mares y océanos, se aloja en el estómago de animales y produce daños irreversibles en la biodiversidad, ya que puede tardar más de mil años hasta degradarse.
Indonesia, país que se constituye actualmente como el segundo país del mundo con mayor contaminación plástica (con aproximadamente 3.220 millones de toneladas de residuos plásticos, según un estudio de 2015 de la Universidad de Georgia, Estados Unidos) es uno de los países que más abrazó e hizo propia la causa de combatir los residuos plásticos en sus playas y ciudades.
Ese es el caso de Avani, una empresa social con sede en Bali, que desarrolló con el almidón de la raíz de yuca (que abunda en Indonesia) y resina natural bolsas de apariencia plástica que se disuelven en agua, descomponiéndose en dióxido de carbono y agua, sin dejar ningún residuo tóxico.
Estas bolsas, parte de la campaña de la empresa llamada I am not plastic (o "no soy de plástico") son biodegradables, pueden ser utilizadas como compost, reciclables y disolvibles, incluso lo suficientemente seguras como para ser bebidas. Así lo demostró Kevin Kumala, biólogo y fundador de la compañía en un video donde bebía el agua donde se disolvía la bolsa.
"El mensaje que pretendía lanzar es que una bolsa de bioplástico es tan inofensiva que hasta un ser humano la puede consumir. Por lo que si reemplaza a las bolsas de plástico convencional podríamos salvar la vida de millones de animales marinos", indicó Kumala.
Luego de vivir muchos años en Estados Unidos y ver a su vuelta a su isla tan contaminada, decidió buscar una solución. Considerando que ya era "demasiado tarde para cambiar nuestros hábitos" de dependientes del plástico, centró sus esfuerzos en encontrar un reemplazo al material que sea igual de resistente, en absoluto dañino para el ambiente o el reino animal. Además, son elaboradas con la misma maquinaria que es utilizada para la fabricación de las de petróleo.
Las bolsas, que visualmente y al tacto son muy parecidas a las comunes, cuando acaban en el mar u océano, terminan convirtiéndose en agua y alimento para los peces, así como compost, en menos de 100 días. Su precio es de 5 centavos de dólar, un poco mayor al de las bolsas tradicionales, sin embargo, aportan un beneficio incalculable para la conservación del ambiente.
La empresa indonesia también produce otros utensilios ecológicos como vasos térmicos, cubiertos y recipientes de comida. Las bolsas, sin embargo, fueron su producto más exitoso teniendo en cuenta que al terminar en el océano no se convierten en un arma letal para los peces, sino en agua y comida.
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