Brotó mientras en la ciudad morían 160 mil personas. Siguió brotando mientras la tragedia consumía la vida y las edificaciones. Los muertos ya ascendían a 350 mil y en Hiroshima, a un kilómetro del epicentro de la explosión, vivía y sobrevivía un árbol de veneración, culto, un portador de esperanzas. El Ginkgo biloba fue el único espécimen vivo que resistió la devastación de la primera bomba atómica arrojada como arma de guerra -el 6 de marzo de 1945-.
En las ruinas de un templo budista Housenbou, a los pies de uno de los ejemplares escribieron la inscripción "No más Hiroshima". Resurgían entre la desolación y la destrucción árboles sagrados para la cultura japonesa. Es una especie única: resistente a plagas, enfermedades, bacterias, virus y hongos, perdura ante condiciones de poca luz, temperaturas elevadas, escasez de nutrientes y eventos extraordinarios como radiación. Su ADN es 3,5 veces más largo que el humano. Se respalda en sus más de 40.000 genes para protegerse de las amenazas externas, tras un exhaustivo desarrollo de mecanismos defensivos. Sus propiedades farmacológicas son dignas de estudio científico.
El Ginkgo biloba puede vivir 1500 años: es uno de los organismos vivos más antiguos de la tierra, un ser biótico que, con más de 270 millones de años de historia -su origen se remonta al período pérmico-, nació antes que los dinosaurios. Su perfil mitológico lo salvó de la extinción. Fue recogido de la naturaleza para su conservación en templos budistas asiáticos. En el Housenbou, un año después de la explosión atómica el árbol volvió a brotar: el milagro de la vida. La reconstrucción del lugar ameritó conservar la integridad del sobreviviente.
Su connotación sagrada se extendió por el mundo. Aunque se creía despojado de la naturaleza salvaje, hallaron en las montañas de Dalou, en el sudoeste japonés, una población nativa del Ginkgo biloba. Su valor mitológico lo dispersó por el mundo: en el Jardín Botánico de Kew, en Inglaterra, vive el espécimen más antiguo con casi 240 años de vida. En Argentina, la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) plantó un ejemplar de Ginkgo Biloba descendiente directo del árbol que sobrevivió al bombardeo atómico de Hiroshima. "Este árbol demuestra que la vida vence a la muerte, que la bomba dejó un desierto y de ese desierto brotó nuevamente la vida. Este ejemplar es hijo de un árbol que sobrevivió a una bomba atómica y que tuvo la capacidad de dar semillas que se dispersaron por todo el mundo. Y este concepto de que la vida vence a la muerte es muy importante para nuestra Facultad", celebró el decano Rodolfo Golluscio.
Su fortaleza es antológica. Se ganó el apodo de Hibakujumoku que en idioma japonés es un término derivado del concepto "bombardeado". Obtuvo el bautismo popular del "árbol de los cuarenta escudos". Su trascendencia se revela a la condición biológica: asciende al campo cultural y filosófico de la vida. Fue inspiración de poetas y medicina tradicional japonesa como fuente de vigor, longevidad y juventud eterna.
El Ginkgo biloba fue el único sobreviviente a la bomba de Hiroshima. Condición que lo transformó en un retazo de la vida, en una fuente de inspiración, un transmisor de esperanza. O, como lo recordó Darwin, el creador de la teoría de la evolución: "un fósil viviente".
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