Descubren una oruga que come plástico y puede contribuir a limpiar el medioambiente

Por casualidad, una científica descubrió que una larva tiene una habilidad que podría ser útil para el medio ambiente. Cómo actúa el gusano y qué usos podrían darle

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La oruga Galleria mellonella es conocida como “el gusano de la cera” (César Hernández – CSIC)
La oruga Galleria mellonella es conocida como “el gusano de la cera” (César Hernández – CSIC)

El plástico es un problema mundial de contaminación. Bolsas, botellas o recipientes de comida, entre otros muchos desperdicios, terminan su ciclo productivo en corto tiempo y son arrojados con frecuencia al borde de caminos, riachuelos y mares. Hace poco se conoció que las corrientes oceánicas arrastran toneladas de plástico desde las costas del Atlántico Norte hasta las aguas del Ártico. El problema es que la resistencia del material, su difícil eliminación y la gran dependencia del humano a su uso, son una combinación conflictiva.

El polietileno en concreto es uno de los materiales plásticos que se emplean para la fabricación de envases alimenticios o bolsas de compra. En promedio cada persona utiliza al año unas 230 bolsas de plástico, generando aproximadamente 80 millones de toneladas de ese material casi indestructible.

Ahora, un grupo de científicos del Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (CSIC), en España, descubrió que una oruga criada comercialmente para cebo de pesca tiene la capacidad de biodegradar el polietileno.

La acumulación de plástico en los océanos es un  problema ecológico a nivel mundial (Sutterstock)
La acumulación de plástico en los océanos es un  problema ecológico a nivel mundial (Sutterstock)

Conocido como "el gusano de cera", la larva del insecto común Galleria mellonella, es un flagelo en las colmenas de toda Europa. En la naturaleza, los gusanos viven como parásitos en las colonias de abejas. Las polillas ponen sus huevos dentro de las colmenas y los gusanos crecen en la cera de abejas.

El descubrimiento reciente se produjo de manera casual cuando una miembro del equipo científico, Federica Bertocchini, apicultora aficionada del CSIC, estaba removiendo las plagas parasitarias de los paneles en sus colmenas. Al descubrir que estaban llenos de unos gusanos que se alimentaban de la miel y cera de sus abejas, colocó los gusanos en una bolsa de plástico y los dejó en una habitación. Al volver a la estancia, pudo ver que los insectos se habían escapado de la bolsa a pesar de estar cerrada y comenzó un proyecto para comprobar que había sucedido.

Los resultados de esta investigación del CSIC, en colaboración con los investigadores Paolo Bombelli y Chris Howe de la Universidad de Cambridge, se han publicado en el último número de la revista Current Biology. Lo que hicieron fue llevar a cabo un experimento cronometrado donde un centenar de gusanos de cera fueron depositados en una bolsa de plástico de un supermercado del Reino Unido. Después de 40 minutos los agujeros comenzaron a aparecer y tras 12 horas se produjo una reducción de la masa de plástico de 92 miligramos de la bolsa.

Las larvas de la “Galleria mellonella” pueden destruir el plástico en poco tiempo (César Hernández – CSIC)
Las larvas de la “Galleria mellonella” pueden destruir el plástico en poco tiempo (César Hernández – CSIC)

Según los científicos, la tasa de degradación es muy rápida en comparación con otros descubrimientos recientes, como un grupo de bacterias reportado el año pasado que biodegradaba algunos plásticos a una velocidad de tan sólo 0,13 miligramos por día.

"Si una sola enzima es responsable de este proceso químico, su reproducción a gran escala utilizando métodos biotecnológicos debería ser alcanzable", indicó Paolo Bombelli, autor del estudio. "Este descubrimiento podría ser una herramienta importante para ayudar a deshacerse de los residuos de plástico de polietileno acumulado en basureros y los océanos".

Las ventajas del uso del polietileno tienen como principal enemigo su lenta degradación ya que una bolsa de supermercado, por ejemplo, puede tardar hasta 100 años en desaparecer pero otros plásticos de más densidad puede tardar hasta 400 años. En el mundo, la solución del problema de acumulación de plástico es una de las principales preocupaciones.

Una bolsa de plástico puede tardar hasta 100 años en biodegradarse y otros plásticos 400 (Sutterstock)
Una bolsa de plástico puede tardar hasta 100 años en biodegradarse y otros plásticos 400 (Sutterstock)

Pero la naturaleza podría tener una solución a este problema. La cera de abejas sobre la que crecen esta clase de gusanos se compone de una mezcla muy diversa de compuestos lipídicos, moléculas de bloques de construcción de las células vivas, incluyendo grasas, aceites y algunas hormonas. Si bien el detalle molecular de esta degradación requiere una mayor investigación, los científicos dicen que es probable que la digestión de la cera de abejas y polietileno implique romper tipos similares de enlaces químicos. "La cera es un polímero, una especie de 'plástico natural', y tiene una estructura química no muy diferente al polietileno", dijo Bertocchini, autora principal del estudio.

Para confirmar que no era sólo el mecanismo de masticación de las orugas lo que degradaba el plástico, el equipo aplastó algunos de los gusanos y los untó en bolsas de polietileno, obteniendo resultados similares. "La oruga produce algo que rompe el enlace químico, tal vez en sus glándulas salivales o una bacteria simbiótica en su intestino. El paso a seguir para nosotros será tratar de identificar los procesos moleculares en esta reacción y ver si podemos aislar la enzima responsable", explicó la científica.

Este descubrimiento, según indican los expertos, podría ser utilizado para idear una solución biotecnológica a escala industrial para la gestión de desechos de polietileno. "Estamos pensando en poner en práctica este hallazgo de forma viable para deshacer los residuos plásticos, trabajando hacia una solución para salvar nuestros océanos, ríos, y todo el medio ambiente frente a las consecuencias inevitables de la acumulación de plástico", concluyó Bertocchini.

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