Castro: tu revolución nos obligó a morir de sed y hambre en una balsa

Por Germán Fermo

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Resulta claro para mí entender que lo que se debería lamentar de Castro no es su muerte sino por el contrario, su mismísima existencia, una existencia que condenó al pueblo cubano al exilio y represión por más de cinco décadas. Intento con el título de esta nota representar con el mayor de los respetos al reclamo de mucho cubano fallecido en una balsa buscando desesperadamente su libertad por más de cincuenta años. El día que observe a un ciudadano norteamericano fugarse de Estados Unidos en un bote hacia la libertad, quizá entienda lo que el comunismo significa y dimensione lo que la falacia de la revolución cubana implicó para un pueblo que a su costo y sufrimiento quedó condenando al atraso, al empobrecimiento y por sobre todas las cosas, al cercenamiento de la libertad, derecho humano supremo a cualquier otro. Quizá, el legado más contundente y paradójico a la vez del fallecido dictador cubano sea habernos demostrado la suprema importancia de la libertad frente a lo infernal que resulta la vida humana cuando se prescinde de ella. ¿Si tu revolución era tan superadora, por qué tuviste que violar la libertad de tu pueblo que, en teoría, era el principal benefactor de la misma?

El 2016 quizá se convierta en un año histórico a nivel socio-político y que, ante su proximidad reciente, todavía no podamos dimensionar lo que significará para nuestras vidas en décadas enteras por venir. Con el sorpresivo Brexit inglés, con la inesperada victoria de Donald Trump en EEUU -sellando el ocaso progresista del presidente Obama- y con varios países europeos en elecciones claves desafiando el status socialdemócrata actual, me pregunto si la muerte del revolucionario Fidel Castro no será el moño final, y más extremo por cierto, que selle el comienzo del fin de un paradigma global que duró décadas enteras, que utilizó al populismo en distinto grados como excusa y entregó a cambio frustración social, déficit fiscal, desempleo y endeudamiento soberano.

Me molesta e irrita escuchar tanto esfuerzo para un mensaje hipócrita y por lo tanto, "políticamente correcto", que "lamenta en apariencia" la muerte de este personaje nefasto y sumamente dictatorial en la historia de la humanidad. Puedo comprender que por razones de protocolo no todos quieran decir lo que verdaderamente piensan, el silencio quizá y entonces sería la actitud más respetuosa ante una realidad tan obvia que colapsa por peso propio. Al mundo en el que vivimos, hace tiempo ya le está haciendo falta una dosis de sinceridad y llamar a las cosas y dictadores por su verdadero nombre. Muchos personajes políticos todavía no se animan y no se dan cuenta que al no hacerlo pierden representatividad de una sociedad actual muy distante a la prevaleciente sólo dos décadas atrás.

Castro condenó al pueblo cubano al exilio y represión por más de cinco décadas

Este fallecimiento dictatorial me hace recordar lo cerca que nuestro país estuvo de comenzar a transitar el sendero cubano y no creo exagerar con semejante afirmación. Quizá, la versión "más cubana" de este tiempo sea el "régimen de Venezuela", al cual no estuvimos tan lejos de converger. Hace muy poco tiempo que nuestra república estuvo ferozmente amenazada por un perverso esquema político que intentó cercenar libertades republicanas bajo un repetido e hipócrita disfraz: el populismo infinitamente benefactor pero a la vez, sistemáticamente empobrecedor y siniestramente autoritario. Celebro que hoy no seamos Cuba, festejo a la vez que tampoco hayamos devenido al régimen de Venezuela, pero sin embargo, me consterna y preocupa sentir lo lejos que estamos de ser la Argentina de Sarmiento y Alberdi. Hoy sólo somos el Principado de Peronia, un terruño de individuos competiendo esquizofrénicamente por una torta que no aumenta de tamaño, tolerando los privilegios de una Klase política insensible y sumamente gastadora de lo ajeno, que con su actitud nos acostumbró a la cotidiana falta de respeto hacia las penurias que vive el ciudadano común. El fallecimiento del dictador cubano, es un caso extremo de la severidad potencial del populismo, pero sirve como exaltación de lo perverso que un régimen populista puede ser cuando vulnera principios elementales de generación de riqueza, cuando solo se enfatiza en la distribución y cuando en última instancia cercena libertades esenciales para fortalecer la supervivencia de un Estado conceptualmente inviable.

El fallecimiento de Castro cierra décadas enteras de un paradigma oxidado y a esta altura olvidado. De hecho, la vida de Castro trascendió a su propia ideología. Pero a la vez, lo que aconteció en Reino Unido meses atrás y lo de EEUU recientemente, y lo que probablemente se venga en Europa continental en los próximos meses, será el comienzo de un proceso dolorosísimo de sinceramiento ante acuerdos políticos y económicos que no funcionan y sólo esconden burocracia, ineptitud e ineficiencia. Y quizá nos estén mostrando la re-generación de un nuevo paradigma, incierto y no necesariamente superador del equilibrio actual. El mundo está empezando a decirle basta a un establishment político internacional responsable de un status quo que ya no da para más pero al mismo tiempo nos abre una peligrosa puerta de incertidumbre hacia el otro extremo. Y todos los extremos de derecha e izquierda, no sólo el representado por Castro, son inaceptables y socialmente demoledores.

 

(*) Germán Fermo. Ph.D. in Economics, UCLA, Máster en Economía CEMA. Es director de MacroFinance y director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella.

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