El Gobierno enfrenta la pelea con su rival más duro, que no es Cristina

El plan para reducir el déficit fiscal será lo que defina el éxito de la política económica en los próximos dos años. Dujovne promete algo que nunca pasó en la Argentina: ahorrar en épocas de vacas gordas

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Desde que Nicolás Dujovne asumió a principios de año se ha transformado en el portavoz de las buenas noticias. En marzo gritó a los cuatro vientos el fin de la recesión y ahora se empeña diariamente en mostrar los "brotes verdes" que aparecen por todos lados. Pero a partir de ahora tendrá que salir a la cancha en serio y poner a prueba su traje de ministro de Hacienda. Él será el máximo responsable de llevar adelante el máximo desafío que tiene la Argentina: una rotunda disminución del déficit fiscal.

El equipo que conformó viene trabajando en el tema a puertas cerradas hace más de seis meses. Y los primeros bosquejos de lo que se quiere lograr estarán plasmados en el proyecto de Presupuesto 2018. El viceministro Sebastián Galliani, su jefe de asesores, Ariel Sigal, y el subsecretario de Ingresos Públicos, Andres Edelstein, son los máximos responsables a la hora de diseñar cómo hará la Argentina para acelerar el crecimiento y al mismo tiempo bajar el gasto público.

En el equipo económico hay confianza tras las elecciones: apuestan a la baja del déficit fiscal y que la economía crecerá más de 4% el año que viene.

El Presupuesto 2018 repetirá la proyección de crecimiento que se había estipulado para este año, es decir 3,5%. Pero puertas adentro en Hacienda son muy optimistas y creen que la economía superará largamente esa cifra. Ya se habla (¿tal vez con exceso de confianza?) de una expansión del PBI que superará holgadamente el 4%. La combinación de una baja del déficit fiscal y alto crecimiento es lo que permitiría avanzar con una reforma impositiva en serio, que reduzca los elevados impuestos distorsivos que hoy afectan la actividad en todo el país.

El Gobierno se anima a hablar de “fondos anticíclicos” para ahorrar en épocas de crecimiento. Es lo que quiso hacer Roberto Lavagna en el 2005 pero no lo dejaron.

En el Gobierno sienten que en las PASO han ganado una batalla importante, que no pasa por el apoyo electoral, sino por consolidar la idea del gradualismo a la hora del ajuste fiscal. "Se puede ir mucho más rápido en la baja del déficit, pero (Ricardo) López Murphy duró 15 días cuando lo intentó", explican.

Bajar el déficit es imprescindible por varios motivos. Pero el más importante es que si se fracasa en el intento, el Gobierno no podrá continuar financiando el agujero fiscal con el crédito de los mercados. La consecuencia sería una vez más recurrir al financiamiento del Central con emisión monetaria, un aumento de la inflación y finalmente un ajuste por las malas.

El plan que Dujovne y su equipo tiene sobre la mesa se apoya básicamente en tres patas. Ya se sabe que el objetivo es pasar de un rojo fiscal primario de 4,5% este año (este número no incluye los ingresos extraordinarios del blanqueo) al 3,2% en 2018. El esfuerzo es titánico y de difícil cumplimiento. "Si no lo conseguimos nos estaríamos pegando un tiro en el pie", reconoce una y otra vez el ministro de Finanzas, Luis "Toto" Caputo. Él es quien pone la cara ante los inversores internacionales y les jura que esta vez la Argentina sí actuará con responsabilidad, pese a que nunca lo hizo en el pasado.

Esos tres pilares para lograr la reducción del rojo fiscal son los siguientes:

1. Apostar al crecimiento: si la economía crece, entonces habrá más recaudación –como ya está sucediendo- y eso dará más aire para cubrir los desequilibrios fiscales. Pero esto que parece una perogrullada no lo es en absoluto. La Argentina nunca le hizo caso al precepto bíblico de ahorrar en épocas de vacas gordas. Al contrario, contar con más recursos fiscales ha sido históricamente sinónimo de despilfarro. ¿Cómo dejar de gastar en un país con 30% de pobres?, es el lógico comentario de los políticos. El titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, abrió su discurso en el Día de la Exportación con un cálculo sobre el "trabajo sucio" que puede conseguir el crecimiento para la reducción del déficit. "Por cada punto del PBI que crece la economía, se reduce 0,3% el rojo fiscal. Si como espera el mercado se cumple con el 9,2% de crecimiento acumulado hasta el 2019, se lograría una reducción del déficit equivalente a 2,8% del PBI", explicó. Es decir que el crecimiento económico solo conseguiría más de la mitad del ahorro total que se necesita para alcanzar el equilibrio en las cuentas

2. Una nueva ronda de baja de subsidios: La reducción para el año próximo que figurará en el Presupuesto 2018 es equivalente a 0,8% del PBI. Y es el rubro más importante para lograr la meta de déficit del año próximo. Esto significa que el ahorro que se busca conseguir por aumento de tarifas es del orden de los $ 70.000 millones. Parte de ese dinero, por supuesto, partirá de los bolsillos de la gente. En el Gobierno prometen que el ajuste no será tan duro como el del 2016. En el caso de la luz y el gas ya están definidos los aumentos, pero el mayor atraso está en la tarifa de transporte. El peligro es obviamente que el peso de las tarifas vuelva a golpear el poder adquisitivo, como sucedió el año pasado. Pero la apuesta del ala económica es que el crecimiento compense ese nuevo esfuerzo

3. Congelamiento del gasto "real" y pacto fiscal con las provincias: Es el punto más difícil de lograr de todos. El Gobierno negoció (o al menos conversó) con los gobernadores que las erogaciones tanto a nivel nacional como provincial no pueden subir por encima de la inflación, es decir deben permanecer congeladas en términos reales. La cantidad de empleados públicos tampoco puede aumentar por encima del crecimiento vegetativo de la población. Y hasta se habló en la reunión de la última semana sobre la creación de "fondos anticíclicos" para ahorrar en épocas de bonanza. Argentina año verde.

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