El lugar que va a ocupar la industria argentina en los próximos años es un debate que ya arrancó. La apertura de la economía, la necesidad de buscar empresas más competitivas y de venderle más al mundo se instaló en la agenda que discuten empresarios con el Gobierno al mirar hacia delante.
Con esos desafíos no menores en el futuro, la industria hoy atraviesa un escenario difícil en el corto plazo. La caída de la actividad se extendió por 17 meses consecutivos y recién en marzo subió, aunque aún el arranque es tímido y las empresas continúan con un alta capacidad ociosa. Este contexto coincide con un momento de recambio. El empresario Miguel Acevedo, al frente de la Aceitera General Deheza, asumirá este martes al frente de la Unión Industrial Argentina (UIA), luego de una elección "de consenso" entre las dos listas de Industriales y Celeste y Blanca.
En una entrevista con Infobae, Acevedo habló a fondo del sector industrial, y la crisis en Brasil, de las las medidas que está tomando el gobierno de Cambiemos y hasta del futuro de las empresas con el avance de la tecnología. "No soy un optimista a ultranza, pero soy un optimista en el largo plazo", se autodefinió el futuro presidente de la UIA. Y ante todo, buscó dejar en claro que la mente del empresario que exporta al mundo debe cambiar: "La pregunta es qué necesita el mundo, qué está consumiendo: eso es lo que debemos producir".
-La industria se encuentra con una extendida caída en la actividad y con capacidad ociosa. ¿Qué desafío se plantea como el próximo presidente de la Unión Industrial Argentina?
-Hay dos desafíos. Es la primera vez que tenemos una lista de unidad y consenso total en esta comisión directiva. Hay que reforzar la unidad de la UIA como representación de las empresas. Y lo segundo es de ver cómo podemos ayudar en este contexto a que se esas empresas se puedan levantar. Ahora empezamos a crecer un poco, pero que se cambió la tendencia principalmente en marzo después de 17 meses de caída. Pero son promedios en algunos sectores todavía le cuesta remontar, como el textil, el automotriz y la metalmecánica.
– Después de la recesión en 2016, muchos empresarios y economistas esperaban un crecimiento fuerte y no sucedió. ¿Por qué falló ese pronóstico?
-Hay una explicación que es el contexto externo. Nosotros somos muy Brasil-dependientes y más en las exportaciones de valor agregado, que es nuestra industria. Hace ya tres años vemos un Brasil que tira para atrás. Y cuando ahora empezaba a subir, surge el desastre político que no se está solucionando y nos preocupa en cómo puede impactar en la economía. Y por otro lado, el mercado interno todavía no se está recuperando como nosotros pensábamos, y ése es el motor.
-¿Cómo puede salir la industria de esa dependencia?
-No es algo que le suceda sólo a la Argentina. Europa es dependiente de Alemania, México y Canadá de los EEUU. El país grande regional tracciona a los otros, y el Gobierno eso lo sabe. Pero hay algo muy importante. Los nuevos mercados no hay que buscarlos de acuerdo a lo que nosotros producimos u ofrecemos, debemos averiguar qué necesita ese mercado.
-Entonces, ¿el empresario industrial debe cambiar la lógica con la que le vende al mundo?
-Es que no vas a exportar lo que vos quieras, sino lo que quiere el resto. China pasó a ser uno de los grandes destinos de exportación para la Argentina. ¡Pero el déficit comercial es enorme! Nosotros estamos exportando aceites y granos. Tenemos que ver qué más le podemos exportar. La pregunta es qué necesita el mundo, qué está consumiendo: eso es lo que debemos producir.
-El tipo de cambio atrasado es un queja histórica de la UIA, pero la discusión ahora se corrió hacia la necesidad de una reforma impositiva. ¿Cuáles son los impuestos que considera más distorsivos para el sector?
-Hay muchos impuestos distorsivos. Ingresos brutos es un disparate, porque usted produce en una provincia como Santa Fe y vende en Córdoba y le cobran un 10% de impuestos sobre la venta directa. Esto pasa en toda la cadena.
-¿Considera que así serán más productivos?
-Los industriales dejamos de ser eficientes cuando traspasamos la puerta de la fábrica. Cuando sale el producto, hay transportarlo y pagar flete, otro transporte para la seguridad, y eso no es gratis. Por supuesto que los ministros te escuchan y te dicen "tenés razón", pero el jefe de la AFIP pregunta cómo cubro el impuesto al cheque. Éstas son las discusiones que tenemos que tener.
-¿Cuál es su propuesta?
-La UIA había presentado el año pasado medidas por temas impositivos. Por las nuevas inversiones, una pyme podría pagar menos impuesto a las ganancias en los primeros dos años. Eso se hace en Chile. Hoy hay muchos que están dudando en ampliar la fábrica. Ahora, si tengo una base de impuestos por incremento de producción, me animo a invertir en una nueva fábrica. Nadie pide subsidios, lo que tenemos que buscar es crear más riqueza para integrar a los que están fuera del circuito. Si no vamos a tener una crisis cada 10 años.
“El shock significa ganadores y perdedores, es barajar de vuelta. Es un camino que conducía a una crisis, y eso no lo podemos tener más en la Argentina”.
-El Gobierno plantea la apertura de la economía argentina. ¿Cómo se puede tomar esa decisión sin destruir a la industria en el camino?
– Es un camino más desarrollista. La Argentina ha sido uno de los primeros países industriales en Sudamérica, antes que Brasil. Algunos países en nuestra América no tienen industria, la Argentina tiene industria y está golpeada: se tienen que renovar en algunos sectores, pero no se tienen que perder. Hay discusiones entre industria y agro, servicios e industria, eso no tiene sentido. El agro tiene que hacer mucha industrialización, por ejemplo con siembra directa. No podemos basar la economía argentina en un solo sector o venderle solo a Brasil. Si dependés solo de agro, tenés una mala cosecha y estamos todos a los gritos.
-Usted el año pasado dijo que el Gobierno decidió ser una especie de médico homeópata, que cambia las cosas lentamente. ¿Funcionó esa homeopatía?
-Seguimos en esa homeopatía. Hay muchos que están ansiosos y prefieren un shock. Salir del 2015 a través de una crisis hubiese sido más de lo mismo para la Argentina. El país no se lo merece. Tampoco tendríamos que haber llegado a esto. El shock significa ganadores y perdedores, y significa barajar de vuelta. Eso camino conducía a una crisis, y eso no lo podemos tener más en el país. Cada crisis significa gente que se va. Yo soy industrial, tengo cinco hijos y ocho nietos. Todos están en la Argentina y quiero eso para mi país, no quiero crisis secuenciales cada 10 años.
-Hay muchas pymes que siguen reclamando la falta de acceso al crédito más allá de las medidas oficiales. ¿Está de acuerdo con la metodología que eligió el Gobierno para bajar la inflación, con la suba de tasas?
-Estoy de acuerdo en bajar la inflación. La metodología es la que elige el BCRA o el equipo económico, a uno puede darle más o menos miedo. Ésa fue la elección, hacerlo con tasas altas. Si la inflación no baja, tendrá que buscar otra forma de hacerlo. Hay empresas que ahora tienen acceso a crédito externo o por la bolsa, y con la Ley Pyme acceso al crédito con tasa de 14 a 15% a cinco años en pesos.
-¿Pero no cree que el sistema financiero aún se mantiene con tasas altas?
-Absolutamente. Y te digo más, esos préstamos para Pymes están siendo muy pocos tomados. Hay una realidad. Si vas a hacer la bicicleta financiera es una cosa, pero si invertís en una empresa una tasa alta no te da para comprar una máquina y producir. Primero hay que bajar la inflación y bajar la tasa de interés, y después pensar en invertir con lo que se va ganando.
-Desde el Gobierno de Cambiemos hay un discurso de optimismo a pesar de las dificultades económicos. ¿Los empresarios responden a ese discurso?
-Acostumbro viajar e ir a las provincias, y estar con las industrias. La reacción es diversa. La mayoría de las empresas están tratando de capear el temporal, vendrán tiempos mejores. Hay que seguir en primera, tratando de que pase el tiempo y empiece una reactivación. La industria eso lo ve: el que tiene fierros, el que ha invertido… es muy difícil, no quiere cerrar. Esas cosas no se hacen por decreto, se hacen por supervivencia. No soy un optimista a ultranza, pero soy optimista en el largo plazo.
-En el mundo ya se debate hace tiempo los cambios que la tecnología y la introducción de robots generó en el trabajo. ¿Cómo impactará su aplicación en el empleo?
-No podés encerrarte. Necesito la tecnología y mejorar mis procesos, llegar mejor a mis clientes. Cada vez que se compra una máquina nueva, esa máquina son dos o tres empleados menos, seguramente porque se automatiza un proceso. Tenemos que aprender a integrar. Esa máquina tiene más servicios y eso se tiene que hacer acá. Hay que cambiar el sistema, habrá menos gente trabajando en la industria y más en servicio y en la parte tecnológica. El desafío va a estar en la educación. Mi hija que tiene18 años no puede estudiar lo mismo que estudié yo. No es sólo tener maestros mejores pagos, sino que eduquen de otra manera.
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