El Gobierno, a través del Ministerio de Producción, ha decidido promover acuerdos sectoriales denominados "Plan Productivo" para impulsar actividades afectadas por crisis internas y externas, a través de aumentos de la productividad y competitividad, consensuados con empresarios, sindicatos y acciones de políticas tributarias y laborales.
Experiencias de ese tipo no han tenido éxito en los 90, más allá de alguna reactivación circunstancial, pero que no se sostuvieron en el tiempo, porque paralelamente no se corrigieron los problemas de fondo que para muchos economistas arrastra la Argentina desde hace más de 70 años, entre los que se destaca el análisis que hizo en su primer libro José Luis Espert "La Argentina Devorada", con prólogo del ex ministro de Hacienda, Ricardo López Murphy.
Después de un prolongado silencio con la prensa, Ricardo López Murphy aceptó el pedido de entrevista por parte de Infobae, porque consideró que "tenía algo para decir sobre el momento actual" donde los empresarios se manifiestan a favor de las oportunidades que presenta la Argentina para invertir, pero que luego no se materializan en ejecuciones concretas, al menos al ritmo que se esperaba, más allá de que día a día se suman anuncios multisectoriales por cifras multimillonarias.
-¿Por qué cree que los anuncios de inversiones productivas no se manifiestan en la ejecución de proyectos que algunos ya llevan más de un año, al menos al ritmo que muchos esperaban?
-En primer lugar me gustaría describir en dónde estamos. Hubo dos dificultades iniciales, una, por una razón que se me escapa, me parece que se vincula con la decisión de no explicitar la herencia en su exacta dimensión. Mi intuición es que tuvieron temor de que revelar la realidad del problema que recibieron generara pánico, generara un clima muy negativo, y por lo tanto en los hechos se ocultó lo que es esencial del problema. Y en segundo lugar, creo yo, para facilitar la aprobación del paquete legislativo en los primeros meses de Gobierno que fue muy importante y difícil de pasar, porque requería que la gente votara un paquete contrario a lo que se venía haciendo. Eso hay que reconocérselo. Pero la herencia tiene un problema que es que se la focaliza exclusivamente en la terrible descapitalización y destrucción normativa y de incentivos que sufrió el país por parte del Gobierno anterior. Pero, hay que agregar otro factor adicional, que es el gran shock que sufre latinoamérica desde el segundo semestre de 2014 cuando se derrumban los precios internacionales de las materias primas. Por eso, la no explicitación de la herencia de descapitalización y de los shocks externos que también afectaron a los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Venezuela que ya venía con una complicada situación de deterioro de la calidad de vida, lo hace al Gobierno hacerse cargo sobre sus espaldas de una doble mochila muy difícil de manejar, que es: le cuesta explicar lo qué está pasando y encontrar una salida que no sean lugares comunes, cuestiones retóricas, como el mes que viene, el semestre que viene, sin poner en perspectiva este doble problema de la falta de inversión durante la gestión populista y de terrible shock externo que actúa agravando. Por eso, mi lectura de la situación es que estamos sufriendo ese problema con intensidad, y que considero que la estamos sacando barata. Qué es lo que complica el problema, que uno no ve inversiones.
-Pero aún con ese escenario el Gobierno registra anuncios de inversión por USD 57.000 millones, pero no se ve su ejecución, ¿por qué cree que ocurre eso?
-No hay inversión. Uno puede ignorar el debate público, pero no se pueden ignorar los números. Cuando se hacen las cuentas no se ven los ingresos, no se ve rentabilidad en la economía argentina, y se ve un nivel de dificultad enorme, sobre todo a nivel de las Pymes que están en un estado desesperante…
“Cuando se hacen las cuentas no se ven los ingresos, no se ve rentabilidad en la economía argentina, y se ve un nivel de dificultad enorme, sobre todo a nivel de las Pymes”
Ricardo López Murphy se toma un paréntesis en la entrevista para buscar en su computadora un video que extrajo de Infobae, y que remarca: "quiero que vea y transmita a sus lectores que hace todos los días López Murphy, para no olvidarse del verdadero problema que tiene la Argentina, no de ahora, sino desde hace mucho años, porque es impactante, y quisiera que también los lectores del portal lo vean".
“A mí ese video me ha dejado muy amargado, porque revela lo que es inconsistente para generar un proceso de inversión: Lo que es la carga tributaria; regulatorias; laborales; de ‘curros’ que se han multiplicado de un modo inconcebible, y ahí se ve con claridad que si eso no cambia, no habrá posibilidades de generar un clima pro inversión efectivo”, agregó.
-El Gobierno, a través del Ministerio de Producción, junto al de Trabajo, trata de cambiar esa historia con los Planes Productivos, como con Vaca Muerta, Automotor, la Construcción, la industria textil y del calzado, que parecen recordar a los Planes de Competitividad de los ’90, pero no maduraron. ¿Cree que ahora podrá ser diferente?
-No. Yo creo más en las condiciones que sean parejas, en las políticas horizontales, en medidas con criterios generales, donde todas las reglas de juego para todos los actores sean similares, porque la idea de hacer todo con políticas de ‘trajes a medida’ es lo que hace a nuestro cultura, pero es justamente eso lo que nos hace improductivos. De todas manera, no creo que los planes actuales sean similares a los 90, porque lo que recuerdo es que eran básicamente programas de bajar impuestos, y la lógica era bajar impuestos de manera general. Ahora, por el contrario, es generar un régimen que es diferente a los otros, por eso, sin ser una crítica al Gobierno me pregunto ¿por qué no se los puede generalizar?, creo que si lo intentara y si quisiera ir más lejos, y probablemente como propongo, tal vez la sociedad no se lo permitiría, por eso esto en una crítica más a la cultura, porque se cree que los niveles de vida dependen de un acto de la voluntad, de la generosidad, del compromiso…, pero no es así. Los niveles de vida dependen de la productividad y del valor de venta de nuestros productos, es decir del precio, por tanto no obedecen a la voluntado ni a los actos de gobierno del pasado, del presente y de los que vendrán, sino de la productividad en el uso de los factores de producción de bienes y servicios y de los términos del intercambio con el resto del mundo (Nota del Editor: la relación entre los precios internacionales del promedio de productos de exportación y de importación).
-¿Usted cree que en materia tributaria el Gobierno ha hecho grandes avances, o se quedó con la eliminación de la mayor parte de las retenciones, la devolución parcial de IVA a parte del consumo de los jubilados y en la suba del mínimo no imponible de Ganancias sobre los asalariados?
-La Argentina venía de 9 años de parálisis en el nivel del PBI por habitante, y tampoco crecíamos en volúmenes de exportaciones, que nos llevaba inexorablemente a una situación de inviabilidad, con retenciones y cepo cambiario que pulverizaba a las empresas, en particular a las pequeñas y medianas empresas. De ahí que lo que hizo el Gobierno fue aliviar un sector con sobre impuestos. Y, en realidad, de evitar juicios, como el de las retenciones mineras, porque las decisiones de inversiones estaban atadas por ley a la estabilidad tributaria. Mientras que en el caso de Ganancias actuó bajó la presión de los sindicatos con afiliados con altos ingresos. No era mi prioridad modificar eso. Si había que modificar algo era la actualización de las escalas por inflación, no el mínimo no imponible. Lo pagó caro, pero era lo popularmente demandado.
“Al Gobierno le costó cara la modificación del Impuesto a las Ganancias a las personas, pero era lo popularmente demandado”
-¿Quiere decir que no está de acuerdo con la suba del mínimo no imponible?
-En general, en el mundo los mínimos no imponible son bajos, la lógica es que pague todo el mundo. Los que son más largas son las escalas, pero si lo hubiesen hecho desde el 2000, con la recordada tablita de Machinea, el costo para el fisco seguramente no lo podría haber soportado. Lo relevante de la herencia es que el gasto público pasó del 30% del PBI al 47%, eso no es financiable. El Gobierno se ha comprometido a una disminución gradual del déficit fiscal primario en los próximos años, creo que si bien se fijó metas hasta el 2019 porque es su responsabilidad, para que el programa sea consistente aritméticamente, habrá que extenderlo hasta 2023, al mismo ritmo, para llegar a un superávit de 1% o 1,5% del PBI, que es lo que financiaría el stock de deuda que se va a acumular en estos años, sobre el actual.
-Pero no se advierten grandes medidas para lograrlo, más allá de confiar en el esperado crecimiento de la economía…
-Exacto, no advierto una estrategia clara sobre cuáles son las medidas para cumplir con ese objetivo de bajar el déficit fiscal. Una escapatoria es decir que se va a producir esa baja por el crecimiento de la economía, pero eso no es realista porque es muy difícil que el país pueda volver a crecer al ritmo anterior al ciclo largo de estancamiento de los últimos años, porque tiene colapsada la inversión. Para crecer, hay que partir del crecimiento del stock de capital en la economía, el cual da un 1,5% por año, dado que la inversión bruta representa el 16% del PBI en valores corrientes, del cual se gasta unos 13 puntos porcentuales en amortización, con lo que neto crece 3% a 4%, y dada la relación con el PBI, la actividad no puede crecer más que 1% o 1,5 por ciento.
-¿Qué traba a la inversión de las empresas?
-Básicamente el problema de perspectiva del déficit fiscal, porque hace dos cosas: a) se come la capacidad de inversión del sector privado y b) genera un gran atraso cambiario. Por eso si se va a buscar una política de reducción del desequilibrio fiscal nunca es gratis. Si uno alivia las correcciones en el sector público, entonces escala la corrección en el sector privado.
-En ese contexto pareciera que se está empantanado…
-Empantanado no. Son opciones de lo que se quiere hacer. El Gobierno eligió el camino del gradualismo en lo fiscal y muy restrictiva en lo monetario, como siempre ha ocurrido en la Argentina. Por eso el resultado era previsible: receso o bajo crecimiento y atraso cambiario. Por tanto no se está con un problema del tipo de cambio, porque el nivel de la paridad entre el peso y el dólar es como la fiebre, es un síntoma de la decisión que está en elección de la política monetaria y fiscal que se ha adoptado.
-El gradualismo exige una baja sostenida del gasto público en términos reales para reducir el déficit, ¿ve avances en ese proceso?
-El gradualismo exige hacer los cortes todos los años, pero ahora veo que este año se ha interrumpido la tarea por las elecciones. Eso no es congruente. Tal vez hay factores técnicos, un conjunto de medidas que se pensaban tomar, que tal vez por ciertas circunstancias no son tan factibles. Pero si ese fuera el caso, la mezcla que uno tiene que elegir no es la que se eligió: política monetaria restrictiva y fiscal laxa.
-¿Usted que haría frente a ese cuadro?
-No, esa pregunta la podría haber respondido en diciembre de 2015, ahora se está lanzado, en el medio de combate no se puede volver atrás, hay que combatir. En marzo de 1991 me parecía que la Convertibilidad era un régimen muy estricto frente a nuestra historia económica, pero una vez adoptado la recomendación era no salir, porque el costo de salir iba ser infinitamente más grande que sostenerlo, como ocurrió. Eso se ve en Europa con la moneda común. Ahora hay que hacer que las cosas funcionen lo mejor posible, con un esfuerzo en materia de regulación y fiscal inmenso.
-Como por ejemplo, ¿en dónde?
-En explicitar cómo se compone el plan de metas fiscales, es decir qué es lo que hará que el déficit baje gradualmente. La medida específica no puede ser ‘vamos a crecer el 3% o 4%’, eso no es una meta y no es factible dado el contexto. Tal vez en un año electoral no haya atractivo para precisarlo.
La crisis educativa, el Presupuesto y las paritarias
-Finalmente, ¿cómo la discusión de las paritarias en el gremio de la educación?
-Hay dos cosas que tienen que quedar claro: 1) El sistema educativo nuestro muestra en las diferentes pruebas que se han utilizado revelan una fuerte decadencia, tanto respecto del pasado, como en la comparación con el resto de la región; ahí pareciera que hay un fuerte consenso claro en materia de resultados; y 2) El presupuesto educativo ha crecido enormemente, tanto en el peso de la nómina salarial, como en el cuerpo docente. Esa combinación de peores resultados y más presupuesto educativo no es sostenible. De ahí que se requiere una profunda reforma estructural del sistema, la cual no puede partir de la base de hacer más de lo mismo.
-¿Cómo cree que debería ser la reforma educativa?
– Tiene que haber una regulación a nivel nacional que tenga que ver con una ejecución descentralizada más intensa, que sea más factible administrar ese sistema, que desde la órbita exclusivamente provincial, donde claramente el sistema lo desborda. Cómo en EEUU, el régimen no es ni nacional ni provincial, estadual, para poder reencauzar el proceso. Creo que gastando lo mismo, bajo otro sistema organizativo, tanto sea local o no estatal, debería funcionar mucho mejor. Creo que el régimen de incentivos lleva tanto al Gobierno como a las dirigencias gremiales a un recurrente conflicto todos los febreros-marzo que aburre y con las mismas consecuencias. Por eso, me parece que generar un mecanismo donde puedan coincidir las demandas gremiales y la elección del sistema que puedan generar otro ordenamiento espacial, con incentivos que sean congruentes con las nuevas tecnologías y los resultados, con requerimientos que son excepcionales para no quedar más rezagados con el resto del mundo y poder competir.