Las excesivas lluvias, que han impactado tan duramente en nuestro país, empujan a reflexionar sobre el papel de la ciencia económica y de la ética en el cambio climático.
El punto es extremadamente delicado en el contexto de una demanda mundial creciente de alimentos y productos agropecuarios, lo que, a su vez, pone de relieve el peso del campo en lucha contra la pobreza y para garantizar la seguridad alimentaria y energética (biocombustibles).
El problema climático proviene del aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) señala que, entre 1990 y 2014, el forzamiento radiativo –que tiene un efecto de calentamiento– registró un incremento del 36% a causa de los gases de efecto invernadero de larga duración, tales como el dióxido de carbono, el metano o el óxido nitroso. Y es el dióxido de carbono el mayor causante del cambio climático.
Tal aumento resulta de las actividades de nuestra vida cotidiana. Es el caso del uso desmedido de energía de combustibles fósiles, de la actividad de las industrias y de los elementos de uso doméstico. Pero también resulta de la urbanización y de la producción agrícola- ganadera y de la irresponsable deforestación que, en general, por años no pudieron "ver más allá de sus narices". Y si bien nuestro país no es el más implicado, su comportamiento deja mucho que desear.
Así, el mundo sufre crudos fenómenos como el aumento de la temperatura media global, los cambios de los patrones de precipitación, el alza del nivel del mar, la reducción de la criósfera y modificaciones en los patrones de los fenómenos climáticos extremos.
El cambio climático afecta a la productividad del agro, garante de la seguridad alimentaria y energética del mundo
¿Es la economía una de las principales responsables de un mundo que no ha logrado "ver más allá de sus narices"?
Por siglos, la economía estuvo relacionada con el estudio de la ética. A diferencia de Adam Smith, David Ricardo, comenzó un largo proceso de distanciamiento del plano ético, por introducir un enfoque más próximo a la ingeniería, centrado en los "medios" y dejando de lado los "fines".
Durante este proceso de alejamiento, la economía ha persistido en un método crecientemente aséptico y cuantitativo, en menoscabo de los juicios de valor y del subjetivismo propio de la condición humana. Las contribuciones del utilitarismo y de las escuelas marginalistas y neoclásicas, posteriores a Ricardo, han sostenido por años posiciones teóricas sin reconocer su carácter social. El distanciamiento entre ambas ha sido una de las principales causas de los actuales problemas climáticos.
Pero en las últimas décadas, al advertir la sociedad los múltiples daños al ecosistema y, por ende, a su calidad de vida, la economía ha vuelto a entender su horizonte de largo plazo y a advertir las restricciones que debe respetar en pos del desarrollo sustentable.
Hoy, en la ciencia económica, "desarrollo" expresa un compromiso de equidad y el adjetivo "sostenible" implica perduración y futuro. Amartya Kumar Sen enfatiza la consideración ética para la ciencia económica. En Sobre ética y economía, dice: "La economía puede hacerse más productiva prestando una atención mayor y más explícita a las condiciones éticas que conforman el comportamiento y el juicio humano".
El criterio de maximización de beneficios comienza a subordinarse a la ética y los valores y, por ende, a la sustentabilidad ambiental. En su Encíclica Laudato Si, Francisco expresa: "Muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos".
La economía no puede asignar recursos en el contexto de un sistema global que desconoce. En cambio, puede estimular al conjunto social a caminar con estilos de vida en consonancia con la renovabilidad de los recursos y la reducción de los desechos con sentido ético.
La crisis ambiental demanda que, cada vez más, la economía tome en cuenta la ética y la ecología a través de un sistema de valores donde la integralidad del hombre se desarrolle en armonía con el medio donde vive.
(*) Manuel Alvarado Ledesma es Economista y Profesor de la Maestría de Agronegocios de la UCEMA