Por el escándalo ocasionado por la carne podrida, China y Chile han suspendido las importaciones brasileñas. El problema que debe afrontar Brasil se agrava, además, pues la Unión Europea y Corea del Sur decidieron establecer mayores controles.
Brasil es el mayor exportador mundial de carne bovina. La cuestión, por lo tanto, no es menor. Revela la debilidad de los organismos de control brasileños en temas tan delicados como la alimentación. Y, a su vez, sienta un precedente sobre la seriedad en la vigilancia y supervisión de la calidad de las carnes que, seguramente, impactará en sus exportaciones, también, en el mediano y largo plazo.
Los antecedentes de Brasil no son óptimos. Algunos ejemplos exponen el cuadro.
En 2012, Egipto, el tercer mayor comprador de carne bovina de Brasil, cortó las importaciones del alimento provenientes del estado de Paraná, por un caso atípico del mal de la vaca loca -Encefalopatía Espongiforme Bovina- ocurrido en 2010. Así también, Japón y Sudáfrica suspendieron las importaciones.
En diciembre de 2012, la Organización Internacional de Epizootias (OIE) le aseguró status de "país con riesgo insignificante" de mal de la vaca loca. Poco después, Perú suspendió por 180 días la importación de carne de ganado vacuno de Brasil por el riesgo de esa enfermedad.
El mercado de alimentos es de suma cero: lo que un país deja de exportar lo reemplazará lo que vende otro
El ejemplo de China es quizás el más relevante. Las importaciones de carne se suspendieron en el año 2012, por tal caso del mal de la vaca loca. Pero a partir de junio de 2015, se reanudaron. Y desde ese entonces, ellas no han parado de crecer. Así, el gigante asiático llegó a ser el principal destino de las exportaciones brasileñas de carne.
China es un mercado de enorme potencial. Por el temor que genera la carne aviar, la población tiende cada año a consumir mayor cantidad de carnes rojas en desmedro de la de pollo.
Si se consideran las importaciones indirectas –vía Hong Kong- y las directas a través de los puertos locales, China ("Gran China") es hoy el principal importador de carne vacuna del mundo.
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Como estamos hablando del primer exportador mundial, la espada de Damocles que se cierne sobre Brasil, en un juego de suma cero a nivel global, es una enorme oportunidad para nuestro país. Obviamente, para incrementar la producción en el corto plazo; y para aumentar la exportación en el mediano plazo.
Si nuestro país opera seriamente a lo largo de toda la cadena de valor, el horizonte es muy alentador.
QUÉ PASA CON LA CARNE ARGENTINA
Nuestro país no presenta mayores preocupaciones por la calidad sanitaria y nutricional de sus productos cárnicos. Las crisis derivadas de la detección de casos de vaca loca han sido determinantes para reorientar la demanda. Al haber quedado con el estatus de país libre de aftosa con vacunación y país libre del mal de vaca loca, han empezado a vislumbrarse y a trabajarse nuevos mercados de la carne de alto valor, así como también otros perdidos luego del brote de aftosa del año 2001.
Con el temor, las prohibiciones y los controles de carnes provenientes de Brasil, lógico resulta aguardar que sus mercados tradicionales tiendan a sustituir sus compras desde proveedores alternativos.
En tal caso, nuestro país deberá realizar esfuerzos adicionales no sólo para incrementar la producción, sino también para elevar la competitividad externa de la cadena de carnes vacunas y desarrollar una estrategia de marketing agresiva.
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Luego de la eliminación de las retenciones del 15% para las ventas externas bovinas dispuesta en diciembre de 2015, algunos resultados se hicieron visibles. Según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados (CICCRA), en 2016 las exportaciones argentinas de carne vacuna escalaron un 10% interanual, a 218.500 toneladas.
(*) Manuel Alvarado Ledesma es Profesor de la Maestría de Agronegocios de la UCEMA