Adriana Macías tiene uñas largas y un anillo de compromiso. Está maquillada. Se corrige el pelo mientras utiliza el celular. Es mexicana, escritora motivacional, conferencista, licenciada en derecho y madre de una hija. Lleva una vida normal. Pero nació con una anomalía: nunca tuvo brazos. Transformó lo que pudo haber sido su tragedia en un estilo de vida, convirtió una ausencia en un motor, en pasión, convicción, espíritu.
Así se formó, estudió y cría una niña. Es autora de dos libros con contenidos que repite y contagia en charlas sobre superación. En su infancia, sus padres le compraron prótesis. Pero ella tenía idea rupturistas: se quitaba los brazos ortopédicos y entrenaba la habilidad de sus pies jugando con muñecas. Dijo: "Lo primero que aprendí a hacer con las prótesis fue a quitármelas. Los doctores no tenían la visión de que pudiera hacer todo con los pies, pero yo ya tenía mucha práctica por mis juegos: las Barbies fueron mi mejor terapia porque con ellas aprendí a peinar, a vestir, a abrochar botones, cosas que luego hice conmigo. Por eso cuando iba a las terapias y los médicos me dejaban sola, me quitaba los zapatos y hacía todo con los pies para irme rapidito". Explicó, con un velo de ingenuidad, que las prótesis les quedaban feas: "Yo quería ser la princesa del cuento, no el capitán Garfio".
Pensaba que en algún momento, los brazos que tenían sus padres, sus hermanos, también los iba a tener. "Si los demás tenían brazos, pues a mí me iban a salir brazos -imaginaba-. Si me crecía el pelo, si me hacía una herida y me salía piel, pues me iban a salir los brazos". No fueron días felices, pero sí necesarios. Allí forjó su espíritu de lucha. Aceptó utilizar las prótesis para asistir al colegio, aunque avisara "tengo mejor letra con los pies". Los estudios universitarios los comenzó sin sus brazos postizos, lo que significó una decisión de fortaleza anímica. "El primer día que fui a la Universidad fue un shock de emociones. Hubo que superar el reto del qué dirán, romper la etiqueta de que los pies no se suben a la mesa, pero gracias a los amigos, al buen humor y a una actitud positiva lo logré", celebró en una nota publicada en La Vanguardia.
Adriana Macías dijo que no fue fácil, que darse cuenta que siempre iba a estar sin brazos fue complicado. Aseguró que tuvo miedo, "no por la discapacidad en sí, sino por ser incapaz de cumplir mis sueños". Pero se sostuvo en valores que irradia: positivismo, optimismo, superación. En su biografía cree que la tenacidad ha sido la clave de su vida y destaca que la fórmula del éxito se manifiesta en un combo de tres factores: actitud, ímpetu e inteligencia.
En sus conferencias lo primero que hace es quitarse el zapato derecho. Lo necesita para apoyar con gestos cada una de sus palabras. Sus charlas hablan de autoestima, calidez en el servicio, actitud positiva, derechos humanos, el respeto a las personas con discapacidad y la inclusión laboral. En su tesis de licenciatura de Derecho promovió una ley para salvaguardar los derechos de las personas con discapacidad. Presume de un postgrado en Administración de Recursos Humanos y de haber participado en seminarios de Oratoria, Relaciones Humanas, Desarrollo Humano, Tanatología, Calidad en el Servicio, Programación Neurolingüística, Inteligencia Emocional y Motivación Personal.
Hizo de una discapacidad un "súper poder". Hoy se pasea como una mujer plena, independiente. Se prometió vivir con dignidad y hacer lo que la haga feliz, porque "ser feliz -asegura- es una decisión personal, y yo la tomé".
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