Raúl Sánchez comenzó a jugar al fútbol en su colegio en España. Luego, formó parte del equipo del barrio y más tarde compitió en divisiones regionales durante años.
Su pasión por el juego le acabó llevando a la liga de la asociación de veteranos Vallés-Maresme. Su último partido lo disputó el 26 de abril de 2014. Su equipo, el Club de Fútbol Lloreda de Badalona, se enfrentaba al Equa Calella. Fue un partido tenso y trabado, como demasiados de los que se viven en las ligas de veteranos.
Cuanto terminaba el partido, un compañero suyo sufrió una falta. Él se acercó a interesarse por su estado y recibió una brutal patada por la espalda por parte de un jugador rival que saltó de la grada, ya que había sido previamente expulsado.
Enseguida se dio cuenta que algo iba muy mal. Se quedó tendido en el suelo sin poder mover brazos ni piernas. La agresión le produjo lesiones en las vértebras C3 y C4 y una ruptura parcial de la médula. Lo había dejado tetrapléjico.
Pasaron más de tres años desde que Raúl Sánchez hizo por última vez lo que más le gustaba en la vida: practicar deporte con sus amigos y "lo más importante, las cervezas de después del partido". Actualmente lucha cada día para recuperar toda la movilidad posible de sus extremidades y dejar de ser una persona completamente dependiente.
También tuvo tiempo para pensar sobre las causas que lo llevaron a vivir pegado a una silla de ruedas motorizada. Fruto de estas reflexiones nació un nuevo proyecto de vida, que no es otro que poner su granito de arena para intentar erradicar la violencia en el deporte y especialmente en el fútbol: "Hay demasiada competitividad cuando ya no toca. A menudo se tiene la concepción de que el equipo rival es tu enemigo y se tiende a normalizar cosas que son absurdas, como eso de que o pasa el tío o pasa la pelota", se lamenta.
"Todo el mundo me ayuda y yo quiero ayudar también", dijo Raúl al diario español La Vanguardia, que cree que su historia personal puede contribuir a "cambiar la mentalidad de la gente que va al fútbol".
La lesión le truncó no sólo sus hábitos de vida (el padel, el montañismo, una intensa vida social), sino también sus planes a futuro. Estaba a punto de ascender en el trabajo, había terminado un Grado Superior de diseño industrial y tenía pensado anotarse a la universidad "para hacer una carrera de Ingeniería". Pero después de un calvario de hospitalizaciones y operaciones, su propósito ha cambiado: "Creo que puedo ser útil a la sociedad si enfoco mi actividad hacia el trabajo social", comenta.
La idea surgió en una conversación con su amigo Guillermo Cruz, que trabaja como realizador publicitario y productor independiente de documentales audiovisuales. "Él era una persona muy activa y después de salir del Instituto Guttmann, donde hizo la rehabilitación, enseguida me propuso el proyecto de hacer un el camino de Santiago en silla de ruedas y grabarlo", dice Guillermo.
El proyecto despertó el interés de numerosas asociaciones, tanto desde el ámbito municipal (a través de la iniciativa Institut Barcelona Esports (IBE) del Ajuntament de Barcelona), como autonómico (Secretaria d'Esports de la Generalitat de Catalunya) y deportivo (Federación Catalana de Fútbol).
El documental se empezó a grabar en marzo y esta semana finalizará su fase de producción. Se presentará en octubre.
El agresor aún no pidió perdón
La película cuenta el día a día de Raúl y su trabajo con los niños deportistas. "Raúl no quería que la historia se centrase en lo que sucedió sino reflejar cómo está saliendo adelante", explica el realizador. "Y yo también quería huir de cualquier tipo de amarillismo, por llamarlo de alguna manera. Hay escenas crudas de su día a día, yo creo que necesarias, pero la idea es positivizarlo todo en la medida de lo posible, como hace él", añade.
Se explica indirectamente lo que sucedió en el campo del Lloreda hace más de tres años, pero no aparecen testigos del suceso ni se ha contactado con ningún miembro del equipo rival. Tampoco con el agresor, que hoy está en libertad a la espera de un juicio. Aún no ha pedido perdón: "Lo importante es lo que pasó y no quién lo hizo", reflexiona Raúl.
Y a pesar de lo que le pasó y de las imágenes de peleas en los campos de fútbol y en las gradas que cada vez con más frecuencia se filtran a través de los medios, Raúl sigue pensando que vale la pena que los niños se formen en el deporte de equipo.
"No creo que el fútbol sea malo para los niños. Lo que es malo es la actitud de algunas personas. La competitividad sana es positiva. Y el compañerismo. Creo humildemente que mi caso puede servir para cambiar la mentalidad de la gente. Sólo con que alguien que juegue al fútbol se replantee su actitud agresiva en el campo al acordarse de lo que me pasó, ya es algo", concluye.
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