Los Juegos Olímpicos de México 1968 quedaron marcados para toda la historia, y no sólo por lo estrictamente deportivo. La mayor relevancia la obtuvo la protesta protagonizada por los atletas Tommie Smith y John Carlos al realizar el saludo denominado como Black Power, en señal de repudio a los acontecimientos racistas que vivían en Estados Unidos.
Para poner en contexto, en los años '60, hubo movimientos a favor de los derechos de los negros, con dos cabezas visibles como Malcom X y Martin Luther King. Unos meses antes de la competencia, este último fue asesinado -al igual que el primero, cuatro años antes-; lo que revolucionó a la comunidad afroamericana estadounidense.
El sociólogo Harry Edwards, que fundó el Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos, se juntó con los deportistas para pedirles que se reivindiquen. En un principio, se habló de boicotear el certamen, pero finalmente escogieron la opción de participar y utilizar el evento como una protesta global.
Si bien en los primeros días hubo atletas que recibieron medallas descalzos con medias negras, no lograron llamar la atención como lo hicieron los mencionados Smith y Carlos. El 16 de octubre de ese año, subieron al podio de los 200 metros como primero y tercero, respectivamente.
Durante el himno, ambos agacharon su cabeza y levantaron el puño con un guante -también estaban descalzos-. Smith, además, utilizó un pañuelo oscuro en su cuello, que representaba el orgullo negro. Su compañero, en cambio, se abrió la campera en solidaridad con los obreros estadounidenses y lució un colgante por los que fueron asesinados por su color de piel.
Vale mencionar que la idea original era que cada uno luzca un par de guantes, pero John Carlos se olvidó los suyos en la habitación. El compañero de ambos en el podio, el australiano Peter Norman, que también llevó insignias pro Derechos Humanos, les dio la idea de ponerse uno cada uno. "Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra entenderá lo que hicimos esta noche", dijo Smith.
"No podíamos hacer casi nada porque nos veían como personas de segunda categoría. Si veías un blanco, inmediatamente tenías que cambiar de acera. Tampoco podíamos compartir los servicios públicos. Había baños para los blancos, muy limpios, y para los negros, muy sucios. No había igualdad en ningún sentido", expresó Smith en una entrevista al diario El país en 2008, cuando se cumplieron 40 años de ese gesto emblemático de la lucha contra el racismo.
En su momento, su accionar no fue bien visto por el público, que los silbó al bajar del podio y, más tarde, el Comité Olímpico Internacional decidió expulsarlos por reivindicación política, algo que consideraron inapropiado.
Pero ambos lograron marcar un quiebre, ya que los tres medallistas de los 400 metros, todos estadounidenses, imitaron su saludo. También Bob Beamon, luego de marcar un hito con su salto. Ante este panorama, el COI ya no se atrevió a echar a ninguno más.
Los dos atletas terminaron siendo apuntados en su país: fueron perseguidos y amenazados de muerte. Smith dejó de competir para terminar jugando al fútbol americano en los Cincinnati Bengals. Carlos continuó un poco más, hasta que lo imitó y desembarcó en los Philadelphia Eagles. Su mujer se suicidó ante todas las presiones que sufrieron.
Norman también tuvo varios problemas. Le negaron la participación en los siguientes Juegos Olímpicos, pese a obtener la plaza, y terminó cayendo el alcohol. Murió en 2006, a los 64 años. En su funeral, Smith y Carlos portaron su féretro.
Si bien recibieron represalias y su Black Power complicó sus carreras deportivas, ambos atletas contribuyeron de enorme manera para intentar asentar las bases de la igualdad entre los blancos y los negros.