Quien por entonces era Interventor en la AFA, don Armando Ramos Ruíz, levantó el teléfono directo de su despacho y escuchó:
.- Señor Interventor, mucho gusto, ¿cómo está? Mire, le hablo desde la "privada" de la Presidencia de la Nación. Vea, me han encomendado que le transmitiera un deseo del General…"
.- Ah, muy bien, ¿y cuál es ese deseo?.-
.-Vea, para el General Onganía la Selección Nacional de fútbol deberá alcanzar todos los objetivos propuestos y para ello contará con el apoyo de la Presidencia de la Nación.-
.-Me parece muy bien, estamos de acuerdo y qué debe hacer la AFA en este caso.-
.-Bueno, al General le gustaría que Argentina juegue las Eliminatorias en la cancha de Boca y a la vez no estaría mal cambiar al director técnico que está en la actualidad…-
.-¿Perdón?, esa parte no la entiendo bien…
.-Bueno, como comprenderá estimado señor Interventor, esos partidos amistosos contra Chile y Paraguay fueron un desastre y no podemos dar ninguna ventaja. Deberíamos tomar los recaudos para asegurarnos de que por lo menos quien dirija al Seleccionado Nacional sea un hombre de probada experiencia, ¿me entiende señor Ramos Ruíz?
.-Si, he entendido todo perfectamente: hay que echar a Humberto Maschio, reemplazarlo por alguien con experiencia porque para ustedes el Bocha es demasiado joven y tiene la culpa de haber perdido dos amistoso contra Chile y Paraguay y, además, deberemos jugar contra Bolivia y Perú en la cancha de Boca.-
.-Si, muy bien, ese es el mensaje.-
.- Bueno amigo, tenga usted muy buenas noches.-
.-Buenas noches, señor Interventor.-
Cerca de las 21 horas de ese 3 de Julio de 1969, el señor Armando Ramos Ruiz, Interventor de la AFA, comenzó a poner en un amplio portafolio algunas cosas que había en sus cajones y antes de las 10 de la noche el portero de la AFA le abrió la pesada puerta de la calle Viamonte para que se marchara.
Ramos Ruiz dejaba tras de sí su indignación, su renuncia y su silencio. Un año después sería presidente del Racing Club.
Fue el momento en que alguien de muy buena relación personal con el General Juan Carlos Onganía, presumiblemente un periodista muy amigo de su esposa, llevó a cabo una "mágica sugerencia" en Olivos: "Si vamos a la cancha de Boca hay que poner a Adolfo Pedernera, que ganó los campeonatos del 64' y secundó a Pipo Rossi en el del 65'. Además tiene experiencia, personalidad e infunde respeto", dijo el autor de la idea.
Acaso por el resonante éxito de su club Chacarita Juniors en el Torneo Metropolitano de ese 1969, fue nombrado Interventor de la AFA –en reemplazo del renunciante Armando Ramos Ruiz- el dirigente Aldo Porri. Su designación incluía a Adolfo Pedernera en lugar del Bocha Maschio como director técnico de la Selección Nacional y a la cancha de Boca como sede de los partidos por Eliminatorias frente a Bolivia y Perú, los dos rivales del Grupo.
.-¿Quién realmente habría incidido en la opinión y en la voluntad de un presidente fáctico de la Nación como para intervenir en éstos temas más institucionales futbolísticos que de Estado?.-
Se trataba de un momento en que varias personalidades destacadas del fútbol tenían llegada a secretarios de Estado y a ministros del Ejecutivo. El fútbol como fenómeno de un interés apasionado nunca queda exento de cualquier involucramiento personal.
En aquellos años Valentín Suárez, quien había sido funcionario del ministerio de Trabajo y Previsión, pero más precisamente secretario privado de Eva Perón, siempre fue considerado como un inequívoco referente de consulta. En el mismo sentido hubo un periodista con enorme influencia sobre las decisiones políticas, económicas y sociales del país por varias décadas. Se llamaba Bernardo Neustadt y sus comienzos habían sido como cronista en la revista de Racing, club del que era hincha. Un paradigma que marcó varias generaciones de periodistas. Brillante pluma y creador de una nueva forma de comunicar por radio y por televisión. Pero Neustadt era antes que nada un futbolero muy amigo del presidente de Boca Juniors, don Alberto J. Armando, quien se proponía en 1969 lanzar la revolucionaria idea de dos enormes emprendimientos: la Ciudad Deportiva de Boca Juniors y un nuevo estadio.
Armando enancado a los éxitos futbolístícos de su club, no sólo había iniciado la era del "Fútbol Espectáculo" junto a su amigo Antonio V. Liberti –presidente de River Plate – sino que ya estaba vendiendo a un precio alto para la época lo que él llamó "La Gran Rifa para su Estadio". Y le daba a los camioneros hinchas de Boca una calcomanía muy distintiva y costosa por cada camión de tierra que llevaran hasta la Costanera Sur para "ganarle aguas al río", pues allí "habrían de erigirse la Ciudad Deportiva y el nuevo estadio".
Fue en ese marco en que Neustadt, director por entonces de la revista Extra, ayudó a Armando a llegar hasta Onganía. En esa revista trabajaba el cronista amigo de la esposa del General, aunque Bernardo, "per se", tenía frecuente acceso a Olivos.
Don Alberto J. Armando quería ganarle "la pulseada" política a don Antonio Vespucio Liberti, presidente de River. Fueron sus esfuerzos los que lograron que en 1969 los partidos se jugaran en la Boca.
Lo que no pudieron prever fue lo más importante, el rendimiento de los jugadores de nuestro equipo. Lo recuerdo como hoy. Había euforia en el estadio. Y estaba colmado. El túnel de entonces era uno solo, el que hoy es para el equipo visitante. Primero salió Perú, con una enorme Bandera Argentina. Lo hizo caminando, casi sin correr, como les había pedido su técnico, el inolvidable Didí. Y a los dos minutos salimos nosotros. La
Bombonera se vino abajo. Un aliento ensordecedor y constante. Fue bárbaro. Era un buen augurio. Pero…
Siempre el público refleja lo que recibe del actor. En el caso del fútbol lo potencian la pasión y la identificación. No hay hinchas de la Selección Nacional, hay hinchas de todos los clubes que convergen cuando juega la Selección. Y no entregan su incondicionalidad tal como pudiera ocurrir con sus clubes. El hincha de la Selección Nacional es un hincha con más universalismo y menos entrega. Por cierto, se trata de un adherente crítico y demandante. Es un hincha que en lugar de sentir orgullo por ser testigo y partícipe de una final se enfurece porque la Selección hubiese convertido un penal menos que su adversario.
El escenario no garantiza ninguna actuación. Menos un resultado. Y no es cierto que el adversario pudiere sentir presión intimidatoria por el vocerío. Aquella tarde de 1969 jugó en contra. Le metió presión a jugadores de larga trayectoria, leones que jugaron en los principales escenarios del mundo por cosas importantes con sus clubes o con la Selección y sin embargo, el juego de los silencios y los cánticos, resultaban tan abrumadores como negativos. Hubo más recriminaciones corales que aprobaciones festejadas mientras los peruanos jugaban tocando, tranquilos, sin apuro y con más precisión que los nuestros. En la línea del tiempo la decisión de Onganía fue desacertada.
No parece posible que reincidamos. Y menos cuando resulta claro que jamás se podría haber mutado el estadio de River por la cancha de Boca sin el consentimiento de los jugadores. La propuesta pudo haber transitado dos caminos: de los dirigentes hacia los jugadores o viceversa. En cualquier caso no hubiéramos llegado a esta realidad sin la aprobación de los jugadores.
Lo más difícil para un técnico es la renovación de su discurso motivacional. Ricardo Gareca debe sentirse agradecido, pues la AFA le ha facilitado la arenga: "Señores, tienen la gran y única oportunidad de sus vidas de igualar y hasta superar a los "héroes del 69". Estamos aquí en el mismo escenario frente al mismo rival. Recuerden los dos goles de Cachito Ramírez, imiten a Héctor Chumpitaz, a Teófilo Cubillas, sean como Baylon o Rubiños… Nunca nadie antes había tenido esta oportunidad: volvemos a estar con todo el público en contra y frente a Messi, el mejor jugador del mundo, ¿van a dejar pasar ésta oportunidad?". Esto es lo que imaginariamente podría decir. Lo que sí dijo realmente el técnico de Perú es tan terrenal, austero y respetuoso como él mismo: "No esperamos un clima hostil, si un ambiente de final. El recibimiento será espectacular por la cantidad de peruanos que hay en la Argentina. Este es el partido más importante de Perú y lo va a jugar todo el país. Argentina estará tan pendiente de nosotros, como nosotros de ellos". Ricardo Gareca, claramente, ya transfirió su mensaje a los jugadores que conduce haciéndolos actores del hecho más importante en la historia del fútbol de
Perú y a la vez, derivó en los nuestros la obligación compartida del resultado.
¿Y cuál sería el discurso de Sampaoli? "Bueno, estamos en la Boca como lo pidieron (o aceptamos) y tenemos que ganar. Brotará talento desde el césped, bajarán oportunidades desde las tribunas, les llegará tranquilidad desde el cielo y coraje desde el espacio…" . Mientras tanto el técnico jefe de la Selección Argentina volvió a viajar a Europa para "hablar con los jugadores". ¿ Qué cosas podría hablar después de dar a conocer la lista una semana antes de recibir a los mismos jugadores a quienes habrá de visitar? Suena innecesario y subestimatorio hacia los propios actores. Irse a Barcelona, París y Milán para encontrarse con dirigidos a quienes tendrá en Ezeiza apenas unos días después no resulta demasiado lógico. Invade el espacio de "humo". Insiste Sampaoli con mostrar sus actos antes que explicarlos y pareciera no advertir la emergencia que imponen las necesidades. Hoy lo ideal es solo lo posible. Y lo posible no transita el camino de audaces ensayos o designaciones alucinadas para los cuales
seguramente habrá tiempo una vez clasificados para Rusia.
Por otra parte, no hay como justificar el cambio de escenario. Argentina nunca quedó fuera de un Mundial jugando en River. Allí ganó sus títulos sudamericanos y un Mundial. Y quienes lo hicieron jugaron después ante 100.000 personas hostiles gritándoles en contra en el Azteca (1986), en Olímpico de Roma (1990) o en el Maracaná (2014). No es el estadio quien califica la actitud de un equipo, si no los hombres que lo integran.
Todo buen dirigente de Boca siempre se ha preocupado por convertir a la Bombonera en el escenario de la Selección, pues en el fondo es una manera de "ganarle" a River. Se trata de un objetivo de todos los tiempos. De ayer, y más enfáticamente aún de hoy. Lo logró Alberto J. Armando convenciendo a Juan Carlos Onganía en 1969; Mauricio Macri llevando a Colombia en las Eliminatorias de 1997 "para vengar el 0-5 del 93'", que
fue empate 1-1, y Daniel Angelici con una impecable gestión de Juan Carlos Crespi con el Argentina-Brasil en 2012, por el Superclásico de las Américas tras suspenderse en Resistencia por corte de luz.
La cancha de Boca es una olla hirviendo para los contrarios cuando juega Boca. Los hinchas de Boca hacen sentir ese rigor que alcanza a todos los actores incluyendo a los árbitros. Es la expresión máxima de la pasión sonora. Y la incondicionalidad de la hinchada de Boca la torna intimidatoria para los rivales. Pero cuando quien juega es la Selección no pasa lo mismo. Y menos cuando los precios seleccionan el target. En su mayoría no son los frecuentes y tradicionales hinchas de los equipos quienes pueden ir, sino una mayoría de simpatizantes a quienes los convoca el fenómeno, las selfies, los videos personales, etc. En aquel histórico –y nefasto- partido del 69' fue un factor en contra y esos si eran hinchas de todos los equipos. Los silencios metían miedo. Y
cuando los peruanos hacían circular el balón con notable precisión, el murmullo de contrariedad resultaba fatal. Luego el silencio se convirtió en gritos de reprobación para todos, especialmente para el gran Adolfo Pedernera. Más tarde comenzaron a abuchear, y por último a pedir a Alberto Rendo, quien ingresó en lugar de Juan Carlos Rulli. Y aunque éste ingreso logró cambiar la actitud del equipo, ya era tarde… quedamos
fuera de México 70'.
Al abandonar el estadio, la multitud fue ganando las calles de La Boca bajo una enorme tristeza. El decreto de Onganía no garantizó nada. Ahora la verdad la tendrán siempre los jugadores en el campo de juego. Y en ellos confiamos para evitar dolores y vergüenzas.
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