El argentino Matías Ola tuvo que abandonar el cruce del Canal de Molokai en Hawaii por inclemencias del tiempo

En el medio de la hazaña se enfrentó con dos tiburones y el ataque de un banco de medusas, las cuales sorteó con éxito pero no pudo contra una fuerte corriente marina

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Desde el 31 de julio, el nadador argentino Matías Ola se embarcó en un gran proyecto llamado Unir el Mundo en el que tiene como objetivo cruzar a nado los canales más peligrosos del planeta ubicados en los 7 Océanos.

Toda la odisea es documentada y narrada por el periodista Hernán Lirio a través de salidas en vivo por la página oficial de Facebook. Además, tendrá un programa de televisión llamado "Unir el mundo: los 7 Océanos".

Esta travesía sólo fue completada por 7 personas en la historia. El primer desafío fue el Canal de Molokai en Hawaii. Ola comenzó el recorrido el 3 de agosto a las 18, nadó toda la noche, más de 17 horas, hasta que una fuerte corriente marina lo obligó a salir del agua. Antes de eso, se enfrentó a dos tiburones y al ataque de un banco de medusas que le produjo varias lastimaduras.

“El Canal de Molokai, como me expresó mi amigo Jorge Crivilles Villanueva, realmente era un monstruo. La travesía más dura que he hecho en mi vida. Cuando comencé a nadar no visualizaba en mi mente todo lo que iba a pasar, confiaba en mí mismo, en mi equipo y en Dios”, expresó el tucumano a Infobae.
El nadador estuvo acompañado por dos kayakers, que alternaron cada dos horas y lo asistieron. También con un barco más grande detrás suyo que le iluminó el camino con luces de neón cuando cayó la noche y que se acercó para para alimentarlo.
“La noche era más oscura, la luna y las estrellas se ocultaban entre las nubes. La temperatura comenzó a bajar y mi cuerpo lo sentía. Tenía que nadar más rápido para evitar el frío, sólo tenía el deseo de volver a ver el sol pronto pero aún faltaban 5 horas”, relató el deportista sobre el inicio de su travesía.
“El frío afectó mi estómago y vomité varias veces por lo que tuve que dejar de comer frutas por un tiempo y seguir nadando. De alguna forma descubrí fuerzas en mí que no sabía que tenía, no dejé de bracear y todos los momentos más lindos de mi vida estaban conmigo”, continuó.
Ola se hallaba en medio del océano, sumergido en la oscuridad de la noche y con poca visibilidad cuando tuvo su primer obstáculo. “En medio de la noche siento una fuerte quemadura en mis brazos y pecho. ‘¡Medusas!’ grité del dolor. Era como una electricidad y que querían abrir mi piel. El kayaker me animaba a que siguiera y me decía que podían venir más. Faltaban dos horas para el amanecer y el frío seguía siendo intenso. ‘Necesito el sol’, les decía a mis compañeros. Sentía que no tenía rumbo al nadar, ni siquiera podía ver mis propias manos”, explicó.
Llegadas las seis de la mañana y con el cielo aclarándose, Matías llevaba recorrido medio canal y estaba contento. Desde su ubicación ya se podía vislumbrar las luces del faro, que indicaba el punto de llegada. Pero las dificultadas volvieron a aparecer: “En ese momento, miro para abajo y a pocos metros de donde me encontraba visualizo dos tiburones. No podía creer lo que estaba pasando. Me acerqué al kayaker diciéndole lo que sucedía. No había de qué preocuparse, los tiburones estaban en su propia casa y el único extraño en ese momento era yo”.
El plan original era lograr el trayecto en 12 horas de acuerdo a las condiciones climáticas iniciales. A pesar de las dificultades durante la noche, Ola había avanzado mucho. Todo indicaba que iba a poder finalizar su primera odisea.
“De repente todo se para y los kayakers me pidieron que nade más rápido, que necesitamos superar unas corrientes que se atravesaban por el camino. Ellos sabían leer el agua y me indicaron cambiar de rumbo varias veces. Pasamos así toda la mañana. Avanzábamos un kilómetro cada hora. Era muy poco pero las corrientes se hacían sentir”, relató Ola acerca del momento más crítico de su aventura.
Llevaba 17 horas en el agua, a ese promedio necesitaba 15 horas más para lograr cruzar esas corrientes. “A pesar de que yo tenía aún fuerzas éramos un equipo. La cantidad de hidratos y alimentos que llevamos no iban a alcanzar y nuevamente caería la noche. Nada nos aseguraba que las corrientes iban a irse. Sólo quedaban 15 km para llegar y estuvimos durante cuatro horas nadando apenas cuatro kilómetros”, contó.
El argentino tuvo que tomar la decisión de abandonar y contárselo a su equipo. “Hice llamar al barco para hablar con Alejandro Matías Lecot y el resto del grupo. Desde el agua les expresé mi perdón porque seguro todo los obstáculos más difíciles los habíamos pasado pero esto ya significaba arriesgarnos demasiado. Y decidimos dejarlo”, admitió.
“El Molokai nos golpeó fuerte pero aguantamos. Me enseñó acerca del dolor, de lo importante de ser guiados, que es más linda la luz que la oscuridad y que el miedo se supera con confianza en uno mismo. La naturaleza nos demostró que no podemos evadirla, que dependemos de ella. Las corrientes nos pusieron un stop y lo aceptamos con humildad. No somos lo que somos por lo que logramos, sino por lo que creemos por nuestros principios y valores”, expresó el argentino tras no poder finalizar el reto.

El nadador seguirá con la travesía por el resto de los canales y dejará para el último el canal de las islas hawaianas.

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