El crecimiento del fútbol argentino se desarrolló en los cimientos de dos escuelas con estilos muy diferentes. La de Menotti, influenciada por la Holanda de Cruyff, en busca de una estética basada en la posesión, el dominio y la perfección armoniosa de los intérpretes; y la de Bilardo, amparada en el axioma que afirma que el fin justifica los medios, donde los aspectos éticos y morales se ignoran bajo el paraguas de los grises del reglamento.
Si bien en la actualidad hay muchos entrenadores que fusionan los mejores aspectos de cada una, como los casos de Marcelo Bielsa o Jorge Sampaoli, todavía hay algunos técnicos que priorizan la línea de los dos únicos seleccionadores que levantaron la Copa del Mundo con la Selección. Personajes como Marcelo Gallardo, Ángel Cappa o Alfio Basile se inclinan bajo la órbita del Flaco, mientras que Diego Simeone, Mostaza Merlo o Caruso Lombardi, por citar algunos ejemplos, prefieren los mecanismos del Doctor.
Carlos Bilardo comenzó su carrera como estratega absorbiendo la sabiduría de Osvaldo Zubeldía. En 1970 se integró al grupo de trabajo del ídolo de Estudiantes y al año siguiente se hizo cargo del primer equipo del Pincha. Naturalmente, el experimentado DT de Junín le ofreció al Narigón todas sus fórmulas para llegar al éxito, pero el ADN de la picardía lo adquirió en su época de jugador. Como allí también respondía a las órdenes del hombre que cosechó 6 títulos con la entidad platense, el joven surgido de La Paternal tomó nota de todas las indicaciones que le daba su maestro, aunque también observaba a sus rivales.
Probablemente haya sido en la Copa Interamericana de 1969 donde el Doctor conoció a Ignacio Trelles, un histórico entrenador de México que aún hoy conserva el récord de ser el técnico más ganador de la era profesional azteca. En aquella competición internacional Bilardo sembró la semilla del fruto que cosecharía un tiempo después.
Nacho era un distinto, un adelantado de la época. Cuando enfrentó a Estudiantes ya tenía la experiencia de haber viajado al Mundial de Chile, donde dejó su huella gracias a su auténtica viveza. Las estadísticas marcan la prematura eliminación en primera ronda, pero es necesario destacar que en su grupo le tocó enfrentar a los que serían los finalistas del certamen (derrota con Brasil por 2 a 0 y victoria ante Checoslovaquia por 3 a 1).
Más allá de la digna actuación de su equipo, el hecho más llamativo ocurrió en el duelo ante España. Aquel día el estadio Sausalito de Viña del Mar quedó perplejo por la ocurrencia de Trelles. Como una sanción le prohibía al DT ingresar al campo de juego, el mexicano se disfrazó de fotógrafo para ubicarse cerca de la línea de cal y brindar sus indicaciones a los jugadores. La caída por la mínima diferencia fue un detalle para los 11.875 espectadores que estuvieron en Ciudad Jardín, dado que una acción similar no volvió a verse en una Copa del Mundo.
Otro truco que inventó el estratega de Guadalajara fue el detalle de ocuparse del estado de las canchas. En la década del cincuenta, cuando daba sus primeros pasos en el Zacatepec, el propio Nacho salía a regar el terreno una hora y media antes del partido para que a las 15:30 (hora de inicio de los encuentros) el vapor y la humedad afectaran las condiciones físicas de los rivales.
Tal vez la anécdota que más recuerdan sus seguidores sea la que protagonizó cuando estaba a cargo del Puebla, en un duelo de la temporada de 1973 contra el América. En esa oportunidad Trelles consiguió suspender el cotejo para evitar la derrota frente a la potencia de las Águilas. Como cada vez que atacaba el combinado de Coapa el técnico invadía el césped para cortar las jugadas de sus atacantes, el árbitro Arturo Yamasaki se acercó al entrenador y le dijo: "Esto no puede seguir así, o se va usted o me voy yo".
Sin dudas, la advertencia hubiera generado en cualquier persona normal un pedido de disculpas para darle continuidad al espectáculo, pero no en Nacho. Él redobló la apuesta con la misión de lograr el resultado deseado: "Pues váyase usted, yo aquí estoy de lo más cómodo", respondió el DT. Desconcertado por la réplica, el colegiado decidió suspender el choque cuando el Puebla ganaba 3 a 2. Unos días más tarde la organización reprogramó el compromiso.
Antes de que Bilardo saliera a la cancha con 17 jugadores, 2 asistentes técnicos, 2 doctores y 5 pelotas oficiales, Ignacio Trelles ya lo hacía en su país. El Doctor tomó los conceptos del azteca y los profundizó. Un ejemplo de ello es la estrategia que aplicó el entrenador para enfriar los partidos cuando sus dirigidos sufrían el agobio de sus rivales. Mientras la mayoría de los técnicos elegían esconder los balones para reanudar las acciones, Trelles obligaba a los ball boys a tirar muchas pelotas al mismo tiempo, dado que el reglamento exige frenar el encuentro si hay más de una en la cancha. La semilla la sembró Nacho, Zubeldía la regó durante sus días en La Plata, pero el bidón y los alfileres son obras del Narigón. Justamente en México Bilardo consiguió su máximo logro profesional al frente de la Argentina. Allí se cerró el círculo de una de las escuelas más polémicas y exitosas que formó nuestro fútbol.
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