Un año atrás, la crítica se ensañaba con Boca luego de que el club oficializara la compra de Darío Benedetto. Parecía una locura que el club pagara cinco millones de dólares por el pase de un jugador que iba a usar la mítica Nº 9 sin garantía de éxito. Pícaro, dos días antes de su fichaje, ocurrido el 8 de junio de 2016, Pipa tocó el corazón de los hinchas: "Siempre fui de Boca. Tengo un escudo tatuado en el cuerpo", lanzaba a modo de bautismo Xeneize.
El jugador, nacido en Berazategui el 17 de mayo de 1990, era entonces un excéntrico futbolista de cuerpo colmado de tatuajes, recordado por su paso por Arsenal de Sarandí, de donde surgió y en el que ganó tres títulos, y de relativos laureles en el América de México. Cinco millones de dólares eran demasiado… decían.
Benedetto supo sin embargo aquello de que el camino se hace andando y dejó a la gente hablar. Su presentación fue 15 días después, en un amistoso frente a Olimpia de Paraguay (0-0), en Salta, pero su debut oficial fue nada más y nada menos que en las semifinales de la Copa Libertadores 2016, en la recordada llave que Boca perdió con Independiente del Valle.
Aquello fue un duro golpe para el club, el equipo, el cuerpo técnico y los jugadores. Si antes de transformarse en futbolista de Boca, Benedetto era mirado de reojo, ahora que había sido el 9 del equipo en la eliminación ante los ecuatorianos y no había marcado goles, los cinco millones parecían ser 10 o 15. El club, decían, se había equivocado al traerlo.
El primer gol tardó casi tres meses en llegar. Fue el 22 de agosto de 2016 ante Santamarina de Tandil, en la Copa Argentina, tras una combinación con Carlos Tevez, ídolo de Pipa. El equipo logró el pase a octavos de la competencia federal pero aquello no era suficiente.
El hincha y la prensa debatían respecto de la capacidad del goleador. La verdadera capacidad. Benedetto, por su parte, trabajaba en silencio. De a poco fue encontrando su lugar y asentándose. Llegó el 2017 y el delantero atravesó un momento clave. Era titular en el equipo de Guillermo Barros Schelotto pero no hacía goles, reservados entonces para Walter Bou, un suplente de lujo. El futbolista salía desde el banco, entraba y marcaba. Así la gente comenzó a reclamar la salida del equipo del ex Arsenal, pero Guillermo lo sostuvo hasta el cansancio. Y Pipa no falló.
Entendió que el 9 de Boca debía hacer goles. Marcar y marcar. Fue clave en partidos donde Boca sumó puntos que por juego no merecía, pero eso a quién le importa. Ahí estaba Benedetto, pateando de afuera, cabeceando, girando, sacándose una marca de encima tras otra y dándole al equipo triunfos que lo mantenían arriba en la tabla.
Marcó 18 de los 58 tantos que lleva el Xeneize en el campeonato que conquistó y al que aún le quedan por disputar dos partidos. En su primera temporada en el club del que es hincha, Darío Benedetto lleva convertidos 28 goles en 20 partidos: el promedio es de 1,4. El futuro es una incógnita y, se sabe, las comparaciones son odiosas. El dato, sin embargo, vale la pena: en su primera temporada en Boca, Martín Palermo hizo 21 goles en 36 partidos. Su promedio: 0.58.
Un año después, Benedetto se ganó al hincha de Boca. Las ofertas para llevárselo abundan, pero el hincha quiere jugar la Copa Libertadores con él y nadie se acuerda hoy de los cinco millones de dólares.
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