A pasos lentos pero firmes, y en base a una gran lucha y a un ejemplo de organización, las mujeres han logrado avances en materia de derechos y algunas mejoras en lo que refiere a sus condiciones de vida. Sin embargo, aún quedan muchas reivindicaciones por alcanzar y demasiados terrenos por conquistar. Uno de esos espacios en los que el género femenino aún ocupa un lugar marginal es el deporte y, sobre todo, el fútbol.
El punto de partida para apostar a un cambio radical en la inserción de las mujeres en la disciplina es problematizar el rol tradicional e histórico que se les ha asignado a ellas en la sociedad y, en consecuencia, en el deporte. Históricamente, el sistema patriarcal ha ubicado al género femenino en el ámbito de lo privado (el hogar, la familia, las tareas de cuidado) y ha reservado para los varones la participación en la vida pública, de la cual el deporte es parte vital. Ese mandato es el que muchas, con una gran pelea desde distintos roles, están tratando de romper.
La falta de indumentaria femenina, la negativa de los clubes a brindar espacios para los entrenamientos y canchas para los partidos, la existencia de plateas exclusivas para damas, la ausencia de una retribución económica y las situaciones de machismo y xenofobia dentro de las instituciones son algunas de las trabas que alejan a las mujeres de la práctica del fútbol, de la asistencia a los estadios como espectadoras y de la asunción de roles como dirigentes. Esas cuestiones se abordaron en una charla-debate organizada por la Coordinadora de Hinchas, que se realizó en el Instituto de Investigaciones Gino Germani.
"Viví un montón de malos momentos. He sufrido y sigo sufriendo la discriminación hacia las mujeres", contó Giselle "Play" Piamonte, jugadora de fútbol 11 en Boca Juniors y de futsal en Huracán. Sobre su experiencia en "El Globo" y las dificultades a las que se enfrenta día a día, agregó: "Recién después de seis meses de campeonato nos dieron la indumentaria. Además, entrenamos de 21.30 hasta la medianoche en Parque Patricios y hay chicas que vienen de Vicente López, Puente La Noria o Avellaneda. Da miedo salir a la noche, tomar un colectivo en Constitución y que los hombres miren que tenés botines o un short. No puede ser que a las mujeres nos desprestigien de esa manera: los varones entrenan cómodamente a las 18.30. Ellos arrancan temprano y a nosotras nos dejan para lo último. Eso pasa en todos los clubes. ¿Estamos esperando que nos pase algo para que cambien el horario de la actividad?".
Diana Paterno es la única mujer que integra la comisión directiva de River Plate. Se desempeña como vocal, integra la comisión de mujeres y es presidenta de Macfut (Mujeres Asociadas a Clubes de Fútbol). Desde su rol de dirigente también le tocó afrontar los prejuicios. "Siempre se preguntan 'uy, esta cómo llegó' y no puede ser por mi capacidad o por toda mi carrera en el fútbol. Yo estoy en un lugar que me gané con los años, nadie me regaló nada", recalcó Paterno, quien pelea por que más mujeres puedan ocupar cargos de cara a las elecciones que habrá en "El Millonario" en diciembre.
En el año 2015 se sancionó la Ley 27.202, más conocida como Ley del Deporte, que en uno de sus artículos establece "la igualdad de oportunidades en términos de género de participar e intervenir en todos los niveles de adopción de decisiones en el deporte y la actividad física". A las claras, esta normativa hoy no se cumple en el fútbol argentino. Son pocos los casos de mujeres que integran comisiones directivas en clubes o que tienen perspectivas de llegar a la AFA.
Para Mónica Santino, ex jugadora y actual entrenadora, es clave que el movimiento de mujeres tome el derecho al juego como una premisa en el marco de sus reivindicaciones. "Cada vez estamos más convencidas de nuestros derechos, hablando de empoderamiento y de perspectiva de género, pero todo eso no llega a la AFA porque hay dirigentes que piensan de manera machista y prejuiciosa, que entienden que fútbol es cosa de hombres, que nosotras lo hacemos mal, que no tememos fuerza para meter un cambio de frente", denunció.
"La Nuestra" es el nombre que recibe el proyecto de fútbol femenino que Santino lidera en la Villa 31. Con una gran persistencia, las chicas lograron imponerse y se ganaron su espacio en un terreno codiciado: la canchita del barrio. Lo que hicieron significó una "verdadera revolución", según la entrenadora. "Todo lo cambió el fútbol. Las chicas se sintieron poderosas por ocupar un lugar que antes les era prohibido. Ellas eran más y los varones tenían que correrse. El fútbol nos da mucho poder", destacó y reivindicó la lucha feminista como forma para romper discursos y lograr visibilidad en ese fenómeno cultural de gran magnitud mundial que es el fútbol.
El fútbol cambió la vida de las chicas: hizo aumentar su autoestima y su confianza. Para la entrenadora, es muy difícil que alguna de ellas se convierta en víctima de violencia machista debido a que, a través del deporte y del trabajo en equipo, adquirieron una conciencia de género y aprendieron "que los prejuicios del patriarcado no son ciertos". El próximo paso es fundar su propio club en el barrio. "El deporte es una herramienta para que la mujer haga valer sus derechos, arme redes con otras y transforme la realidad de su comunidad", sostuvo Santino.
El desdén hacia el fútbol femenino es lo que hace que la disciplina no crezca en la Argentina y que la Selección no pueda estar a la altura de los equipos más poderosos del mundo. En el país, prácticamente no hay formación infantil para las jugadoras. Aquellas que deciden dedicarse al deporte llegan a los equipos en la adolescencia o siendo ya adultas, habiendo perdido toda una etapa formativa clave para una atleta. No es lo mismo aprender gestos técnicos y dispositivos tácticos a los siete u ocho años, que casi a los 20.
También están los propios prejuicios machistas que muchas mujeres aún no han logrado romper. Para muchas, la voz de autoridad sigue siendo la de los varones, por lo que las entrenadoras tienen una tarea doble a la hora de hacer llegar sus conceptos. El problema es aún mayor si se tiene en cuenta que las posibilidades de trabajo son casi nulas para las DT, por lo que pocas eligen seguir esa carrera. De esa manera, tampoco se generan referentes femeninas en el deporte. Es un círculo que, de una manera u otra, termina por dejar a las mujeres lejos de las posibilidades de conducir un grupo.
La discriminación también se hace palpable en lo que hace a los cuerpos y las sexualidades de las mujeres que ejercen diferentes roles dentro del ámbito del fútbol. "Para muchos, yo salí con medio River", dijo Paterno y, aunque hoy esos comentarios le causan gracia, admitió que antes le dolían los rumores sobre su vida privada ya que lo único que hacían era empañar el trabajo que llevaba adelante. "No se fijan en el laburo que una viene haciendo. Al principio me hacía mucha mala sangre y hasta pensé en bajarme de la lista", reconoció.
Para las futbolistas, los señalamientos pasan por otro lado. Se cree que, por el hecho de ser mujeres, son inferiores en materia de juego. "Si le tirás un caño a un chico, lo cargan porque se lo hizo una piba", contó "Play". Pero sus cuestiones íntimas también son materia de comentarios. Las chicas que eligen jugar son tildadas de "machonas" o se cuestiona -y se da por sobreentendida- su orientación sexual.
"El lesbianismo es tomado de una manera peyorativa, como una condición inferior a ser mujer. Se piensa que si jugás al fútbol es porque querés ser un hombre y porque querés ser un hombre sos lesbiana. Esas son muchas de las heridas que llevamos a lo largo de nuestra vida", reflexionó Santino, quien además de entrenadora es militante de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina). Sin embargo, planteó que en el fútbol "hay una gran hipocresía respecto a la sexualidad en general" y que eso vale también para los varones. "Los homosexuales que juegan en AFA -¡que hay!- la deben pasar muy mal", aseguró.
Romper estereotipos y pelear contra los mandatos siempre conllevará una reacción (a veces violenta). Pero cada vez son más las mujeres que se animan a desafiar esos cuestionamientos y a ocupar espacios antes vedados. Jugar al fútbol es empoderamiento: es una apuesta a la libertad y el ejercicio de una autonomía que ellas ya no están dispuestas a resignar.
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