Pasaron más de 150 años desde que Argentina camina detrás de los colores celeste y blanco sin distinciones. El fin de la batalla entre unitarios y federales desembocó en la unificación política y social del país. El rojo punzó que identificaba a uno de los bandos ya es parte de la lejana historia. Entonces, ¿por qué en pleno núcleo del fútbol argentino el rojo vuelve a predominar por encima del celeste y blanco?
Familiares, amigos y fanáticos de Jorge Sampaoli unieron los más de 350 kilómetros entre la localidad de Casilda y Ezeiza para apoyar a su hijo pródigo en el día más importante de su carrera: el de la asunción en la selección argentina.
El ya famoso predio que la AFA posee en Ezeiza se pintó del rojo y blanco que representa la camiseta de Alumni de Casilda, el club que vio nacer al Zurdo, como las calles de su ciudad lo conocen. Afuera de la casa de la selección nacional, una decena de integrantes del club se apostaron en la puerta con banderas y camisetas llamando la atención de todos los medios.
Adentro, cerca de 20 familiares se adueñan de las primeras filas del auditorio que a pesar de poder albergar alrededor de 50 personas está abarrotado entre periodistas, auxiliares, cámaras de televisión, fotógrafos y, por su puesto, sus afectos entre los que brillaban sus hijos Alejandro y Sabrina –ambos piden no hablar ante la consulta de Infobae–. No hay lugar para nadie más. El color rojo de algunas camperas de Alumni se mimetiza con el chaleco de los fotógrafos. El celeste y blanco parece quedar nuevamente en un segundo plano.
"Para los hinchas de Alumni, es un campeonato más que asuma en la Selección. Media ciudad está contenta y a favor, la otra parte de la ciudad seguramente quiere que le vaya mal", había resumido uno de los fanáticos que espera en la puerta, enarbolado en una enorme bandera que reza "Los mismos de siempre".
Los cronistas que patean desde hace años el predio aseguran a viva voz que esta es la presentación con mayor afluencia de todas las que vieron en Argentina. Las voces aturden, pero de golpe el silencio se adueña del sitio: Sampaoli aparece por una puerta por primera vez con la ropa de la Selección. Una sonrisa sobresale por encima de las del resto. Es la de su hijo, que si bien sostendrá un gesto adusto por el resto del día, no puede ocultar el orgullo extremo que delata su rostro en ese preciso instante.
Chiqui Tapia se encarga de presentar a los nuevos mandos, incluido el flamante manager Jorge Burruchaga. Él será el primero en hablar y Sampa expone sus primeras manías: mirada clavada en el piso, hombros encogidos y manos frotándose por debajo del escritorio. ¿Absoluta concentración o reflejo del nerviosismo?
"Es cumplir un sueño que uno anhelaba desde hace mucho tiempo. Hay una frase de Larralde que dice: es lindo estar cerca de lo que de lejos se admira. Y yo este lugar lo admiré siempre". No pasaron ni 10 segundos desde que comenzó a hablar y el Zurdo ya despide una muestra de sus conocimientos con una frase del cantautor en Herencia para un hijo gaucho.
A lo largo de 40 minutos, el flamante técnico responderá todo tipo de preguntas. Todos escuchan con atención salvo el rebelde Benicio, su nieto. El bebé juega, ríe y llora en brazos de sus padres mientras su abuelo contesta sobre Icardi, asegura que tiene más de 100 jugadores en observación, confiesa que armará una selección local –que también tendrá jugadores que están en México– y apela al sentimiento nacional para convencer a los "40 millones".
Su expresión no se modificará. Apenas mirará al auditorio por breves lapsos para después perder nuevamente sus ojos en la nada misma. Titubeará una sola vez. Cuando se le recordará el elogio de Marcelo Bielsa –su norte– días atrás diciendo que lo había superado: "Ojalá… Ojalá…".
"Cuando uno está cerca de lo que le parecía muy lejano y admira mucho, se llena de emoción. Tener cerca a familiares y gente querida, avala más esta chance", contesta sobre el final en referencia a los suyos que lo miran desde las primeras sillas y empiezan a preparar sus cosas para iniciar la caravana que los devolverá al sur de Santa Fe.
Los flashes de las fotos se apoderan del escenario y el rojo vuelve a dejarle paso al celeste y blanco con la tranquilidad de que la revolución Sampaoli está en marcha y ellos fueron sus bastiones en las primeras horas. Su caudillo ya se prepara para "defender el escudo" porque "estamos todos debajo de la bandera nacional".
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