Corría el minuto 59 de un partido que San Lorenzo debía ganar pero sólo empataba sin goles ante Quilmes cuando en el estadio Pedro Bidegain la gente crujió: "Oleee, olé, olé, oleeeee, Pipiii, Pipiii", una y otra vez, ante un Diego Aguirre inmutable pese al reclamo de los hinchas por el ídolo, que hacía ejercicios al costado de la cancha, a la espera de entrar.
Cinco minutos después, el DT del Ciclón hizo el primer cambio: Ezequiel Ávila por Bautista Merlini. Más tarde hizo ingresar a Nicolás Zalazar por Fabricio Coloccini y finalmente puso a Tomás Conechny por Rubén Botta. Así, Pipi volvió a anclarse en el banco y su frustración por la falta de minutos quedó más expuesta que nunca.
Aguirre hizo bien, a la luz de los hechos. La entrada de Ávila potenció a San Lorenzo en ataque, lo hizo jugar y fue protagonista en el resultado ya que el volante marcó el segundo tanto cuando el equipo más lo necesitaba y asistió a Nicolás Blandi en el tercero.
El Ciclón ganó un partido importante porque con el triunfo ante Quilmes alcanzó a Boca en la cima y mostró carácter. En el ambiente quedó flotando, sin embargo, la incomodidad por ver al ídolo sentado, esperando una oportunidad que parece cada vez más lejana.
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