Su 1,67 metros de altura lo hacen pasar desapercibido. Cara avergonzada, merodea las cámaras de los periodistas un tanto obligado porque es una de las atracciones de un equipo Sub 20 sin los históricos nombres rutilantes a los que acostumbra antes de un Sudamericano como el que se avecina en Ecuador.
Ezequiel Barco atiende a Infobae y cuenta sobre el inesperado momento que le toca vivir, teniendo en cuenta que hace unos pocos meses atrás se conformaba con un sueño mucho menor: "No creía que me iba a pasar todo esto. Mi sueño cuando estaba en la Academia de Griffa era jugar en una cancha profesional. Yo sabía que viniendo a un club de AFA iba a jugar en canchas así y ya estaba contento con eso. Con el césped bien, ya me conformaba".
Gabriel Milito decidió tirar a la cancha en agosto del año pasado en la derrota contra Defensa y Justicia que eliminó a Independiente de la Copa Argentina a este pibe de 17 años. Su protagonismo creció notablemente a punto tal de sumar 19 partidos en el semestre. "Lo tomo con tranquilidad, sin ninguna presión. Sé que necesito hacer lo mejor para el equipo, para ayudar a mis compañeros", explica sobre las obligaciones que comienzan a recaer sobre su espalda.
El Turri, apodo que adoptó desde inicios del 2015 cuando arribó a la pensión de Independiente, empieza a convivir con las tentaciones que rodean al fútbol profesional. "Todos me hablan, me dicen que me cuide mucho de ahora en adelante porque ya soy un jugador profesional. Yo le hago caso a los más grandes", confiesa.
Barco será cordial a lo largo de la entrevista y por momentos apresurará las palabras a medida que responde. Su timidez se palpa en el aire y condice poco con el desfachatado espíritu que lo domina dentro del campo de juego.
Aunque hay algo que sí coincide con su personalidad adentro de la cancha. Es hombre de pocas palabras, como cuando las patadas en Primera lo toman a la carrera y él opta por levantar la cabeza sin quejarse para seguir jugando. "Cuando me pegan no digo nada porque no me gusta hablar ni discutir. Me levanto y sigo jugando. Trato de seguir haciendo el bien para el equipo", lo explica.
Ese adolescente que se esconde detrás de esta gran promesa genera que los más grande lo apadrinen: "La mayoría de los chicos con experiencia me cuentan anécdotas de jugadores que eran crack, pero por ahí dejaron todo por una mina o por algo que pasó. Antes era distinto, no me cuidaba en el tema comidas u otra cosa. Ahora me estoy cuidando con todo y me está yendo bien".
Oriundo de Villa Gobernador Galvez, Santa Fe, e hijo de un padre fabricante de ollas y una madre que trabaja como empleada doméstica, Ezequiel sueña con hacer historia. "Quiero salir campeón con Independiente", advierte sin dudarlo.
Antes, claro está, tendrá una cita que podría cambiar su carrera como pasó con otros futbolistas en el pasado: encabezará el plantel del Sub 20 que buscará en el Sudamericano de Ecuador el pasaje al Mundial de la categoría que se disputará en Corea del Sur en mayo de este año. "Siempre quise estar acá con la Selección, no me lo pierdo por nada", asegura.
Del Barco alumno existen dos facetas: aquel inconstante con los libros de la escuela y el aplicado que siguió al pie de la letra los consejos de Gabriel Milito. "Gaby me enseñó muchas cosas, me dejó todo: cómo perfilarme para ir para adelante, los desmarques o a picar en profundidad", recita como si fuese una lección del colegio, un espacio que cataloga como "importante" pero que reconoce que se le "complica".
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