"Claramente la popularidad no es algo para lo que nací. Soy deportista y no vedette ni mucho menos. No me gusta llamar la atención". Paula Pareto es consecuente con cada una de sus palabras. Silenciosa, se para a un costado para intentar evadir los flashes. No se hizo deportista para alcanzar el reconocimiento, sino que la fama es una de las tantas consecuencias de haber enfocado su cabeza en el judo.
Con su metro y medio, se para a un costado con su círculo íntimo en el evento de los Premio Olimpia donde Infobae la abordó. Entre curiosos que sueñan con robar cámara con el fondo de una foto, deportistas y periodistas, la Peque se cobijó en los amigos y familiares que la acompañaron a ganar su séptimo galardón de estas características. Intentó pasar lo más inadvertida posible. "Uno no entrena para ser conocido sino para lograr objetivos", simplifica el proceso.
"No me molesta que me conozcan en la calle. Hasta me sigue sorprendiendo que mucha gente me reconozca en ámbitos donde antes no me imaginaba. Pero no te puede molestar el hecho de que alguien se ponga contento por verte", resume en una frase los coletazos del reconocimiento que para algunos parece ser más un veneno peligroso que un buen antídoto contra el malhumor.
Hace cuatro meses la vida deportiva de Paula se transformó para siempre y arrastró también la línea histórica del deporte en el país: fue la primera mujer argentina en conquistar un oro olímpico. Sin embargo, su vida no se modificó ni un centímetro. "Sigo viajando en transporte público. La gente te saluda. Ahora un poco más potenciado que antes, o quizás el chofer no te quiere cobrar. Son cosas que me dan un poco de vergüenza porque cada uno tiene su trabajo", cuenta con cierta timidez por tener que explicar un hecho tan común para la mayoría de los ciudadanos, estrato del que forma parte, como el de moverse en un colectivo o un subte.
Quizás ese sea uno de los grandes méritos que realzan aún más sus logros en el tatami: fusionar las enormes exigencias para recibirse de médica y ser medallista olímpica. "No hay mucho cambio después de ganar la medalla dorada. De hecho, cambió más porque empecé la parte de la especialidad médica que me quedaba por hacer. Así que me cambió más por ese lado que por el otro", explica con la naturalidad de alguien que cuenta una compra en el mercado de la esquina o el pronóstico del fin de semana.
Paula analiza que su crecimiento fue "escalonado" ya que los buenos resultados a lo largo de las temporadas le fueron dando visibilidad en el mundo deportivo: "El que sabía de deportes ya me conocía. Un Juego Olímpico es a lo más alto que uno puede llegar y tiene otra trascendencia. Pero la verdad que mi vida sigue siendo la misma".
De manera inesperada, la primera conquista dorada femenina a nivel individual en la historia olímpica llegó en tiempo de justas reivindicaciones de los derechos de las mujeres: "Me llegaron los comentarios. Es un momento especial. Está bueno si puede aportar un poquito a la causa me parece genial. Está bueno que todos se hayan concientizado, y si puedo ser parte de eso, y ayudar de alguna forma es bienvenido y estoy feliz de que así sea".
A los 30 años, Tokio 2020 todavía parece como un destino alejado y no quiere volver a tropezar con la piedra del posible retiro que la persiguieron luego de Beijing 20008 y Londres 2012: "No tomé una decisión sobre mi carrera. Este año es tranquilo. En ninguno de los dos juegos pensaba seguir; ahora, la vedad, ya no digo nada. Sigo entrenando como pueda, intentando equipararla con la parte médica para ver qué pasará a futuro".
Ella, con su humildad a cuestas, ya es uno de los máximos exponentes de la historia del deporte argentino y referente absoluta del género por sus destacados logros, pero principalmente por la combinación entre el esfuerzo deportivo, la perseverancia académica y su modestia.
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