"Fui a su casa con un cuchillo escondido en mi bolsillo. Al llegar golpeé la puerta de una patada. Afortunadamente para él, esa noche, no estaba ahí". Así confesó Derek Bell su intención de terminar con la vida de George Ormond, el entrenador de fútbol que tuvo en la década de 1970 y que abusó de él durante cuatro años.
La pesadilla de Bell ocurrió entre sus 12 y sus 16, cuando Ormond trabajaba como formador de jugadores del club Newcastle. Una estremecedora historia que se conecta con la de tantas víctimas que pasaron por las sucias manos de los entrenadores de jóvenes fundamentalmente por los años '60 y '70 que en el último tiempo se animaron a contar el horror que vivieron.
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Como consecuencia de su padecimiento, pese a que Bell logró jugar profesionalmente al fútbol, su vida quedó marcada por el horror. Una vez alejado de la actividad, se encontraba trabajando en el departamento de la vivienda de la ciudad de Newcastle cuando por casualidad vio a Ormond escondido, merodeando un domicilio ocupado por jóvenes estudiantes.
Las pesadillas volvieron a su mente y, abrumado, lo siguió hasta dar con su domicilio. Entonces tomó la decisión más terrible, que finalmente no pudo concretar: "Yo quise matarlo. Lo intenté. Ya no podía vivir más, en todas partes me parecía verlo y entonces tomé el cuchillo y fui, pero no lo encontré esa noche en su casa", recordó en una entrevista que brindó a BBC Radio 5 Live.
Entonces supo que ya no quería ocultar el espanto que había vivido. Le tomó varios días ordenar su cabeza pero finalmente decidió confiar su caso a un grupo de amigos que rápidamente lo acompañaron a denunciar al pedófilo. La de Bell no era la primera acusación contra Ormond, quien en 2002 fue juzgado y encontrado culpable de varias violaciones y/o abusos contra menores por los cuales recibió una pena de seis años de cárcel.
Antes de que la Justicia actuara, sin embargo, Derek Bell tuvo la necesidad de volver a la casa de Ormond luego de no poder lograr su cometido la noche en que fue decidido a matarlo. Dos días después de aquello regresó a la casa y esta vez no llevaba un arma blanca sino una grabadora: "Fue un domingo por la mañana, cerca de las 8, cuando golpeé su puerta. Él me abrió y yo sólo le pregunté: ¿Por qué, por qué?, y él solo dijo: 'No lo sé'…"
Bell recordó que antes de irse, Ormond le hizo una pregunta con tono de amenaza: "¿No vamos a decir nada a la policía, no es cierto?".
La víctima nunca dejará de serlo. El horror será parte de su vida pero haberse animado a hablar hizo que, al menos, se hiciera justicia con el monstruo que arruinó su adolescencia. Derek Bell pide, ahora, que todos los que hayan sufrido o sufran lo mismo que él, también hablen. "Sé valiente, no te avergüences. No vivas en silencio Si puedo ayudar de cualquier manera, aquí estoy", dijo.