La combinación deportiva y política se fusionó con un show sensacional de estilos. Los dos mejores de la historia convergieron un 30 de octubre de 1974 en un cuadrilátero en el medio de la desconocida África y brindaron uno de los espectáculos más importantes en la historia del deporte. La Pelea en la Selva –conocida como Rumble in the Jungle en inglés– fue el combate del siglo porque gozó de todo tipo de condimentos. Muhammad Alí vs. George Foreman.
Quizás para entender lo grandilocuente que envuelve a este suceso hay que centrarse en la realidad africana de 1974, cuando un país había abandonado su antigua denominación de Congo Belga tras una cruenta guerra civil para pasar a llamarse Zaire (hoy República Democrática de Congo) simplemente por el capricho del dictador de turno. Su equipo de fútbol, hace unos meses, venía de dar la vuelta al planeta en el Mundial de Alemania por una fallida salida en un tiro libre. El inusual escenario sería ideal para mostrar al mundo la mejor imagen de ese país y redimirse de aquello.
Muhammad Alí era no sólo un ícono boxístico, sino que ya había confirmado sus facetas de líder social y showman. Venía de generar una convulsión al negarse a ir a pelear a Vietnam; tenía bien claro cuál era su papel en la sociedad. Enfrente se pararía la nueva esperanza. Un golpeador demoledor. El letal George Foreman que derribaba todo lo que se le ponía en frente. Los personajes ideales para que el Teniente General Mobutu Sese Seko pueda mostrar al mundo "su" país.
Muhammad Alí, el hombre libre que flotó dentro y fuera del cuadrilátero
El pequeño Alí que se había acercado al boxeo gracias a un policía local al jurar venganza por el robo de su bicicleta, según confió su madre Odessa, era ya en 1974 el mejor boxeador de la historia, más allá de sus detractores quienes despreciaban más su vertiginosa lengua que su pulido estilo.
Hacía diez años que Cassius Marcellus Clay había abandonado su denominación de "esclavo" para pasar a llamarse Muhammad Alí, renombre que recibió en la organización religiosa Nación del Islam, a la cual se había acercado por su amigo Malcom X, activista escencial en la historia en defensa de la comunidad afroamericana.
Alí se erigió como un caudillo social clave en la estructura del país. Paradójicamente, y a pesar de su habilidad en el cuadrilátero, su pico máximo había llegado por la negativa a pelear en Vietnam: "¿Por qué debemos viajar otros negros y yo a 16 mil kilómetros de nuestra casa a disparar a gente inocente que nunca nos ha molestado?". Su decisión le valió una suspensión de tres años y medio en pleno apogeo (récord de 29-0-0).
"Hubieran sido sus mejores años", opinó en el fenomenal documental Facing Alí (2009) el inglés Henry Cooper, el primer gran rival al que venció. "Contra Alí recibí los peores cortes de mi carrera: se me salía el hueso a través de la piel. Me debieron coser con 40 puntos por fuera y 40 por dentro", contó describiendo su potencia.
Ese espléndido orador y preciso boxeador, también tuvo una atípica faceta doméstica: fue padre de 10 hijos y se casó cuatro veces. Ese matiz también contó con un capítulo en su estadía en África. "Las mujeres iban al campamento de entrenamiento. Él podía elegir la que quisiera. Podía elegir cualquier mujer, de las más hermosas que vi en mi vida", confesó Larry Holmes, su joven sparring en ese entonces y quien lo vencería 7 años más tarde, ya con Alí visiblemente desmejorado de salud.
George Formean: el boxeador que pegaba como un camión en velocidad
Foreman llegó al combate de 1974 con 25 años y como un campeón en plenitud: "Cuando te golpea George Foreman es como si lo hiciera un camión a 60 kilómetros por hora", especificó el púgil canadiense George Chuvalo, que besó la lona contra los dos protagonistas de esta pelea entre 1970 y 1972. Así y todo, era un desconocido para los zaireños.
Eso era este problemático joven criado en una casa humilde de Oregon y que fue repudiado al ganar la medalla de Oro en México 1968: festejó ondeando la bandera yankee, cuando los otros negros del país reclamaban en el podio con el puño en alto, el mítico saludo del Black Power.
"Un oso años más joven, lleno de salud. Un campeón con la vitalidad salvaje", percibió el enviado argentino Ernesto Cherquis Bialo en la nota que escribió tras la pelea para El Gráfico.
La confianza de Big George estallaba en el aire. Los especialistas elogiaban sus bestiales golpes y contaba con antecedentes que preocupaban hasta al propio Muhammad: había vencido dos veces a Norton, que le rompió la mandíbula a Alí, y le dio una paliza al mítico Joe Frazier. "Ni siquiera estaba nervioso. Será el combate más fácil de mi vida", presagió antes de la pelea contra un contendiente inactivo, 7 años mayor, que había perdido el título con Frazier en 1971 y en franco declive según los analistas.
¡Ali bumaye! Una raza apoyando a su enviado
La revolución que generó la presencia de Muhammad Alí en Zaire fue impactante. Su recepción fue apoteósica. Vibrante. Miles de personas se acercaron al aeropuerto a recibirlo con todos los honores: la gran esperanza negra había aterrizado. Un libertador para una tierra esclavizada.
"Viajando sobre el desierto de Sahara en una aerolínea africana. Con pilotos africanos, con aeromozas africanas. Es la primera vez que me siento libre en mucho tiempo", asegura Alí en el avión rumbo a Zaire en una de las brillantes perlitas que refleja el documental When We Were Kings –dedicado íntegramente a describir esta pelea– ganador de un Premio Óscar en 1996, que tuvo a ambos protagonistas recibiendo el premio.
Con esos comentarios desde que comenzó hasta que terminó su estadía, se metió a un pueblo entero en el bolsillo. Aún reconociendo que estaba peleando ahí porque Mobutu fue el único capaz de poner los 10 millones de dólares –5 por lado– que se exigió para conformar la monstruosa bolsa.
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En contrapartida, el candidato de las masas blancas norteamericanas arribó al aeropuerto de Kinshasa en la más absoluta soledad y con una contrariedad para los pobladores: su perro "policía" que lo acompañaba era el símbolo de los colonos belgas, de los que se habían liberado definitivamente 14 años antes.
El icónico y controvertido Don King, promotor de la batalla y que empezó su imperio en este evento, así la presentó: "El evento deportivo más grande en la historia del mundo", a lo que Alí agregó: "De todos los tiempos".
Sin embargo, la pelea corrió riesgo: a ocho días de la presentación, Foreman se cortó la ceja con su sparring de una manera insólita y Alí enloqueció porque debió posponerse la batalla. Pensó en trasladar la pelea a Estados Unidos o en traer a Joe Frazier, hasta que se calmó.
Las ocho semanas extra en tierras africanas le sirvieron para terminar de moldear la relación con los nativos. "El hombre (Foreman) tiene miedo porque está en mi país. Es mi país: ¿quiéren que les enseñe? ¡Alí Bumbaye!", comenzó a gritar, hábil declarante, en el entrenamiento posterior a la suspensión. El grito Alí bumaye –en lingala, uno de los idiomas de Zaire, significa Alí matalo– se convirtió en una auténtica proclama de guerra.
El combate del siglo: los ocho rounds más recordados de la historia
Ya habían pasado por el escenario artistas simbólicos negros como Celia Cruz, James Brown, B.B. King y Los Spinners. Era el tiempo de la verdad. De los 15 rounds programados, sólo se pelearon ocho. Una pieza única en la historia del deporte. El marco definitivo desde lo deportivo a un evento político, artístico y social que ya había revolucionado al mundo de antemano. Los títulos CMB y AMB, en juego como excusa.
La pelea empezó a las 4 de la mañana (hora zaireña) para acomodar el horario con Estados Unidos y sólo fue vista en ese país por TV por el dictador Mobutu a través de un sistema privado ya que la televisión local no brindó el servicio. Un condimento más.
Foreman se lo llevó puesto desde el inicio. Pegó, pegó y pegó. Muhammad iba contra las cuerdas y aguantaba como quien sufre un castigo irrefrenable. Lo tomaba de la cabeza y se acercaba a su oído. Alí llegaba a su rincón, alzaba su puño en el aire y de las tribunas el clamor se escuchaba al unísono: "¡Alí Bumaye!".
En realidad, todo era una puesta en escena: "Intenté darle, intenté arrinconarlo, intenté con todos los golpes. Pero él los recibía y me susurraba: '¿Eso es todo, George?'", contó Foreman varios años más tarde.
El vigoroso Big George iba gastando su energía y eso se evidenciaba cada vez más en la lentitud de sus golpes. El quinto fue el quiebre, caminando a la culminación en el octavo. "Oí que Angelo (Dundee, entrenador de Alí) le dijo: 'Muhammad, no juegues con él'. Esa fue mi última oportunidad", detalló Foreman.
En el octavo Alí lo decidió. Como bien decía, flotó como una mariposa y picó como una abeja. George analizó aquel nocaut de un modo particular: "El mejor golpe, probablemente, de todo el combate, nunca hizo impacto. Mientras caía, intentando agarrarme, él me vio tambaleándome. En general, das el golpe de gracia. Yo hubiese hecho eso. Él se preparó para lanzar la derecha pero no lo hizo. Por eso, en mi opinión, es el mejor boxeador de la historia".
"Mientras se desarrollaba la pelea, podías ver lo que pasaba, cuando ocurrió pensé: '¡Caramba! Es un final de película. ¿Has visto algo más hollywoodense que eso?'", rememoró el púgil Chuvalo.
Ninguno volvió a ser igual
Si algo le faltaba a esta verdadera novela era el difícil camino que siguió para ambos. Si bien Alí protagonizó la recordada Thrilla in Manila (suspenso en Manila, su tercera lucha con Frazier), el mal de Parkinson que lo acompañó hasta su muerte en junio de este año comenzó a dar señales anticipadamente. Diagnosticado en 1984, su entorno afirma que ya en 1980 era un pronóstico cada vez más acertado.
"Casi que me daba miedo pegarle al cuerpo porque entrené muchos años con él y cuando iba al baño orinaba sangre", contó también Holmes, que se quedó a su lado como partenaire de entrenamiento hasta 1975 y lo venció en su anteúltima pelea, en una lucha que fue detenida por el rincón de la leyenda.
La caída de Big George fue más acentuada tras la pelea en la selva: estuvo casi dos años sin subirse a un cuadrilátero. Volvió, perdió y en el vestuario dijo haber visto a Dios. Estuvo diez años retirado, para luego retornar a los combates pero ya convertido en reverendo. "Cuando veo a Alí, veo a un héroe", elogió a su compañero de pelea en 2009.
A más de cuatro décadas de ese evento imponente, las batallas de importancia se sucedieron a través de los años. Ninguna logró aproximarse a la atmósfera que generó en diversos ámbitos la pelea que hizo rugir a la, por entonces, desconocida selva.