Es muy frecuente escuchar los duros momentos que vive un jugador de fútbol cuando debe emigrar a otro país para continuar su carrera. Lo que sufre un deportista al estar lejos de su familia, también.
¿Y lo que siente su madre?
Celia Cuccitini se vio obligada a desprenderse (en parte) de su hijo cuando tenía 13 años, dejándolo sólo junto a su padre en un país prácticamente desconocido. En ese momento, el de mayor dolor para una madre, comenzaba a hacerse realidad el sueño del adolescente que se convirtió en una estrella planetaria en el universo del fútbol.
Pero claro, ella no es sólo la madre de Lionel Messi, sino también de Rodrigo, de Matías y de María Sol, y sabía que la felicidad de los otros tres no estaba en Barcelona, lejos de su ciudad y sus amigos. La Pulga, en cambio, tenía como objetivo triunfar en el Barcelona.
Fueron tiempos difíciles, en los que Celia iba y venía de Argentina a España, sin intuir siquiera si su pequeño iba a poder debutar o no. La carcomía la incertidumbre de saber si ese sacrificio iba a valer la pena.
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Finalmente llegó el gran momento. A Jorge Messi le comunicaron que su hijo podría hacer su presentación en un amistoso en Portugal. Su madre, detrás del teléfono, sintió la misma emoción que Lionel, pero no estaba allí para abrazarlo.
Lo mismo ocurrió cuando recibieron el llamado de un dirigente de la Asociación de Fútbol Argentino. El astro y su padre estaban en Barcelona (según relata el film oficial), mientras que Celia vivía todas esas noticias desde Rosario.
Pasaron los años. Cinco, desde aquel momento en el que Lionel debutó con la camiseta de Argentina. Cuando en una imagen se reflejó el apoyo incondicional que tuvo (y tiene) esa madre hacia su hijo.
En el 2009 el astro, ya consagrado en el equipo catalán, recibió su primer Balón de Oro. Pero la verdadera ceremonia para él fue al siguiente partido, en el Camp Nou, y con toda su gente.
Allí apareció su madre, que esta vez no podía faltar. Fue ella la que saltó al campo con el trofeo entre sus manos para entregárselo a su hijo. Para vivir en carne propia cómo su pequeño se convertía en el mejor del mundo.
Porque una madre siempre está, porque el amor hacia un hijo no se desvanece con los kilómetros y porque todo sacrificio tiene recompensa, Celia Cuccittini también se sintió la mejor del mundo al ver que el sueño de su hijo se hizo realidad.