¿Qué relaciones hay entre literatura y violencia? ¿Qué influencia tiene la ficción en el mundo? ¿Cómo nace la necesidad de contar la violencia? Estas son algunas de las preguntas realizadas el domingo en el último día del 9° Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), dedicado entero a esta temática, y que intentaron responder tres escritores con experiencia en la difícil tarea de contar la monstruosidad.
Con la moderación de Ana Prieto, el panel "Todos contra todos" incorporó en el auditorio de la Biblioteca Nacional al nigeriano Leye Adenle, la española Belén Gopegui y el chileno Cristian Alarcón para debatir sobre la violencia en el mundo y en sus textos, y las relaciones con la ficción y la no ficción.
"Hay ficción que está cambiando el mundo, como las noticias falsas de Rusia que colocaron a Donald Trump en la Casa Blanca", comenzó, contundente, Adenle, novelista y cuentista de policiales nacido en Lagos en 1975 y radicado en Londres, Inglaterra. "Cualquier cosa escrita tiene poder", agregó.
A manera de matiz, Gopegui concedió que la ficción tiene influencia, "pero para frenar la violencia hay elementos más contundentes que una novela". La escritora madrileña acaba de publicar la novela Quédate este día y esta noche conmigo.
Mientras que Alarcón, periodista narrativo nacido en Chile en 1970 pero con residencia en Buenos Aires, consideró que es "hora de desembarazarse" de las misiones que pueda tener la escritura.
"Me tuve que desembarazar de la misión de que mi texto tiene que cambiar el mundo para poder crecer como escritor", consideró el autor de las crónicas Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y Si me querés, quereme transa, y agregó que "el periodismo nunca cambió el mundo".
Los tres autores describieron las diferentes conversaciones o momentos que dieron origen a sus principales obras. En el caso de Gopegui, su novela de 2014 El comité de la noche sobre dos mujeres que luchan contra el tráfico de sangre se originó el día en que escuchó a un empresario ofrecer pagar, en lo peor de la crisis financiera, por la sangre de los españoles desempleados.
Mientras que Adenle comenzó a escribir Highlife, su primera novela editada en 2016, a partir de la pregunta de qué podía hacerse frente a los episodios de mutilación y asesinato de prostitutas, con fines ritualísticos para la práctica de magia negra, en su Nigeria natal.
En el caso de Alarcón, una de sus últimas investigaciones periodísticas titulada Un crimen de odio en la ciudad del poder partió de la cruenta noticia del hallazgo de un cráneo, sin rastros de materia orgánica y "perfectamente cercenado entre la segunda y tercera vértebra".
Centrada en la violencia como eje de nuestro tiempo, Gopegui volvió la difícil situación económica en España y consideró que "un curriculum es un documento de barbarie, violencia es tener que suplicar que te dejen trabajar, que te dejen ganarte el pan".
Mientras que Adenle se refirió a la "normalización" de la violencia en los medios y la literatura, y la problemática que trae para los escritores que no deben caer en la trampa de "glorificarla" pero al mismo tiempo tampoco deben "limpiarla" hasta que sea irreconocible.
"Boko Haram quiere que escribamos sobre ellos, es nuestro deber ignorarlos", consideró con respecto al grupo terrorista que opera en el norte de Nigeria.
Alarcón hizo hincapié, en cambio, en la funcionalidad de las violencias en este "poscapitalismo criminal en el que vivimos", con una cultura pop enlazada con la violencia y hasta una "performance" de la muerte.
"La sacralización que más me preocupa hoy es la de la corrección política, la del progresismo que se satisface hablando de violencia", resumió.
Sobre el final del debate un participante del público quiso saber si alguna vez la humanidad vivió tiempos que no fueran violentos.
"Justo antes del Big Bang", fue la respuesta de Adenle.
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