Mónica ingresa al estudio de Infobae TV y entra con ella una sensación muy pero muy agradable. Su sola presencia genera un clima de armonía, buen humor y un deseo irrefrenable de charlar con esta mujer que cautiva por su presencia y su decir inteligente. Cuenta, mientras se prepara para la entrevista, que pasa por un tema personal algo delicado pero enseguida descomprime: "no tengo demasiado tiempo para esto. Tengo mucho trabajo que quiero y deseo hacer".
Mónica González es una de las periodistas de investigación más respetadas en Chile. Dirige CIPER, el Centro de investigaciones periodísticas de su país. Llegó a la Argentina para dictar un taller de periodismo organizado por la revista Anfibia. Su trabajo se conoce en toda Latinoamérica y es consultada por colegas del continente cuando se trata de desentrañar las redes de corrupción del narcotráfico, los monopolios que cartelizan bienes esenciales para las sociedades o los abusos sexuales de integrantes de la Iglesia católica.
Habla lindo. Es profunda y juega con la sonrisa en cada pensamiento. Se divierte hablando de la fama que da la televisión a los periodistas y considera miserables a los que se creen más importantes que el oficio o la noticia que tienen que contar. Hablamos con ella de la profesión, de la situación política de nuestros países y, cómo no, del sentido de la vida. Aquí, la charla:
— ¿Por qué sos periodista?
— No lo sé, quería ser médico, tenía ganas de… Yo soy de los 60, entré a la Universidad a fines de los 60. Quería tener servicio público y Medicina era lo más cercano a eso. Y tenía que trabajar, no podía estudiar solamente, entonces ya periodismo y me convertí en periodista. Yo que creo la dictadura me convirtió en periodista, la dictadura de Pinochet.
— Era un modo de pelear contra la pérdida de libertades.
— Sí y no. Más que la pérdida de libertades, por el derecho a la vida. Porque seamos claros, en las dictaduras se habla mucho de que se perdió la libertad, pero lo primero que se pierde es el derecho a la vida. Pero también a hacer el amor con libertad. A soñar.
— No lo usás como una bandera en tu currículum pero si uno ve tu trabajo, aparece que estuviste detenida durante la dictadura.
— Sí claro, no me gusta porque no soy pobrecita. O sea, si me comparo con el resto de lo que les pasó a todos los chilenos y chilenas, chilenas digamos porque fui a cárcel de mujeres en medio de una cárcel de hombres, entonces no, me daba vergüenza y pudor, no.
— ¿Cuánto tiempo estuviste detenida?
— Estuve 2 meses en cárcel y estuve más de doce veces en comisaría, en la que tenías la posibilidad de estar hasta 15 días sin que nadie te dijera que era ilegal, ¿no? Y por ser periodista. Entonces cuando vino la democracia uno se da cuenta, y eso les pasó a ustedes también, que por defender este derecho básico que es el derecho a la vida dejaste atrás cosas mínimas como esto que yo decía al principio, el derecho a hacer el amor sin ese temor a que mañana no te voy a ver. El derecho a soñar. El derecho a tener un techo. El derecho a que las mujeres no seamos discriminadas. El derecho a que no nos violenten. El derecho a una educación de calidad gratuita. Nos demoramos mucho en ir recuperando esos derechos y claro, había que hacer las dos cosas y no es fácil combinar la necesidad de justicia y verdad sobre lo que pasó con los nuevos derechos que es lo que a mí me conmovió y me remeció.
— Vos sabes que yo te escucho hablar de la dictadura y hoy en la Argentina vuelve a aparecer esta palabra. Hay sectores críticos a Mauricio Macri que le gritan "Macri basura, vos sos la dictadura". ¿Te parece oportuno? ¿Te parece lógico que se menee ese término que fue tan duro y que vos viviste en carne propia?
— A ver, yo voy a decir lo que me pasa en Chile: siento que a veces somos ligeros y frívolos en tratar de fachos a personas que no lo son. Porque el facho es un facho; es un facho que no tiene ni un solo respeto, ni un puto respeto por la vida. De verdad. O sea, para él cualquier persona que piensa distinto solo merece ser eliminada y ojalá sin saber cómo fue eliminada porque es esa hipocresía, ¿no? De todos los que no se mancharon nunca las manos con sangre pero son culpables o peores, porque entregaron los dineros, fueron cómplices, callaron, dieron el poder para matar. Para matar, quemar huesos, tirar a los mares, a los ríos. Y despojarlos de un rito ancestral, que es brutal, el derecho a enterrar a los tuyos. Y yo creo que esa frivolidad no se puede admitir. Yo no sé, yo no vivo en la Argentina, a mí lo que me molesta de Macri es que, más me molesta, sí, yo he seguido el proceso que ustedes tienen porque aparezca…
— Santiago Maldonado.
— Santiago Maldonado. Pero yo voy a decir algo, a mí también me sigue penando la gente que muere todos los días en absoluta impunidad por violencia delincuencial, por guerras entre narcos. O sea, estamos frente a otro tipo de muertes impunes que a nadie le importan. Y a mí me molesta que el gobierno de Macri no haga un tema de esto, no sea un tema de todos. O sea, Maldonado me importa pero también me importa la gente que muere por delincuencia todos los días. Un país que no garantiza la vida no es un país viable. Eso es México hoy día.
— Mirando esto me interesa mucho tu visión de los últimos años de Latinoamérica. Se produjeron movimientos como Lula-Rousseff en Brasil, Pepe Mujica y el Frente Amplio en el Uruguay, Bachelet en Chile, bueno, Chávez, que es un hecho que me parece que deberíamos separar y que me gustaría tu opinión, los Kirchner en la Argentina. ¿Eso fue algo homogéneo o te parece que es más discursivo que otra cosa?
— A mí hay un dato que me quema, como soy periodista, en 2006, en diciembre del 2006 con la muerte de Pinochet y la última elección de Chávez, la reelección de Chávez ese mismo diciembre, se cerró el ciclo, se cerró de verdad y porque el mapa de América Latina cambió, la bota militar que predominaba con dictaduras cívico-militares se pasó a gobiernos progresistas. Una década se cumplió y la desigualdad, la concentración de la riqueza en el 1 por ciento y en menos, en el 0,1 se concentró. Esa brecha enorme de este continente que lo hace el más desigual y el más violento sin tener guerras declaradas, se incendió. Entonces, yo digo: algo hemos hecho mal, ¿no? Algo ahí no funcionó. Y no funcionó si uno mira Brasil porque a Dilma nadie la pudo acusar de corrupción, en un país tan corrupto como ese. Y en un país que hoy día simboliza con lo que fue Petrobras y Odebrecht, un pulpo que sembró y puso sus tentáculos en nueve países de América Latina, en donde tiene a ex presidentes, ministros, a una cantidad de autoridades o a las puertas de la cárcel o en la cárcel o investigadas. Es decir, si nosotros sumamos la cantidad de millones escamoteados al erario público entendemos por qué no hubo posibilidad de cerrar la brecha.
— Ahí está el por qué.
— Ahí está el por qué. Y entonces ya, ocupémonos ya, porque si no va a ser demasiado tarde. Porque hay otra cosa interesante en esto: ¿no te parece raro que las grandes multinacionales operen tranquilamente en los lugares donde domina el narco? ¿Donde la ley la hace el narco? Porque esa es una característica de nuestro continente, estas zonas ocupadas por el narco en donde el Estado no entra, la ley del Estado no entra, la protección del Estado no entra, ni el medidor de luz, ni la ambulancia, ni… Nada. Ahí la la ley la hace el narco. Y las multinacionales trabajan. Algo raro pasa ahí. O mejor dicho, hay una connivencia entre narcos y multinacionales, entre carteles del crimen organizado, que hoy día también son las farmacéuticas como dijo la contralora de Colombia, la primera que se atrevió a decir que los laboratorios farmacéuticos actúan como carteles. Y duró poco en el cargo.
— Atraso un tema; presiento un sabor amargo tuyo del progresismo. Como que hubo una esperanza y uno dice bueno, la brecha no se achicó, se hizo mal. ¿El progresismo fue una desilusión en Latinoamérica?
— No me atrevería a decir que fue una desilusión, cada cual lo dirá en su país. Yo creo que en mi país hicimos avances grandes pero lo que está quedando, y eso que somos una isla frente a los otros, a mí me preocupa esta plaga. El progresismo no ha sido capaz de… no fue capaz ni siquiera de ver esta amenaza que se nos venía encima, esta telaraña de corrupción que es la que explica para mí que no cerremos la brecha, que no se haya podido disminuir ni así la brecha de la desigualdad en este continente, el más desigual del mundo. Y por lo tanto, cuando uno aspira, si uno hizo revoluciones y pienso en Salvador Allende: cambiarle el rostro de miseria a su país, era eso, ¿no? Para eso se hacen los cambios, cambiar el rostro de miseria. Yo hoy día lo que veo es una amenaza más fuerte que ayer. Yo te decía, siento que en la Argentina la investigación que se hizo sobre la corrupción con Menem dio clases a todo el continente. Así, aquí se hizo lo mejor en periodismo de investigación. Cuando hoy día yo investigo, y es lo que sigo haciendo, cómo actúan las multinacionales y se mezclan con los carteles de narcotráfico o de la trata de personas o de los negocios de las armas. Los carteles hoy día no son narcotráfico y seguimos llamándolos los periodistas cartel narcotráfico. No le diríamos jamás a las farmacéuticas cartel. A las mineras tampoco, pero las mineras actúan como cartel. Las empresas propietarias del agua actúan como cartel. Entonces, yo digo, cuando investigaban ustedes a Menem, que lo hicieron tan bien y que el continente los miraba con admiración, eso era papilla de guagua. Hoy día todo es mucho más complejo porque es el poder real. O sea, cómo pasa el dinero corrupto para escamotear del erario nacional, el dinero que debería ir a mejorar la calidad de vida, es muy complejo.
— Contame, mucho tiempo después de tus detenciones durante la dictadura chilena te tocó volver a perder la libertad en México.
— El año pasado.
— Contame cómo fue eso.
— Lamento decirte Luis que ya lo dije una sola vez, lo conté porque yo hago periodismo de investigación, porque amo México, tengo un respeto impresionante por mis colegas. Me duele la muerte de Javier Valdez, lo tengo en mi escritorio todos los días para mirarlo y decirle que no lo vamos a olvidar, como a otros. Pero no quiero hacer escarnio de eso. Sí, me secuestraron, yo estaba de viaje con mi nieta. Quería mostrarle a una de mis nietas ese país maravilloso. Y claro, me vieron rubiecita de ojos azules o sabían quién era, no sé, y pasé 3 días de terror. Tengo que agradecer que el gobierno francés presionara como lo hizo, que el embajador de Chile en México fuera uno de mis grandes amigos de universidad. ¿Pero sabes qué? Solo te voy a decir algo, ese episodio, del cual salí como salí porque aprendí a sobrevivir en dictadura y porque estaba mi nieta, que era lo que había que preservar, la vida de ella era lo que importaba, me hizo entender con mayor razón el horror que significa que en América Latina vivamos diciendo Venezuela, Venezuela, por favor, yo creo que en Venezuela Maduro es un Tony, es un payaso, un payaso desgraciadamente muy letal y nefasto. Y es un país donde se deteriora la convivencia incluso la vida cotidiana día a día. Pero en México hace mucho rato que las zonas ocupadas por los carteles, por el crimen organizado, incluyendo mineras, incluyendo empresas propietarias de agua, incluyendo empresas que trabajan con la exportación y lucran con la exportación de frutas y legumbres. Esos carteles que actúan en connivencia con el poder, con el gran poder, son invisibles. O sea, la victimización, el horror que viven millones de mexicanos a nadie le importa. Cuando nosotros estábamos en dictadura las condenas venían de todos lados. Los periodistas que denunciaban la dictadura, me consta, éramos héroes. Hoy día a nadie le importa. Y a mí eso me parece un deterioro de la democracia en América Latina tan brutal, porque esa situación la viven miles de personas prisioneras de los narcos, de la violencia de las maras de en Guatemala. Eso es y es peor que la dictadura. Fijate bien, cuántos muertos hay, cuántos desaparecidos hay en México hoy día, 30 mil. Cuántos ejecutados, más de 60 mil. ¿De qué estamos hablando? ¿Ese es un país democrático? Entonces vuelvo a lo mismo que te dije antes, o sea, sí, se habló de lo mío, yo lo denuncié porque hay que denunciarlo, porque la gente no denuncia por pánico. Queda tan aterrada, te amenazan tanto que no denuncias. Yo lo hice por eso, porque hay que denunciar. ¿Pero qué vamos a hacer con México? Entonces ahí está la gran pregunta, por qué ningún gobierno de América Latina dice que México ya no es un Estado viable. Que esa cantidad de muertos, desaparecidos, son más incluso que Argentina, Chile y Uruguay en dictadura. Qué se hace, qué vamos a hacer. Qué hacemos los colegas para ayudar a nuestros colegas mexicanos.
— Mónica, hoy se vive en el ejercicio de la profesión, particularmente en la Argentina, la denominada brecha, la grieta, sabrás esto, donde uno podría entenderlo, si es que puede entenderlo, que funcionara entre los actores del poder. Pero se ha traslado al periodismo, hay como una intolerancia entre nosotros a la hora del trabajo de manera prejuiciosa. ¿Cómo vivís ese fenómeno?
— Incómoda. Incómoda porque yo creo que en Chile también está pasando y está pasando en otros países. Veo a algunos colegas, muy grandes amigos venezolanos, que son el jamón del sandwich ¿No? Pero un jamón rancio ya a esta altura porque yo no estaría ni con Maduro ni con la oposición, que es tan corrupta como Maduro, porque es muy corrupta y poco digna. Entonces tú qué haces, hay que hacer periodismo. Pero el espacio que te queda es nulo. Y yo creo más que nunca frente a este escenario que estamos viendo que se requiere volver al periodismo, a la raíz del periodismo. Por eso te hablaba antes de tu entrevista a Cristina, creo que lo que hizo Cristina Kirchner fue muy impresionante, dar una entrevista, porque es lo que corresponde en democracia. Y lo que tú hiciste es ser respetuoso en el sentido de hacer las preguntas que hay que hacer Porque si no esto se convierte en un ring en el que un periodista muy ideologizado y muy embanderad o muy atrincherado va a entrevistar a alguien opuesto, eso es un ring. Entonces, conviértete en candidato presidencial, como en Chile, que tenemos a dos grandes periodistas convertidos en candidatos.
— Aparte digo, es casi como elemental, volver a sustantivar el periodismo antes que adjetivarlo. Digo, me parece que nuestro trabajo es poner datos, preguntas, digamos, casi como la escuela secundaria cuando teníamos…
— Claro, porque tu televidente es inteligente, mi lector es inteligente.
— Es casi por un respeto a quien te está viendo o leyendo.
— Y por mí.
— Eso ni hablar, eso ni hablar.
— Y por mi trabajo, por la dignidad de lo que encierra. No Mónica González. Porque este trabajo es digno. Porque ser periodista es necesario como el agua. Porque si no hay periodismo cómo sabe ese ciudadano dónde están los corruptos, por dónde no debe transitar. Es ciego, es sordo y es mudo.
— Cuánto ha envilecido nuestro trabajo la vanidad.
— Bueno, yo creo así como los carteles del crimen organizado han envilecido la democracia, el ego nos ha envilecido a nosotros, ¿no? Esa es la gran plaga, ¿o no?
— Sí claro.
— Ese periodista que cree que es tan importante, tan famoso, tan imprescindible, su voz, sus datos. Que miserable, que pena. Yo los encuentro patéticos. De verdad eh, patéticos. El día que entendiste que confundiste el periodismo con tu persona eres un miserable, traficas con una profesión tan noble. Estamos llenos, en tu país, en el mío, en muchos otros, sí, yo he aprendido a identificarlos como… Soy muy bruja yo en eso porque los quiero tener muy lejos. En mi equipo no quiero de eso.
— ¿Te gusta la descripción de periodista de género? ¿Te parece que la mujer tiene que tener una voz distinta a la hora de informar?
— No, no creo. Yo creo que o te nace o no. Ahora, yo creo que hay una mirada distinta. Es cosa de que tú cuando seleccionas vas y ves incluso un accidente cualquiera, la mujer te va a seleccionar algo y el hombre otro. Y esa mirada, ese complemento, me hace un todo. A mí eso me gusta.
Te cuento una experiencia. En mi país hubo un caso de abuso sexual de la Iglesia muy importante. El cura de la élite, Karadima, un cura horroroso, asqueroso. Un gran, gran abuso sistemático en la parroquia más elitista porque él era el guía espiritual de la élite de la élite. Entonces los niños más bonitos, que le gustaban mucho, y por lo tanto necesitaba dinero. Bueno, yo investigué a fondo, yo fíjate, también se me pega de repente, yo con dos personas más de mi equipo, éramos tres periodistas los que investigamos a fondo. Y fue impresionante esa investigación, descubrimos una cantidad de cosas porque no era el abuso solamente sino cómo se hacía del dinero, cómo traficaba con dinero para poder tener dinero para contratar un helicóptero para llevar a uno de sus favoritos a recorrer y ver Nueva York desde la altura.
— Guau.
— Guau (Risas), esa no la habías hecho tú.
— No, no.
— Eso hacía para enamorar a uno de sus favoritos, el joven del que se enamoró. Y ahí había una mujer. Nosotros habíamos entrevistado a víctimas, gente que hacía aseo, que hacía los jardines, gente que llevaban vituallas, padres, fieles de la iglesia. Pero había una mujer, él casa a su favorito, al hombre del que se enamora, al joven del que se enamora, con una mujer para tenerlo cerca y los hace vivir al lado. Esa mujer cuando la entrevisté yo me impresioné, o sea estuve muy mal, estuve cinco días encerrada con ella. Entonces cuando transcribí y llegué y le paso la transcripción a mis dos colegas del equipo, ellos, que son grandes periodistas, me acuerdo que sale uno, Juan Andrés Guzmán, me dice Mónica, hay que hacer el libro de nuevo, nos cambiaste todo.
¿Qué te quiero explicar con eso? Esa mujer había retenido aquí en su retina, en su corazón, en su piel, sensaciones, olores, ruidos, voces, imágenes, que ningún hombre había retenido.
— ¿Para qué sirve el periodismo Mónica?
— Para vivir mejor, sin lugar a dudas. Y cuando cae la noche para mirar la luz.
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