La escritora Iraní Azar Nafisi está de visita en Argentina para participar en "Ideas", un encuentro organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación en el que varios pensadores de diferentes áreas del conocimiento dialogarán sobre el futuro. Su charla, este viernes 22 de septiembre, se titula "¿Puede haber democracia sin imaginación democrática?" y está basada en su libro La república de la imaginación, que plantea entre otras cosas cómo la lectura de ficciones influye de manera determinante en la forma en que nos desempeñamos como ciudadanos. En esta nota, ofrecemos parte de una larga charla que Infobae tuvo tener con la autora de Lolita en Teherán, a su llegada a la Argentina.
Profesora de estética, cultura y literatura y directora ejecutiva de Conversaciones Culturales en la Universidad John Hopkins en Washington D.C., Azar Nafisi es especialista en literatura inglesa. Nació en Teherán y se educó en Suiza, Reino Unido y Estados Unidos. Creció en el seno de una familia dedicada a la política. Su madre fue la primera parlamentaria de Irán en los años setenta, y su padre fue diplomático y alcalde de Teherán. Su nombre se hizo mundialmente famoso cuando, en 1981, publicó Leer Lolita en Teherán, un libro que cuenta la historia de un grupo de mujeres que se reúne a leer libros prohibidos durante el régimen del ayatollah Khomeini. Nafisi sufre la consecuencia de la censura en su trabajo, es expulsada de la universidad e impedida de dar clases por negarse a usar el velo islámico. El libro es un recorrido por varias novelas occidentales leídas por el grupo de alumnas pero sobre todo es un recorrido por las historias de estas siete mujeres que se ven transformadas por la lectura y por la discrepancia entre la libertad interior que crece a partir de esos encuentros y un sistema cada vez más opresor y controlador del pensamiento, que crece puertas afuera.
Nos encontramos en el hotel en el que Azar se aloja y llega agitada; se quedó dormida luego de una larga caminata por San Telmo, se excusa. Está radiante, enamorada de la ciudad que recorre con ojos de niña. Apenas nos sentamos comienza un recorrido por varios autores que menciona con admiración. Puig, Cortázar, Borges, pero también García Márquez, Fuentes, Octavio Paz, Vargas Llosa. Menciona a Samanta Schweblin: "tengo que leerla". Y comienza así una charla sobre literatura.
—¿Podríamos hablar de una influencia de la literatura latinoamericana en Irán?
—Los iraníes, la nueva generación —bueno, no son tan nuevos ahora—, los de después de la revolución, muchos de ellos estaban muy influenciados por los escritores latinoamericanos, especialmente por García Márquez. La gente no entiende lo difícil que es el realismo mágico. Porque no es sólo magia. Es realismo. Y si no tenés el realismo, no tenés la magia. Y muchos escriben magia sin realismo. Es gente que pertenece a sociedades en las que ha habido alguna forma de represión, donde necesitás resistirla con tu imaginación.
—¿Cómo podemos conectar el género de poesía, tan ancestral en Irán, con la producción cultural actual?
—En el siglo XIV Irán tenía sólo un género literario en el que los poetas eran los rebeldes y tenían que encontrar un lenguaje en contra de la autocracia que fuera poético pero también subversivo. Y eso es lo que hacen los latinoamericanos. Los latinoamericanos son tan poéticos, te rompen el corazón todo el tiempo. Por ejemplo, todavía me acuerdo que leí El coronel no tiene quien le escriba cuando era muy joven, estaba en el primer año de la universidad, pero todavía siento el calor, la atmósfera, eso es lo que quiero decir… que tenés que ser un realista para crear ese calor. De repente, se vuelve real para uno.
La charla deriva en otros autores latinoamericanos y Azar menciona a Tomás Eloy Martínez. Cuenta que vino a Buenos Aires en búsqueda de Evita porque leyó el libro Santa Evita. Comenta que cree que el hecho literario transformó la imagen de Evita en alguien mucho más complejo, muy profundo, difícil de estereotipar y juzgar de manera liviana. Habla de la literatura y el poder. Y del poder y del abuso del poder. Y del cuerpo de Evita enterrado en la Recoleta. Charlamos largo rato sobre el tema y Azar concluye: "la gente que es débil se vuelve muy violenta y ella era muy fuerte y por eso estuvo viva hasta en su muerte".
—Ahora que ha pasado el tiempo, ¿cambiaría alguno de los libros que leyó con sus chicas y que quedaron registrados en Leer Lolita en Teherán?
—Los que elegí deliberadamente. Quise que fueran escritores que fuesen apolíticos, porque quería mostrar que cuando un escritor es bueno, cuando su trabajo es bueno, son subversivos de todos modos. Si no, si escribís una novela política, con un mensaje, se muere. Entonces quería decirles a mis alumnas que deben amar la literatura porque es literatura. Es como Alicia [en el país de las maravillas]. Cuando Alicia sigue al conejo blanco, no está pensando adónde la va a llevar. Ella simplemente es curiosa. Y cuando salta, salta dentro de un agujero, no sabe qué esperar. Ahora bien, los malos lectores o los lectores a quienes les interesa la política, la moral o lo moralizante primero dicen que no van a leer algo si tiene esto o aquello. Entonces, como dictadores, le imponen sus propias reglas al libro, y lo matan. Y quería que ellas vieran cómo Jane Austen puede ser radical. Y cómo las mujeres se vuelven el centro. El nacimiento de la novela empieza con el principio de la rebelión de las mujeres.
—De manera casi obsesiva nos trae en su conversación a Latinoamérica otra vez. Y al tema de la universalidad de la literatura.
—Si miras a Latinoamérica: ¿qué hace la gente? ¿Cómo resisten? De repente, cada gesto en la literatura —como en las obras de teatro— se vuelve muy importante. Cada poema tiene un significado que los dictadores odian y pienso que esa es una manera en la que la literatura cambia las cosas. ¿Por qué es que los dictadores odian tanto a un poeta o escritor? Tú y yo, ¿qué tenemos? Sólo tenemos la lapicera o la computadora, ¿no es cierto? No tenemos armas, muchos de nosotros ni siquiera salimos a las calles. No podemos imaginar a Borges saliendo… Pero ellos, los dictadores, le tienen miedo a la escritura porque revela la verdad y eso es peligroso. La verdad es peligrosa. Porque una vez que sabes la verdad, no puedes quedarte callado. Si te quedas callado, eres cómplice. A los esclavos no les permitían leer y escribir. A las mujeres no se les enseñaba a leer y escribir y a ser parte de la sociedad. Ni bien empiezas a leer, te vuelves consciente, y después no puedes volver a vivir de la manera en que solías hacerlo. Entonces, leer siempre es peligroso, pero en las democracias occidentales la gente no lo valora.
En el último tramo de la conversación Azar se refiere al momento histórico por el que atraviesa el país en el que reside hoy en día, Estados Unidos. Y la literatura vuelve a ser transversal al pensamiento y la libertad.
—¿Cómo encuentra hoy la relación entre la literatura y la sociedad norteamericanas?
—Estados Unidos en este momento es el reinado de la ignorancia, la gente ni siquiera conoce su propia historia, mucho menos la de Argentina o Irán. Ellos no saben. Y ahora están conmocionados. No hay nada de qué sorprenderse: ¿cómo puedes votar si no sabés nada? Tienes que conocer tus propios principios, tienes que saber sobre tu país, aprender sobre otros países, porque la política exterior está basada en el conocimiento de otros países. Y ésta es la democracia más grande del mundo, y mírala. No lo puedo creer cuando me levanto a la mañana y trato de imaginar lo que este tipo va a decir hoy.
—¿Por qué la literatura es tan importante para la gestación de una mente democrática e imaginativa?
—En mi último libro, La república de la imaginación, hablo de cómo Sinclair Lewis predijo a Donald Trump. Quiero decir, los escritores predicen, echan luz sobre el pasado, subvierten el presente y predicen el futuro. Hoy, mientras caminaba desde San Telmo hasta este hotel, pensaba en la Argentina. Ha habido muchos regímenes que fueron y vinieron, y si me preguntas sus nombres —por supuesto que conozco a Eva Perón, pero me enteré de Eva Perón no a través de la política sino a través de Santa Evita—, conozco a los escritores pero no conozco a los generales. Todas estas calles llevan el nombre de los generales, pero lo que yo pensaba era en Puig, en El beso de la mujer araña, en la forma en que se transforma en voces, todas las voces, y el diálogo entre ellos. Entonces, ellos son los que permanecen, el resto se esfuma. En Irán a las calles les pusieron los nombres de los poetas. Eso es lo que el régimen no pudo hacer caer. Nuestras estatuas son de poetas. Voltearon la estatua del Sha y después quisieron voltear la estatua de nuestro poeta épico, Ferdousí, pero no pudieron. Quisieron cambiar el nombre de Jayam, pero no pudieron, sabes. Así que le dije a mi marido que esto demuestra por qué le tienen miedo a los poetas. Hafez murió hace mil y pico de años y acá está, no permiten que lo volteen. Incluso censuraron a algunos de los poetas clásicos. Pero tuvieron que ceder ante la voluntad de la gente, ahí fue donde la gente dijo que no. Y en tu país y tu cultura, es a través de la música, las películas y los libros que la gente conoce a la Argentina. Eso me hizo sentir en casa.
LEA MÁS: