Reynaldo Sietecase: "La literatura me protegió de hacer cosas de las que quizás no hubiera estado orgulloso"

El reconocido periodista y escritor habla de "No pidas nada", su nueva novela. Se trata de un policial en el que un periodista desencantado de la profesión y de la política llega a Brasil para investigar una historia de suicidios y fugas que involucra a varios militares argentinos acusados de crímenes de lesa humanidad.

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Su voz, su tono pausado y sin estridencias, y su manera de mirar la política están presentes hace años, a partir de sus artículos, su participación en la tele y, sobre todo, sus programas de radio. Reynaldo Sietecase (Rosario, 1961) es uno de los periodistas argentinos que sobrellevó la grieta y lo que él llama "lógica de guerra" a la manera de un equilibrista chino y, sobre todo, encontrando con frecuencia refugio en la literatura, esa compañera a la que recurre desde chico a la hora de leer y que desde su adolescencia lo tiene cortito con diversos géneros, cuando se trata de escribir: poesía, narrativa, crónica….

Desencantado del oficio ("cuando yo empecé en el periodismo la credibilidad era un valor muy importante…yo sigo buscando lo mismo, pero no me parece que sea algo que esté pesando demasiado"), Sietecase advierte con frustración los cambios en el periodismo y en la sociedad, con una mayoría de personas que hoy buscan en las noticias básicamente que les confirmen lo que piensan, más allá de los hechos, más allá de la verdad. Y ahí, entonces, es donde está, siempre, la literatura: para reponer lo que falta, para saldar las deudas, incluso para ejecutar venganzas.

El autor de Un crimen argentino pasó por Infobae una tarde a la salida de Radio con vos, donde conduce de lunes a viernes de 13 a 17 el programa La inmensa minoría. Lo hizo para hablar de No pidas nada, su nueva novela, editada por Alfaguara, y en la que una vez más Sietecase incursiona en el género policial. Esta vez, el protagonista no es un juez sino un periodista, el Tano Gentili, un hombre que avanza en la vida con la decepción a cuestas y que mientras trata de entenderse consigo mismo y sus fracasos, investiga un complot vinculado con militares acusados de crímenes de lesa humanidad. La entrevista completa puede verse al final de este texto.

— Tenés muchísimos años de trabajar tanto en poesía como en novela e incluso en relatos breves y sin embargo el periodista aparece en primer lugar.

— Creo que mi parte periodística es muy visible y a veces tapa la actividad literaria. A pesar de que yo suelo aclarar que escribo literatura desde los 17 años, cuando ni siquiera soñaba con ser periodista. Yo ya hacía literatura, dirigí una revista literaria, escribía poesía, hacía un montón de cosas que estaban ligadas al quehacer literario. Si después me hubiese dedicado a otra cosa hubiese sido un escritor, no sé, y empleado de banco, ponéle.

— Entonces primero fue el narrador y después vino el periodista.

— Sí, después de la literatura vino el interés por el periodismo, que también fue de muy joven pero claro, tuvo por suerte para mí mucha visibilidad, el hecho de trabajar en los medios electrónicos… Yo hice mucha gráfica pero en los últimos 15 años trabajé mucho en radio, en tele, y eso hace como que el escritor vaya quedando un poco de lado, ¿no? A pesar de que en toda mi obra tengo un solo libro periodístico, un solo libro de ensayo periodístico.

— Y es más bien reciente, incluso.

— Sí, Kamikazes es del 2013. Pero siempre estuve ocupado en la literatura. Y fundamentalmente en la narrativa: mi primera novela, Un crimen argentino, es del 2002, que se reeditó ahora también junto a la novela nueva.

— ¿Y cuándo escribe Sietecase?

— Cuando puede. (Risas) Y sí, cuando puede. Incluso en los últimos 5 años estuve haciendo radio en la primera mañana, o sea levantándome a las 5 de la mañana. Pero me entusiasma tanto, o sea que cada ratito que tengo libre lo dedico a escribir o a leer, que son las dos cosas que disfruto muchísimo. Por eso también tardo tanto en escribir. O sea, mis novelas salen cada 3 o 4 años porque es lo que me demandan en tiempo.

— ¿Pero estás siempre escribiendo?

— Mira, escribo bastante, porque escribo también poesía, escribo relatos. Escribo también periodismo. La literatura me salva a mí. Yo siempre digo que la literatura me ha protegido en estos años de tanta locura, del tema de la grieta, de esas polémicas a veces interesantes y otras bastante absurdas. Siempre me ha protegido, ha sido como un lugar la literatura, digo bueno, a ver, vuelvo a mi lugar. ¿Cuál es mi lugar? Narrar, contar. Así que bueno, sí, escribo cuando puedo.

— Mencionabas la grieta, pero la literatura no siempre surfeó la grieta. Es decir, también durante estos años hubo grieta entre los escritores. Tal vez ahí lo que te salvaba era el periodismo.

— Quién sabe, quién sabe. Yo siempre digo que periodismo y literatura… En realidad literatura y periodismo, son la bella y la bestia. Que a veces copulan y tienen hijos hermosos y a veces copulan y tienen monstruos. Pero bueno, entre esos dos andariveles siempre me moví. Hay muchos periodistas que escriben ficción, muchos escritores que vienen de la literatura y terminan haciendo periodismo. A mí nunca se me mezclan porque yo escribo con la misma intensidad y el mismo entusiasmo una novela que un artículo periodístico, lo que cambia es el acuerdo con el lector, el contrato con el lector. En un caso, en la novela, el que se acerca a No pidas nada sabe que es ficción, por más que haya elementos de la realidad, más porque es un policial, y el que lee un artículo periodístico sabe que estoy trabajando con la verdad. Eso es lo que yo no puedo violar. Y entonces no me hace ruido, transito de un lado a otro con comodidad.

Tapa de la última novela
Tapa de la última novela de Sietecase

— Ahora, escribís ficción pero con elementos de la realidad que en algún caso pueden ser muy perturbadores como es en esta última novela, en la que hay un protagonista, el Tano Gentili, que uno se imagina casi de tu edad, un periodista desencantado de hacer periodismo político que quiere hacer policiales y termina haciendo policiales dentro de la política. Uno lo ve bastante cerca tuyo en montones de cuestiones.

— Sí, tiene mi mirada, por lo menos mi mirada de la realidad. Yo no sé si haría las cosas que él hace. Ni me comportaría en situaciones como él se comportó. Pero sí, tiene mi mirada, de la profesión, del país, de casi todo.

— Y el tema fundamental que él investiga tiene que ver con los militares acusados de crímenes aberrantes ocurridos durante la última dictadura y con una especie de complot y demás. Ese es un tema que sigue siendo no un tema de grieta pero sí un tema perturbador, que sigue perturbando hoy. ¿Cómo surge la idea de escribir la novela?

— Mira, la novela nace… Yo suelo -como creo que muchos periodistas o escritores-, cuando leo algo que me interesa hago el recortecito, sigo guardando papelitos y cosas, y hace un tiempo, unos 4 años, leí un artículo de Eugenia Zicavo sobre suicidios en una revista de cultura y ella hacía referencia a militares que se suicidaron. Me sorprendió, dije ¿militares que se suicidaron? Me fui a buscar información sobre eso y efectivamente, hay media docena de militares acusados de crímenes de lesa humanidad que se suicidaron. No tiene muchas particularidades, primero pensé "qué bueno para una nota periodística". Y después me di cuenta de que no tenía demasiado vuelo porque es verdad, algunos se suicidaron porque se suicidaron, pero a otros los ayudaron a suicidarse. Y ahí me empezó a dar vueltas la idea, sumándolo a la cantidad de represores prófugos, que son 150 aproximadamente…

— Una enormidad.

— Empecé a jugar con la idea. ¿Quién los ayuda a matarse si es que se matan con su ayuda? ¿Quién los ayudó a fugarse? ¿Dónde están los tipos que se fugan? Pensé en una especie de organización, una logia que los ayuda. Empecé con esa idea originaria, primigenia, y ahí me pareció divertido, me dije: mirá si uno se pone a investigar esto y termina… Bueno, Borges decía que la ficción no necesariamente era contradictoria de la realidad, que a veces la ficción o la imaginación podían restañar momentos de la realidad. Y yo lo utilizo de esa manera, pensé en contar una historia que le dé una solución literaria a este tema de los suicidios y las fugas. Y bueno, ahí apareció la idea original y empecé a trabajar con este libro, con este protagonista periodista. Tenía ganas de escribir en primera persona, por eso elegí un periodista. Este es otro dato buenísimo del policial en Argentina: por lo que nos pasó en la dictadura, por la enorme corrupción que hay en la policía, es muy difícil ubicar el bien o la búsqueda de la verdad en un policía…

— O del lado de las fuerzas de seguridad en general.

— O en un detective, como pasa en el policial norteamericano o el europeo. En mis novelas anteriores siempre habían sido gente vinculada al Poder Judicial, en este caso, como iba a escribir en primera persona, pensé: voy a meter a un periodista, que es lo más cercano que tengo a investigar.

Por lo que nos pasó en la dictadura, por la enorme corrupción que hay en la policía, es muy difícil ubicar el bien o la búsqueda de la verdad en un policía

— ¿Pero,entonces, los periodistas están del lado de los buenos?

— A veces, a veces. A veces están del lado de los buenos y a veces al lado de los malos. A veces están al lado de los poderosos y a veces están al lado de la gente común. Pero bueno, todas esas contradicciones que existen en cualquier área de la vida de un país, también funcionan en la novela, ¿no? Esta cosa de desencanto que tiene el Tano Gentili, el periodista, que es un poco la que yo tengo, insisto. No soy el Tano pero tengo un poco esa mirada. A mí estos años me han sumado bastante desencanto.

— Hay algo con el vínculo que tiene con los editores jefes… A esos jefes el desencanto los puso en un lugar que uno, tal vez cuando comenzó en el periodismo, no se hubiera imaginado, ¿no?

— Sí, sí. Igual vos sabes que, ya te imaginás, hay quien me dice el jefe es tal, o el periodista es tal, sos vos. Yo digo: es una novela, es decir, los personajes se construyen con un montón de cosas. Yo voy agarrando pedacitos de cada uno. Y los jefes, lo mismo, son un poquito de cada jefe que tuve. Un poquito de cada jefe que leí. Porque también uno leyó la historia de Botana, la de Timerman, es decir esos jefes de redacción talentosos, contradictorios, a veces haciendo cosas que no nos gustan nada.

— Medio autoritarios, también.

— Medio autoritarios pero a su vez, también, atractivos. Alguien me decía la vez pasada -no termino de saber si es bueno o malo-, que en la vida no hay buenos y malos. La vida no se divide entre buenos y malos tan fácilmente y la literatura tampoco, mucho menos para mí.

— Recién decías que la literatura puede a veces resolver cosas que son irresolubles en la vida real, pueden ser contradicciones pero pueden ser también cuestiones que bordean la ética ¿Y entonces de pronto uno puede vengarse a través de la literatura?

— Sí, claro. Javier Cercas habla de la novela como un género sucio, a mí me encanta esa definición porque desde El Quijote para acá se puede hacer cualquier cosa en una novela, se pueden utilizar los elementos que quieras, información falsa, verdadera, invención por supuesto; crear personajes, lugares, lo que sea. Y a mí me divierte mucho la idea, incluso en mis novelas anteriores también hay algunas escenas que tienen que ver con esa libertad. Y de pronto te permite ejecutar una venganza que no se ha dado nunca en la realidad, que es lo que yo hago en la novela. Y de una manera muy particular. Creo que ese es el juego que se le propone al lector. Lo único que uno tiene que cumplir con una novela es entretener.  Como diría el Negro Fontanarrosa, que te cuenten una historia, pero que te la cuenten bien. Y además porque creo que, qué sé yo, esto no es Joyce, es decir, si no atrapas al lector del cuello y lo llevas hasta el final, te abandona. Entonces tiene que ser verosímil, tiene que tener ritmo, tiene que estar bien contado. Y bueno, todo eso permite esas licencias, que de pronto puedas bordear incluso lo ético.

— Hay una cuestión fundamental en el Tano Gentili, que tiene que ver con la muerte de su mamá, que ocurrió cuando él era chico. Mencionabas que hay muchas cosas que fuiste tomando de distinta gente y también que al personaje le pusiste tu mirada. Leí justamente que tu mamá murió cuando vos eras chico…

— Sí, yo era adolescente. Pero mirá lo que me pasó con esta novela, mirá qué caprichosa es la literatura. Yo había escrito lo que me parecía que era un gran primer capítulo. Fue lo primero que escribí, me decía: mirá qué bien está esto, qué cerrado. Y ese capítulo no está en la novela porque después no me funcionaba. Entonces, cuando tuve que buscar un nuevo comienzo porque no me funcionaba ese primer capítulo… Entonces me di cuenta de que tenía que hacer un nuevo primer capítulo. Y como el Tano, el personaje, se engancha con una investigación vinculada a suicidios digo uy, tal vez está bueno que yo le ponga un suicidio, que le ponga una muerte a él también, una muerte familiar fuerte. Y me gustó la idea de que lo supieran solo él y el lector. Me parecía que le iba a dar motivación, empuje, algún sentido a ese enganche que él tiene con este tema. Y cuando tuve que buscarle un muerto familiar a este periodista que tiene mi mirada busqué a mi muerto más querido, más sentido, más dolido, que era el de mi madre. Si hubiera sido otra persona, hubiera metido a otra persona, no sé, un tío. Pero justo estaba el tema de mi madre. Un tema que casi no transité en la literatura nunca, me ha costado mucho escribir sobre eso.

— Sin embargo, decís que empezaste a leer a los 17. A escribir, perdón, a escribir a los 17.

— A escribir sí, porque leo desde muy pibito.

— Y vos tenías 16 cuando murió tu mamá.

— Sí, sí, coincide bastante con la muerte de mi madre. Yo creo que… Pero en ese caso creo que tiene que ver con el hecho de que un hecho tan traumático como es perder a tu mamá también me metió para adentro. Es como que, de pronto, de ser un pibe muy explosivo, para afuera, como que también me mandó para adentro, ¿no? Y al mandarme para adentro, me mandó a la literatura.

— Pero escribir es sacar…

— Sí pero buscar adentro para escribir.

— Claro.

— Porque yo ya leía mucho, pero de pronto aparece la necesidad de expresarme de alguna manera, y empecé con la poesía.

— Y en un grupo donde había poetas muy impresionantes también, tuviste la suerte de estar cerca de gente muy relevante en Rosario.

— Con el paso del tiempo conocí a muchos poetas… Bueno, en aquel momento éramos un grupo que se llamaba El poeta manco, al final de la dictadura, e hicimos algunas acciones muy interesantes. Pero después me topé con un poeta central en mi vida que es Mario Trejo.

— De él hablaba.

— Mario Trejo fue para mí fundamental pero no sólo en mi formación como poeta sino también en mi formación literaria en general y como periodista. Él entrevistó a personajes increíbles, él era periodista también. Un personaje muy singular. Son esos padres que de pronto te aparecen. Y después, muchos poetas más, qué sé yo, voy a ser injustos si los nombro, por eso me quedo con Mario, que ha muerto. Bueno, Juan Gelman también, tuve la suerte de estar cerca, de hacer la cobertura en México de las elecciones y aprender bastante de él, consejos y cosas. Pero la literatura es un camino que uno va… y el periodismo también, que uno va construyendo. El Tano lo dice por ahí: aprendiéndolo, ejerciéndolo y robándolo de los que hacen las cosas bien. Mirando.

— ¿Estás leyendo gente joven en periodismo que los lees y decís guau, qué bueno que está esto?

— Sí, bueno, hay un muy buen periodismo digital ¿No? Mira el periodismo que se hace, por ejemplo, en las revistas digitales, es muy interesante. No sé, Anfibia, Panamá, no sé, muchas más, voy a ser injusto acá también.

— Te parece que lo más interesante está pasando por esos lugares?

— Me parece que sí pero sobre todo porque los diarios de papel han dejado de escribir historias de vida, queda un poco relegado el periodismo narrativo en los diarios de papel. No sé por qué, yo creo que tienen una imagen de que ya nadie lee historias de ese tipo y creo que se equivocan. No sé, yo disfruto cuando engancho una buena historia. Me quedo, me quedo. Tomás Eloy Martínez, que ahora se cumple un nuevo aniversario de su muerte, decía eso, ¿no? Que a él le gustaba el periodismo que te hacía quemar las tostadas. Ese periodismo que, si estás en el colectivo, te pasaste. Hoy, mirá, por las redes sociales una chica me decía "Tengo el libro, lo leo en el tren, espero no pasarme de estación…". Me pareció hermosísimo el elogio. Yo creo que hay que volver a reivindicar las buenas historias. Y las buenas historias también incluyen poder narrar la política, narrarla bien, de manera atractiva.

— Hablás de las buenas historias, aquellas que hace, que se te quemen las tostadas o te pases de la estación, pero al mismo tiempo sos un periodista que hace periodismo más duro.

— Sí. Hago periodismo político, sobre todo en el canal, en Telefé, en la radio me permito licencias un poquito más amplias pero también hago…

Creo que hay que volver a reivindicar las buenas historias. Y las buenas historias también incluyen poder narrar la política, narrarla bien, de manera atractiva

— Hacés entrevistas centrales de la política, de pronto.

— Sí, sí, totalmente.

— No te perdés nada, Sietecase.

— (Risas) Trato de hacer todo lo que me gusta. Está todo muy cerquita, periodismo y literatura, volvemos al comienzo de la charla. Pero es verdad que soy una persona que trato de hacer todo lo que me gusta. De pronto escribo teatro, de pronto aparezco, qué sé yo, me subo a un escenario a hacer textos…con alguien que canta. Creo que no me privo de nada cada vez que puedo porque me hace bien, porque me divierte. Es más, creo que mirá, esa pasión que tengo por la literatura me ha protegido estos años de hacer cosas de las que quizás no hubiera estado orgulloso, ¿entendés?

— ¿En términos profesionales, decís?

— Claro, aceptar, no sé, hacer un programa de televisión porque hay que hacerlo, porque rinde, porque mirá que caliente está la política, tenés que hacer televisión. Y la verdad que no, no lo hago y no pasa nada.

— ¿Cómo ves este momento de nuestro oficio nuestro, en Argentina puntualmente?

— Mirá, yo hace rato que vengo advirtiendo, desde el 2008 para acá, que la pelea feroz que se abrió entre el gobierno kirchnerista y el Grupo Clarín nos metió a los periodistas en una especie de lógica de guerra. A los periodistas y a los medios. Más allá de a quién asignarle más responsabilidad, yo creo que siempre tiene más responsabilidad el que está en el poder.

— Sin duda.

— Ahora digo lo mismo, eh. Siempre tiene más responsabilidad el que gobierna a la hora de generar enfrentamientos así, tan fuertes, en la sociedad. Pero creo que en esa lógica de guerra dejó de ser importante la verdad. Dejó de ser importante que algo sea cierto. Yo no había visto nunca en mi carrera profesional que chequear algo no sea importante, que sea más importante ver si lo que emito, lo que cuento, afecta al otro, a mi enemigo, entre comillas.

— O quién lo dice.

— O quién lo dice. Bueno, no pasaba eso. Y creo que eso hizo que los productos periodísticos tuvieran cierta degradación. Cuando a mí me preocupa más que lo que voy a emitir o publicar afecta al otro que si es cierto, estoy en problemas. Y yo pensé que con la llegada de Macri venía alguna modificación en esto, pensé: se va a parar un poco esta locura de guerra. Y no. No. Yo creo que no cambió demasiado esta lógica, que seguimos un poco en ese juego de buenos y malos. A ver, para que se entienda más claramente, porque siempre hubo medios de comunicación con su posición ideológica, como corresponde, son empresas con intereses… A mí no me asusta para nada, es la realidad. Lo que sí me parece es que se cruzó un límite. ¿A qué me refiero? Si nosotros dos vamos a ver un partido de fútbol y somos de los equipos que compiten, y el partido lo gana tu equipo 2 a 0, los dos hacemos una crónica y quizás yo sea un poco más benigno con la derrota de mi equipo pero perdió 2 a 0, y vos vas a poner que perdió 2 a 0. Yo creo que lo que está pasando ahora es que el resultado puede llegar a cambiarse. Que, de acuerdo a lo que a mí me interesa, puedo llegar a cambiar el resultado.

Siempre tiene más responsabilidad el que gobierna a la hora de generar enfrentamientos así, tan fuertes, en la sociedad

— No priman los hechos.

— Exactamente. Yo creo que los hechos quedaron como en segundo lugar. Y es alarmante, es preocupante. Y creo que no se modificó eso lamentablemente.

— Y seguís pensando como dijiste hace un ratito que la mayor responsabilidad viene de arriba hacia abajo.

— Siempre. Lo dije con el kirchnerismo, lo digo ahora con Macri en el poder. Creo que hay mayor responsabilidad a la hora de tratar de volver las cosas "a sus caníbales" diría Mario Trejo, a sus carriles. Me parece que además los productos periodísticos se ven afectados para mal.

— ¿Y qué pasa con los periodistas? Porque, de pronto, uno puede decir bueno, independientemente de los medios está la credibilidad de las personas y de las trayectorias, ¿no? Aquello de resistir el archivo. ¿Qué pensás de eso?

— A ver, cuando yo empecé en el periodismo la credibilidad era un valor muy importante. Que vos seas creíble, independientemente de que alguien estuviera de acuerdo o no con vos. Yo sigo buscando lo mismo, pero no me parece que sea algo que esté pesando demasiado y además está este fenómeno de que la mayoría de la gente va a buscar que le confirmen lo que piensan. Entonces no importa si el que está diciendo algo está diciendo algo que es cierto o no, porque lo único que quiero es que me reafirmen en mi pensamiento. Entonces la credibilidad dejó de ser un valor importante, no sé si a alguien le importa. Yo lo veo con cierta desilusión porque, insisto, me crié pensando que eso era un valor importante y sigo pensando que lo es. A mí me interesa, no me importa si me informo con tal o cual periodista, le quiero creer.

— ¿Te desilusionó mucha gente?

— No, me desencanté un poco en general. La verdad que en general me desencanté un poco con esta lógica…

— ¿Hay gente con la que no volverías a trabajar?

— No lo sé. Qué sé yo, depende cómo. Porque también aprendí algo, yo lo único que cuido es lo que yo puedo hacer, es decir, que nadie me venga a imponer lo que tengo que hacer. Para mí, y se lo hago decir al Tano por ahí ¿no?, lo importante es decir que no. Yo defiendo mucho mí no, es un acto de libertad decir que no. No ante lo inaceptable. No ante lo injusto. Si a vos te quieren decir mirá, tenés que hacer esto y es falso, decí que no. El problema en la Argentina es que en mi profesión la mayoría de la gente dice que sí con entusiasmo; no sólo no dicen que no, dicen que sí con entusiasmo, por distintas razones. Ahora, si yo me siento con alguien que labura distinto que yo, que tiene otra metodología, a lo mejor me puedo sentar, quién sabe, depende cuál va a ser el proyecto y depende si yo puedo conservar lo que yo quiero hacer y poder decir lo que pienso y trabajar con una metodología que implique rigor, independientemente de a quien afecte.

El problema en la Argentina es que en mi profesión, la mayoría de la gente dice que sí con entusiasmo; no sólo no dicen que no, dicen que sí con entusiasmo, por distintas razones

— ¿Dejarías el periodismo por la literatura?

— Y, es una fantasía que creo que todos podemos tener, yo la tengo también. Sé que no podría dejar de escribir literatura y sé que puedo dejar de hacer periodismo eventualmente. Es decir, de pronto no me contratan más en ningún lado, podría ocurrir. Y me tengo que dedicar, no sé, a editar libros, que a lo mejor son las cosas que podría hacer, editar libros o dar clases. Y bueno, a lo mejor lo podría hacer. Ahora, no podría dejar de escribir. No podría dejar de escribir porque es una cosa de primera necesidad, diría Neruda. Es decir, para mí es algo necesario, lo hago todo el tiempo.

— ¿Y a quién te imaginas como tu lector? ¿A los mismos que te oyen por radio o te ven por televisión?

— Me cuesta imaginarme al lector. No sé, me imagino siempre a un lector parecido a mí y en radio también. Digo, lo que me gusta a mí me parece que es lo que le puede gustar a la gente. Trato de ir por ese lado.

— ¿También generacionalmente?

— No lo pienso generacional porque mirá, desde que trabajé en Vorterix por ejemplo, que era un público más joven, muy ligado al rock, trato de que mis productos sean, no sé, como un buen tema de The Who o de los Rolling Stones, es decir que le pueda gustar a alguien de 15 años y a alguien de 70. Depende de cómo esté abierta su cabeza y las ganas que tenga de escuchar o de leer, incluso, pensamiento distinto. Yo trabajo mucho para que aquel que piensa distinto de pronto me escuche. Por lo menos que me escuche, después que disienta y que diga lo que quiera. No sé, por lo menos lo hago con esa intención. Entonces, ojalá que sea el rango más grande posible.

— ¿Hay algo que te queda como deuda dentro de lo que es escribir y que no hayas hecho?

— No, me parece que no. Me gustaría entrevistar a alguna gente. Me encantaría hacer algunas crónicas, a lo mejor algunas crónicas más de viaje, tengo algunas hechas.

— O sea, ¿la deuda está más dentro del periodismo que de la literatura?

— En ese aspecto sí porque la literatura es lo que ya estoy haciendo. Quiero escribir una próxima novela que sea muy buena, mejor que ésta. Quiero escribir algún poema genial, algún verso por el que pueda ser recordado. Siempre digo que a los poetas a veces los salva un verso, ¿no?. "Esa mujer se parecía a la palabra nunca": ya está, escribiste eso. "Por doler me duele hasta el aliento": ya está, un verso así que sea tan luminoso…

— ¿Y tenés alguno tuyo que te guste mucho?

— Ay, qué sé yo. Mirá qué buena pregunta… Tengo una combinación de versos que me parece linda que es…

— ¿A ver? Dale y cerramos.

— "Me dolías el día en que te perdí, melodías del día en que te perdí." No sé, me vino eso a la cabeza ahora.

— Está bueno.

— Ojalá que tenga alguno mejor. (Risas)


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