Tomás Abraham, 1997
"La tele me fascina porque es dinámica y reactiva. "¡No sabés como odio a Neustadt", dice un tipo que… ¡sigue a Neustadt desde hace veinte años! Además, hay algo más simple: es un entretenimiento y sirve para relajarse. Pero no niego que tiene algo de vicio: a veces hago tanto zapping que ni sé lo que veo. De pronto son las tres de la mañana, estoy viendo… no sé, Milan contra Tailandia, y me pregunto qué carajo hago… Pero le aseguro que la generación que se crió viendo tele no es más boluda que la que se crió leyendo historietas".
"Achicamiento, analfabetismo, devaluación cultural… ¿Quién tiene la culpa? Las dictaduras militares, la censura, la represión, la generación que se quedó, la generación siguiente y cómplice de la anterior, el Estado (que nunca le dio pelota a la cultura), el famoso "¿Para qué?", la falta de estímulo, el sistema educativo, el facilismo argentino, los discursos frívolos tipo "la universidad con ingreso irrestricto", el desprecio por la investigación científica, etcétera".
Marcos Aguinis, 1997
"El peronismo es un movimiento sin ideología clara. Puede ser Tercera Posición, liberal o izquierdista. Tuvo acólitos del nazismo y acólitos del marxismo-leninismo. Esa indefinición le da una notable capacidad de supervivencia. Después de un fracaso aparece un grupo y dice: "Nosotros somos el verdadero mensaje de Perón". Pero… ¿cuál es el mensaje? Porque hubo asesinatos recíprocos de derecha e izquierda, y las víctimas murieron gritando lo mismo: "¡Viva Perón!".
"Mi frase predilecta es de Eduardo Galeano: "Los funcionarios no funcionan. Los políticos hablan pero no dicen. Los votantes votan pero no eligen. Las escuelas enseñan a ignorar. Los jueces condenan a las víctimas. Las bancarrotas se socializan y las ganancias se privatizan". Todo eso es una hierba ponzoñosa que tenemos que arrancar, porque es el fondo de la tragedia argentina. El vacío espiritual, la ausencia de valores, la pérdida de ideales, el nihilismo, la promoción de modelos exitosos, pero corruptos y deletéreos: "Hacé la tuya, hacete rico, no le rindas cuentas a nadie, no pagues". Eso… ¡y la droga!".
Federico Andahazi, 1997
"Por edad, soy hijo de la guerra de las Malvinas y de la democracia. De la derrota y la iluminación. Pero no puedo soslayar los años 70. Porque nadie la sacó gratis. Tengo recuerdos tenebrosos de aquellos días: fui testigo de un secuestro, incluso. Por algo mi ideal de escritor es Rodolfo Walsh: la calidad literaria fabulosa junto con el compromiso político".
"¿Mis dioses literarios? Soy un lector caótico, asistemático. Atraso muchísimo. Pero Cervantes y su Quijote son todo: la fórmula madre, el H2O de la novela. En adelante no se inventó nada nuevo. ¿Querés algo más alejado del Quijote que La Naranja Mecánica, de Anthony Burguess? Sin embargo, tiene la estructura del Quijote… Después, Dostoyevsky (una marca pesada, terrible); Kafka (¡de su primera a su última línea; Borges (¡cómo no!); Jack London (me marcó a fuego), y la novela negra…".
Jorge Asís, 2000
"Al Partido Comunista me llevó la realidad. Todo estaba muy politizado y virulento. Eran los días de la muerte del Che Guevara, de las luchas obreras que desembocaron en el Cordobazo, del progresismo. Las señoras paquetas y los ricos tenían el sueño del obrero propio. Pero algo le agradezco al Partido Comunista: su discurso, opuesto a la guerrilla, me salvó de ser un violento, y tal vez de morir, como muchos amigos míos chupados o desaparecidos".
"El 83, la democracia, me sorprendió en el medio del río. No reconocido, cuestionado por la izquierda, prohibido por el alfonsinismo. Sin aparecer, sin publicar, sin tener un pretexto para afeitarme. En el 88, con el alfonsinismo ya derrumbado, tuve mi último trabajo polvoriento: diez días como columnista de Nuevediario. Siempre tuve una pronunciada tendencia al papelón, pero ninguno superó al que pasé entonces. Para colmo, dije que no había problemas militares… y a los dos días el Ñato Rico (Aldo) se descolgó con un levantamiento. Eso me llevó otra vez a la categoría de sospechoso, de vinculado a los servicios de Inteligencia, etcétera".
Adolfo Bioy Casares, 1986
"He viajado afuera después de quince años sin salir de Buenos Aires. Y al volver me sorprendí. Cuando yo era chico y viajaba, el barco paraba en ciudades que me parecían provincianas, irremisiblemente pobres, sucias… 'Suerte que yo tomo el barco y sigo, me decía entonces. Pero ahora, al volver a Buenos Aires, he tenido esa ingrata sensación. Buenos Aires me pareció una de esas ciudades provincianas, pobres y sucias que el barco dejaba atrás".
"No creo que el ejercicio de la democracia deba ser un desaforado ejercicio de la pasión por lo político, por los hechos políticos de todos los días. Cuando la democracia funciona, la política no se nota. En cuanto a los políticos, nunca me hago demasiadas ilusiones. En primer lugar, están interesados en su destino personal. En segundo término, en el destino de su partido. Y el país es una preocupación ulterior: se ocuparán del país… cuando se arregle su destino y el de su partido".
Jorge Luis Borges, 1986
"¿Por qué en Ginebra? Porque quiero ser el hombre invisible. Nadie me pide autógrafos ni me llama don Luis. Además, Ginebra significa para mí la juventud, la adolescencia, momentos de amistad, de amor. De algún modo sigo siendo un viejo estudiante ginebrino… Volveré a Buenos Aires en abril, posiblemente. Antes tengo que ir a un desierto en África del Norte para ver el cometa Halley. Es una expedición. Tenemos que dormir entre camellos y beduinos. Por eso, entre otras cosas, es que no puedo morirme".
"¿Si la nostalgia genera literatura? Yo creo que sí. Es lo que pensaba Joyce. La nostalgia es, desde luego, lo que les pasaba a los judíos cuando Sion era un país como todos los demás, con problemas políticos y militares. Fue una lástima lo que pasó. Yo no soy sionista, y creo que es mejor así. Yo tengo sangre judía por parte de mi madre. Pero ya seguiremos hablando de eso en abril, cuando regrese, si le interesa…".
(N. de la R.: esta entrevista sucedió en febrero. Menos de cuatro meses después, el 14 de junio, Borges murió en Ginebra, y allí siguen sus huesos, a pesar de que muchas veces dijo que descansarían en la Recoleta)
Isidoro Blaisten, 2000
"Todo es lenguaje. Todo. Así como habla la gente, así es la gente. Pero mucho antes lo dijo la Biblia: 'Habla si quieres que te conozca'. Conclusión: la Biblia se adelantó al psicoanálisis… Había una vez, cuando yo sacaba fotos por la calle y las vendía, una confitería que se llamaba Gambrinus. Mitología alemana. Pero entre el nombre y el dueño, un gallego (dicho sin ánimo peyorativo), había algo que no pegaba. Le pregunté por qué le había puesto ese nombre. Respuesta: 'No le puse. La compré, y ya se llamaba Jambrinus, que era un dios que falleció, y que le gustaba mucho la cerveza'. Creo que al oír esa maravilla decidí ser escritor…".
"A veces bastan dos palabras para urdir el código secreto de una familia. Nosotros, los Blaisten, pasamos de tener mucho dinero a la mishiadura absoluta. Una de mis dos hermanas casaderas tenía un pretendiente: Bernardito. 'Celina, convidále algo a Bernardito', le dijo mi madre. En casa sólo había… ¡once galletitas de agua! Mi hermana, para calificarlas, para adornarlas, le dijo: 'Sirvasé, joven. Son… sequitas'. La frase quedó para siempre en el lenguaje familiar. Así comiéramos faisán, caviar, isla flotante, decíamos 'Son sequitas', nos reíamos como idiotas, y la gente que nos rodeaba no entendía ni jota".
Abelardo Castillo, 1999
"Consejos para los jóvenes escritores. No adjetivar en orden decreciente: 'Era una montaña titánica, enorme, alta'. No describir sino lo esencial: la posición de un pie, en casi todos los casos, es más importante que el color de los zapatos. La gente, en general, tiene cara, no rostro. No asciende por las escaleras: sube por ellas. No penetra en las recámaras: entra en los dormitorios. Hay que ahorrar: si lo que viene al galope es un jinete, no hace falta el caballo. La inversa no se cumple: la palabra caballo viene misteriosamente sin jinete. Tolstoi escribió siete veces Guerra y Paz, y Stendhal terminó Rojo y Negro en cincuenta días. El único problema es cómo se las arregla uno para ser Tolstoi o Stendhal."
"La mejor lección de literatura no la recibí de un profesor ad hoc sino de un profesor de geografía. Tendría yo doce o trece años, intentaba escribir cuentos, y le mostré uno a ese profesor. Empezaba así: 'Por el sendero venía avanzando un viejecito'. Leyó, hizo una pausa, me miró:
–Esto no está bien, Castillo…
Dolido, repliqué:
–Pero es mi estilo.
Y entonces, el mazazo:
–¿Sabe una cosa, Castillo? Antes de tener un estilo… ¡hay que aprender a escribir!
Fin de la historia".
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