Mondongo y la "cocina" del arte: "Cualquier cosa nos puede inspirar"

A Juliana Laffitte y a Manuel Mendanha los suelen llamar los artistas de la plastilina, aunque trabajaron con hilos, galletitas, espejos, acuarelas, telas, acrílicos, chicles, caramelos, clavos, balas, madera, palillos, alfileres, pan y hasta con fiambres ahumados. Compañeros en la vida y en el arte, son artistas del detalle en sus originales creaciones

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Portada- Juliana Laffitte- Sebastián (amigo de los artistas)- Francisca Mendanha Laffitte. Hilo sobre madera (Crédito Lali Agüero)
Portada- Juliana Laffitte- Sebastián (amigo de los artistas)- Francisca Mendanha Laffitte. Hilo sobre madera (Crédito Lali Agüero)

Juliana y Manuel se conocieron cuando cursaban su último año de estudio en Bellas Artes. Llevan 20 años de casados y 18 como compañeros de trabajo. La intención de este dueto de artistas es desarmar los códigos de lo obvio logrando, un poco de manera azarosa y otro poco a propósito, elaborar un sentido a partir de una mezcla caótica de objetos, algo entre ecléctico, clásico, popular y hasta gastronómico.

El taller de Mondongo es una especie de cocina del arte, en la cual el aroma que prevalece es el de la creatividad, y en donde todo puede transformarse en un material apto para la construcción de una obra maestra. Laffitte y Mendanha fueron los ocurrentes chefs encargados de idear las recetas que incorporaron hilos y plastilina en el menú de las artes plásticas. Se valieron de estos ingredientes para reivindicar como platos principales al retrato y al paisaje, dos aristas un tanto olvidadas en el escenario del arte conceptual contemporáneo. Con técnicas mixtas logran inmensos retratos de avasallante nitidez y minuciosa perfección, y paisajes de las mismas características que generan la ilusión óptica de estar en ese preciso lugar.

De sus trabajos con plastilina cabe destacar la Serie Roja, una relectura de Caperucita Roja de Charles Perrault, y la instalación Argentina –compuesta por paneles que, entre todos, alcanzan los 45 metros de largo– realizada a partir de las imágenes de una selva de Entre Ríos captada en diferentes horarios del día. Este mural llevó cinco años de trabajo y fue producido en paralelo con la serie de calaveras.

Taller (Crédito Lali Agüero)
Taller (Crédito Lali Agüero)

Las skulls son 12, todas diferentes –sólo comparten el Pac-Man de fondo– de dos metros por dos metros cada una, conformadas por miles de pequeñas figuras. Cada elemento constituye un punto de color o un relieve. En las mismas plasmaron los temas más diversos: desde Los Simpson, personajes de Molina Campos y Los Teletubbies, hasta Ghandi tocando un cuchillo y John F. Kennedy en el cajón, una escena de Hitler robándole a Chaplin, el desarrollo de las especies de Charles Darwin y una reversión de La ultima cena.

Juliana y Manuel son como las piezas de cada calavera, figuras opuestas, significativas en su individualidad, pero que al juntarse originan algo nuevo, ratificando la teoría de que el todo es mucho más que la suma de las partes.

I’D SETTLE FOR BEING ABLE TO SLEEP – escultura de Blancanieves descansando sobre una villa
I’D SETTLE FOR BEING ABLE TO SLEEP – escultura de Blancanieves descansando sobre una villa

Desde sus inicios a la actualidad sus trabajos fueron mutando. No obstante, en cada pieza de Mondongo hay mensajes subliminales hasta en el material seleccionado, como en el afectuoso simbolismo del retrato de Eva Perón hecho con pan, y en el sarcasmo del retrato de los reyes de España hecho con espejitos de colores.

En este momento se encuentran participando de la muestra HOME-So Different, So Appealing en LACMA (Los Ángeles County Museum of Art) donde exponen un retablo de cuatro metros de altura y seis metros de largo, trabajado en plastilina y madera de cedro. El retablo parte del políptico de Gante, La adoración del cordero místico de los hermanos Van Eyck. "Nosotros lo ensamblamos dentro de un diálogo contemporáneo. Por ejemplo, donde estaba la Santísima Trinidad pusimos un chart de la Bolsa de Nueva York", cuenta Mendanha. El políptico cerrado presenta retratos de Rodolfo Fogwill, Kevin Power, los Mondongo y su gata Duquesa. Al abrirse se vislumbra un binomio desolador: la vista de la Villa 31 desde la Suite Presidencial del hotel Four Seasons.

Antes de viajar a Estados Unidos el reconocido dúo de artistas conversó con Infobae.

—¿Cómo nace Mondongo?

JL: —Empieza en 1999. Nosotros llevábamos un año de casados y estábamos en una situación marital complicada. Teníamos unos pequeños ahorros que iban a ser destinados a sacar un crédito para comprar una casa, pero optamos por invertirlo en un viaje a Nueva York para "salvar la pareja". Diez días antes de viajar conocimos a Agustina Picasso (quien formó parte de Mondongo hasta 2008) en la fiesta de una amiga en común, le contamos que nos estábamos por ir y nos propuso venir con nosotros. Cuando volvimos empezamos a trabajar los tres juntos y así nació Mondongo.

—¿Cuándo comenzaron a trabajar con plastilina y con hilo?

MM: —Con la plastilina incursionamos alrededor de 2002. Trabajamos con siete colores de base, y el trabajo para crear las demás tonalidades es como el de un óleo lento. En un primer momento usamos este material para generar texturas, más tarde para crear relieves como los de la Serie Argentina. La primera obra con este material fue el retrato de Walt Disney.

JL: —La técnica de los hilos, que empezamos a implementar en 2006, es un trabajo de los dos en simultáneo. Una especie de tejido a través de una danza entre Manuel y yo, mediante la cual se van creando los diferentes colores. En este caso, la primera pieza fue el retrato de Jorge Luis Borges pensando el concepto del infinito.

—Son multifacéticos e interdisciplinarios, ¿cómo es el proceso creativo? ¿Qué los inspira?

MM: —Nos interesa la historia del arte en general. Cualquier cosa nos puede inspirar, gente del pasado, del presente, la música. Siempre emprendemos diálogos con las personas que nos resultan interesantes, creando un feedback e interpelando constantemente la realidad social. Por otro lado, todo lo que uno va mamando, estudiando, leyendo, aparece instintivamente cuando uno se pone a trabajar. A veces te inspira de manera consciente y otras veces surge de la nada, desde adentro, como sublimado.

Taller-Plastilinas (Crédito Lali Agüero)
Taller-Plastilinas (Crédito Lali Agüero)

—En febrero causaron furor en ARCO, Madrid, con No soy tan joven para saberlo todo, una performance con Pinocho como personaje central, una figura recurrente en su obra. ¿Por qué Pinocho?

MM: —Nos parece un personaje central de la historia de la humanidad, la mentira nos habita a todos.

JL: —Es un personaje interesante, en una situación que representa la codicia y la avaricia, pero también la belleza. Para esta ocasión llevamos un túnel de seis metros de largo que construimos en base al Salón de los Espejos de Versalles. Todo sucede alrededor del cumpleaños de Pinocho -interpretado por el genial cantautor español Albert Pla-. Tiene una torta con los colores de Argentina, que empieza a repartir con total arbitrariedad respecto de las porciones, a unas manos "pidientes". A algunas les da un montón, a otras muy poco, y a otras las retuerce. Lo que muestra, a fin de cuentas, es un Pinocho en absoluta soledad.

—Al exponer en España se volvió a desatar la polémica del retrato de los reyes de España hecho con "espejitos de colores", ¿continúan haciendo retratos por encargo?

JL: —Luego de ese tuvimos muchísimos encargos, y si bien fue el puntapié que nos permitió comenzar a vivir del arte, ya no lo hacemos, hemos rechazado varios. El que más atesoro es un retrato de David Cronenberg encargado por Viggo Mortensen para regalárselo por el estreno de Promesas del Este. Hoy nos dedicamos sólo a hacer retratos por amor, de nuestra familia y de nuestros amigos.

En mitad de la entrevista aparece brincando, con la delicadeza de una princesa de cuento de hadas, la protagonista de varios de esos "retratos de amor". Se trata de Francisca, la obra de carne y hueso que crearon Juliana y Manuel en 2007. Con tan sólo 9 años, ya es toda una artista que interviene en el taller y en las obras, toca el piano y es la cocinera oficial del hogar: "Amaso pizzas y cocino galletitas", dice la pizca de inocencia de Mondongo.

—Uno de sus retratos más populares es el de Rodolfo Fogwill, donado al Museo Nacional de Bellas Artes. Más allá del brillante escritor, ¿quién fue él para ustedes?

MM: —Era ante todo un amigo, y también una especie de sparring muy importante. Un apoyo muy crudo, siempre nos decía realmente lo que pensaba. Nos llevó muchas veces a repensar los proyectos, como también nos enseñó a defender lo nuestro.

—El arte siempre cumplió un papel de defensa ante la injusticia social, ¿qué los preocupa de la actualidad?

JL: —Nos preocupa la guerra, el hambre, la grieta, y la salida a estas problemáticas que al momento no se vislumbra. También el binomio de ángel/demonio que encierra la tecnología. A mí me encanta hacer contacto visual con las personas; me imagino sus casas, su historia, y eso se está perdiendo, y calculo que en un futuro no se va a poder hacer más.

MM: —Los zombies de la sociedad, el exceso de tecnología que llega a ser perturbadora. Fue un asunto en el que empezamos a indagar a partir del libro Los condenados de la pantalla de la artista y ensayista alemana Hito Steyerl. Estamos trabajando en un proyecto con unos chicos en Barcelona que se llaman Nueve ojos, desarrolladores de realidad inmersiva, y es algo tan sorprendente como abrumador.

Políptico – detalle
Políptico – detalle

En septiembre Mondongo vuelve a mostrar en Argentina en la galería Barro, luego de cuatro años sin exponer en el país. Para esta ocasión se destaca la instalación de un diálogo entre un dólar construido con 30 mil clavos de cada lado, interactuando con una marioneta. También van a presentar una serie de dibujos en los que están trabajando con el célebre escritor Sergio Bizzio.

Luego, viajarán nuevamente a Los Ángeles donde formarán parte de una exhibición del b-side de Disney –How to read El Pato Pascual: Disney´s Latin America and Latin America´s Disney– en la cual expondrán, entre otras obras, una enorme escultura de Blancanieves reposando sobre una cama de villas, y unas acuarelas del infaltable Pinocho de Mondongo, pero en una versión Porno Soft.

Con nuevas apuestas que suman marionetas y realidad virtual inmersiva, combinadas con el regreso a las fuentes del dibujo y el óleo, Laffite y Mendanha siguen cocinando obras exquisitas, y reposicionan Mondongo como el plato fuerte de la temporada.

Taller (Crédito Lali Agüero)
Taller (Crédito Lali Agüero)
 

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