Comenzó la VI Feria de Editores y, tras el informe anual de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), surge una pregunta clave para la mercado del libro: ¿qué lugar ocupan las llamadas editoriales independientes en la escena literaria local?
Hablar de editoriales independientes siempre implica hablar de sus ricos catálogos, de autores y títulos que la crítica ha alabado, pero raras veces se habla de la parte comercial o de industria. El informe anual de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), entregado hace unas semanas, está ayudando a cambiar esto, ya que además de confirmar la caída de demanda privada de libros en un 12%, se pueden deducir de él interesantes datos sobre las llamadas editoriales independientes. Aunque no menciona la etiqueta, sí detalla una clasificación de las editoriales según su producción. Trinidad Vergara, consejera de la CAP y editora del informe, señala que lo que se trató de hacer fue "encontrar un criterio lo más objetivo posible y hacer lo que se hace en el mundo entero, esto es, clasificar a las editoriales según la cantidad de títulos nuevos al año". De este modo se clasificaron a las editoriales en grandes (más de 100 títulos), medianas (que publican entre 20 y 99 títulos al año), pequeñas (que publican hasta 20 títulos al año) y emergentes (que en cinco años han publicado 20 títulos). Hasta el año pasado el informe llegaba hasta las editoriales pequeñas, pero este año la CAP quiso ir más allá, porque, como observa Trinidad Vergara, "nos dimos cuenta de que podíamos estar dejando fuera a editoriales que son más desparejas. Y las llamamos emergentes porque muchas son nuevas; sin embargo hay editoriales bastante antiguas que están en esta franja. Pese a ello, emergentes nos resultó el término técnicamente más cómodo".
Más allá de la intencionalidad y metodología del informe se puede establecer otro criterio para referirse a las editoriales independientes. Sabiendo de antemano que hay sellos que se clasifican o han sido clasificados de esta manera, se puede hacer un mapa que abarque algunas empresas medianas (El Cuenco de Plata, Adriana Hidalgo, Eterna Cadencia, Corregidor), muchas pequeñas (Fiordo, Mansalva, Blatt & Ríos, La Bestia Equilátera) y casi todas las emergentes (Paisanita, Alto Pogo, Conejos). De esta forma más del 20% de los títulos que se publican al año en Argentina serían de editoriales independientes. Para Vergara, si bien hay un uso y costumbre de llamar así a las editoriales chicas, "hay una pregunta que siempre aparece: independiente de qué, ¿de las trasnacionales? Cuando se habla de independencia en otra clase de negocios se refiere a la autosustentabilidad". La otra pregunta y tal vez más interesante es saber cuántas de las 146 editoriales emergentes más algunas de las pequeñas y algunas otras de las medianas son proyectos autosustentables, "y nos interesa porque a esos hay que ayudarlos mucho. El objetivo de estas mediciones es que sean ciertas, precisas, y si bien antes había cifras, eran un revoltijo".
Saber qué tan importantes son las editoriales independientes para el mercado es algo también a determinar, esto es, cómo se comportan en los puntos de venta. Jorge González, director comercial del Grupo ILHSA, que es la cadena de librerías Yenny-El Ateneo, señala que la primera dificultad es ver, precisamente, qué se entiende por editorial independiente en el terreno comercial: ¿son las que no pertenecen a una trasnacional, las que venden poco? Entendiendo que las independientes son la que todos conocen, la cantidad de títulos en los puntos de punto de esta cadena varía entre el 10% y el 15%. Yenny-El Ateneo tiene 55 sucursales en el país y vende más de 6 millones de libros al año repartidos en 85 mil títulos, por lo que estar ahí es palpitar de cerca el mercado del libro argentino. Pero precisamente ésa es una de las dificultades de las editoriales independientes o pequeñas, ya que "para poder visibilizar bien un título nuevo necesitamos como mínimo 800 ejemplares, lo que en muchos casos se acerca a la totalidad de la tirada de esos títulos, por lo que la presencia no es igual de fuerte que las grandes editoriales que sí pueden arriesgar mayores tiradas". Pese a ello, entregar 800 ejemplares a esta cadena no asegura un éxito de ventas, sino sólo más chances de venta. Para medir el éxito, según González, habría que además medir la eficacia, es decir, "cuántos libros se venden dividido su oferta y ahí podríamos ver la performance del editor, pero así y todo seguiríamos hablando en término de negocios y la oferta literaria y su necesidad no pasan sólo por ahí". Y es que la edición independiente es importante por la influencia que puede tener en el mercado: a veces impone un autor a las grandes editoriales y otras veces un tipo de libros.
Por eso Diego D'Onofrio, editor de La Bestia Equilátera, señala que la cuenta no sólo hay que hacerla en relación a los títulos, "porque si un título de una editorial independiente tiene una tirada de 500 ejemplares no va a tener la misma presencia que otro de una grande que tira tres mil. Nuestros libros exigen un trabajo adicional, porque en general no son de un autor conocido ni de un tema de actualidad. Entonces, tanto la editorial como los libreros tienen un mayor trabajo para su difusión". Julia Ariza, editora de Fiordo, coincide con D'Onofrio en el sentido de que el principal problema que tiene una editorial independiente es la visibilidad, y eso se debe a que tienen menos recursos para la prensa, la publicidad, la correduría, incluso a veces para tiradas más grandes, "lo que en algún punto significa que tenemos menos volumen de libros para exhibir en las librerías, en comparación con títulos de editoriales más grandes que, por una simple cuestión de volumen, logran mayor exhibición".
Ariza no cree que los subsidios del Estado solucionen este problema, ya que si bien son provechosos, sobre todo cuando abren oportunidades o cuando contribuyen a igualar condiciones, "no lo son cuando distorsionan la dinámica financiera propia de cualquier negocio. Es decir, no creemos que las editoriales deban ser subsidiadas para existir; sí nos parece que sirve mucho que existan subsidios que ayuden a las editoriales a darse a conocer, a generar lazos comerciales dentro y fuera del país, y algunas de las ayudas que se ofrecieron en los últimos años, antes y después del cambio de gobierno". Pero más allá de subsidios, lo que hace falta son políticas de largo plazo que ayuden a crear un público lector cada vez más amplio y variado, es decir, avanzar, como planteó hace un tiempo el editor Maximiliano Papandrea, hacia un plan de fomento integral a la lectura. Eso generaría, según esta editora, "las condiciones para que industrias culturales como la editorial puedan prosperar en vez de vivir siempre con la soga al cuello. Editoriales como las nuestras pueden sobrevivir sin subsidios, pero no pueden sobrevivir sin lectores".
Víctor Malumian es uno de los editores de Godot, una editorial pequeña especializada en ensayo y rescates de obras discontinuadas. Malumian es además la cara visible de la Feria de Editores (FED), que se realiza por estos días con la presencia de más de cien editoriales independientes de toda Latinoamérica. Para él, "hay una falsedad grande en la idea de un Estado que no interviene y una cultura, una economía, que se autoregula. A mí forma de ver, cuando el Estado no interviene, gana el que mejor plantado económicamente está, rara vez gana el que mejor hace las cosas". Pero además con la idea de que el mercado es apolítico, se esconden algunas realidades, como el hecho de que compitan igual a igual un libro que viene de un país donde el papel no paga IVA, "o donde el parque industrial imprentero está mejor actualizado porque gana en euros y está cerca de los países productores de maquinaria, sumado a que quizás también recibió algún apoyo del Estado".
Argentina, a diferencia de otros países como México o Chile, tiene menor presencia del Estado en la cultura, pero a la vez cuenta con una cultura autogestiva que es fácilmente observable en la industria editorial y sobre todo en la edición independiente. La FED es un ejemplo de esto, que además es una iniciativa que busca acercar al lector a un libro relativamente barato y a títulos que difícilmente podría encontrar en una cadena; sin embargo, Malumian prefiere quitarle un poco los méritos a la iniciativa: "La verdad es que cuando mirás la cocina de cómo se hace la FED ves cosas bastante claras: la primera es que hay mucho ensayo y error, ajustes en los horarios, la forma de negociar con los proveedores. Si algo sale bien es porque hay miles de horas atrás de laburo para conseguir ese objetivo". Pese a ello, duda si las editoriales argentinas son más autogestivas que en otros países, "tampoco sé si es un valor per sé". Lo que sí reconoce este editor es que el Estado chileno "apoya mucho más a la edición que el Estado argentino, como por ejemplo los programas donde si se edita un premio nacional chileno, automáticamente se compra una cantidad de ejemplares interesante que asegura, no sólo que el editor se anime a hacer una buena tirada, sino que ese libro será difundido (al menos) por el Estado de muy buena manera".
Para tener una idea de lo que significa la pelea que dan las independientes. Un bestseller de una gran editorial, como Planeta o Random House, puede sobrepasar los 100 mil ejemplares vendidos, en cambio un bestseller de una editorial independiente con mucha dificultad llega a los cinco mil ejemplares. No existe pelea entre el gran y el pequeño mercado, son circuitos diferentes. Así y todo las independientes son interesantes por el catálogo que proponen; a veces, y contando todas las limitaciones, mucho más interesante que el de las grandes. Pero claro, una editorial no sólo vive de la calidad de su catálogo.
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