Tienen más de dos millones y medio de títulos, entre usados, nuevos, raros e incunables. Su slogan es "18 millas de libros" (es decir, 29 kilómetros si se pusieran en una fila imaginaria todos los ejemplares con los que cuenta, que van desde las mesas de la vereda, con publicaciones a un dólar, hasta los estantes del último piso, donde la librería conserva decenas de rarezas, piezas inhallables, pedazos de historia). Reciben a alrededor de 6 mil personas por día. Y en junio celebran 90 años de vida. La mítica librería Strand, ubicada en la esquina de Broadway y la 12th, en Nueva York, es considerada una suerte de templo pagano para los amantes de los libros. Y las historias que allí se tejieron y se tejen a lo largo de las últimas nueve décadas, parecen estar a la altura del mito.
Fundada en 1927 por un joven Benjamin Bass, que con apenas 25 años y 600 dólares soñaba con tener un lugar donde los libros fueran amados y se convirtieran en parte de una comunidad entre lectores y vendedores, la librería inicialmente estaba ubicada en la desaparecida "Book Row" de Manhattan, una zona cercana a la Union Square donde se podían encontrar, entre 1890 y mediados de 1960, cuadras y cuadras de librerías de usados. Hacia fines de los años 50 el hijo del fundador, Fred, se hizo cargo del local y decidió mudarlo a su actual locación, donde hoy se pueden encontrar libros de todo tipo –desde infantiles hasta títulos de ciencias sociales; de poesía hasta diseño gráfico y diversas curiosidades– para todo tipo de intereses y bolsillos.
Con su espíritu indie y la premisa de vender libros a precios razonables, Strand acompañó la ebullición cultural de los años 60 y 70 de la ciudad y eso se vio reflejado entre quienes solían visitarla. "Es imposible encontrar el libro que querés, pero siempre vas a encontrar el libro que vos no sabías que querías", recordó una vez David Bowie al referirse a la librería, a la que calificó como uno de sus tres lugares preferidos de la ciudad que adoptó como propia, en una entrevista con la revista New York en 2003. El músico británico era un habitué de Strand –"siempre solo y de incógnito", aseguran– en sus recorridos por Manhattan hasta el final de sus días. Incluso entre los ex empleados del lugar hay músicos: la artista Patti Smith trabajó brevemente como vendedora de la librería, en los años 70, y también lo hizo Tom Verlaine, el líder de la influyente banda post punk Television.
Una de las características que en la actualidad llama la atención de Strand –en tiempos de megafusiones editoriales, grandes cadenas de librerías y espacios culturales que se van adaptando a los nuevos tiempos con cafeterías o diversas promociones para atraer clientes– es que en sus nueve décadas de existencia el sitio se mantuvo como un negocio familiar, y que su ambiente, con libros que van desde la vereda hasta el techo, con carteles escritos a mano y una atmósfera entrañable para los lectores tenaces, parece un refugio alejado del bombardeo comercial que proponen otros espacios.
"Cuando Strand abrió sus puertas solamente vendía libros usados. Nuestro fundador, Benjamin Bass, tenía una gran pasión por los libros usados; por comprarlos, por aprender sobre sus historias y por compartirlas con la comunidad. Su hijo y uno de los actuales dueños, Fred Bass (junto con su hija Nancy Bass Wyden) también comparten esa pasión y la expandieron para sumar libros nuevos, usados y raros a nuestro inventario", explica a Infobae Leigh Altshuler, directora de comunicación de Strand, quien agrega que incluso en la actualidad se puede llegar a encontrar al propio Fred detrás del mostrador donde la librería recibe a aquellos que quieran vender sus viejos libros.
Según Altshuler, una de las fórmulas para mantenerse en pie durante tantos años fue "tratar de adaptarse a los nuevos tiempos" con eventos literarios de lo más diversos que tienen lugar en la librería los siete días de la semana. En Strand los amantes de los libros parecen ser prioridad: los empleados seleccionan cautelosamente la ubicación de los títulos, comparten sus recomendaciones, están atentos a los pedidos de los visitantes y son, por lo general, reclutados por ser grandes lectores.
Los relatos alrededor de Strand se multiplican. En la ficción, el lugar sirvió como locación para innumerables escenas en todo tipo de historias, películas y series. Entre los más recordados, está el cuento "Three Girls", de la autora Joyce Carol Oates, en el que dos jóvenes universitarias se encuentran en 1956 en el local con Marilyn Monroe quien, disfrazada para que nadie la reconozca, revisa con mucha atención las mesas de libros.
Más recientemente, Strand puede verse en la serie de Netflix Master of None, con su protagonista Dev (Aziz Ansari) recorriendo las abarrotadas estanterías de la librería en el último episodio de la primera temporada. Pero la lista es enorme: escenas de obras de Woody Allen o la mismísima Sarah Jessica Parker, en Sex and The City, pasaron por la librería que hoy, además de ofrecer libros, se convirtió en una suerte de ícono de la cultura pop. De hecho y por iniciativa de Nancy Bass, en el local pueden conseguirse las ya clásicas bolsas de mano de Strand, con diferentes diseños y el logo de la librería, además de pins, libretas y otros objetos.
"Nos vemos a nosotros mismo no sólo como una librería, sino como un espacio de conversación, cultura y comunidad", señala Altshuler y adelanta que durante junio, para celebrar sus 90 años, Strand prepara, entre diversas lecturas y actividades, un concurso para quienes diseñen señaladores alusivos al aniversario y, por supuesto, una enorme fiesta de cumpleaños.
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