Primero, entonces, el caballo, que tiene 5 metros de alto, está en estado de shock y corcovea. Ahí nomás, una mujer que busca calmarlo. Más allá, un joven en cuclillas y cientos de rocas que vuelan hacia el caballo aterrorizado. Extrañamente hay movimiento en esa instalación escultórica de tres piezas de resina con polvo de mármol, cuyo interior es de acero inoxidable. Hay un único detalle en vidrio y son los ojos celestes del caballo, en cuya convexidad es posible ver la totalidad del espacio que ocupa la muestra que desde hace unos días, y hasta el domingo 26 de noviembre, los visitantes pueden apreciar en el Pabellón argentino, ubicado en el Arsenal del histórico edificio de la ciudad italiana. Fontes vive en Brighton, Inglaterra, desde el año 2002. Llegó esta semana a Buenos Aires para participar de una charla que tendrá lugar hoy viernes 26 de mayo en el Open Forum de arteBA, en la Rural, donde la artista dialogará con Andrés Duprat, curador del envío y director del Museo Nacional de Bellas Artes.
-¿Qué es "El problema del caballo"?
-Es un grupo escultórico que hice especialmente para el pabellón que tiene Argentina. Es una escena congelada en el tiempo, donde se ven tres personajes, una mujer, un caballo y un joven, que responden de distintas maneras a una crisis. Hay también 400 rocas en el espacio, que están volando hacia el caballo y hay un punto de vista -que es el del chico- desde donde se ve que esas rocas forman con su sombra la silueta del caballo explotado. Quise crear de forma poética una obra que tuviera un significado abierto. Hay distintas interpretaciones según los libros que cada uno haya leído y me están llegando reacciones de distintas partes del mundo. Para mí el punto central de la instalación es el punto ciego donde el caballo no puede ver a la mujer y la mujer lo está tocando con la mano. Ella está apoyando la mano en el hocico del animal y la mano es gigante, es distinta a la otra mano de la mujer en escala real. Para mí ese es el nudo que amarra la escena conceptualmente, y me interesa mucho ese umbral que hay entre el caballo y la mujer, es como una alianza que hay en esos dos personajes. En los ojos del animal, que son de vidrio, se adivina la emoción del caballo, lo que le está pasando en ese momento.
-¿Y qué le está pasando al caballo en ese momento? Recién mencionó la palabra crisis.
-Es difícil, quiero hablarlo en términos abiertos porque representará distintas cosas para distintas personas. El caballo esta en una posición de corcoveo que en parte toma prestada de la tradicion pictórica como en Molina Campos, por ejemplo. Un caballo salvaje no corcovea, solo adopta esa posición para sacarse el jinete de encima.
-Pero en su obra no hay jinete.
-Bueno, el jinete es el edificio en donde está expuesta la obra y todo lo que representa, dentro y fuera del mundo del arte contemporáneo.
-¿Cómo vive haber sido seleccionada para representar a la Argentina?
-Esta es la primera vez que se elige por concurso al artista que va a Venecia, y creo que es mérito de la comunidad de artistas, que hace años reclama saber cómo es que se elige al artista que representa al país. Durante mucho tiempo era parecido a elegir al Papa: de repente había fumata, se abrían las puertas y se decía: "va tal" y nadie sabía cómo había sido. La verdad es que estoy honrada, convocaron a curadores que habían tenido experiencias con la bienal, algo que me parece importante porque Venecia es un lugar particular y con problemas muy específicos.
-¿Con quiénes trabajó en la obra?
-Tuve la suerte de encontrar a los London Mould Makers, un grupo de artistas maravillosos, especializados en hacer esculturas con molde, algo en lo que yo había trabajado pero a otra escala. En este caso son 500 metros cuadrados y comenzamos en diciembre pasado: de haberlo hecho yo sola o con un equipo de dos o tres personas hubiera tardado dos años. Ellos trabajan en medio del campo, relativamente cerca de donde vivo, lo que me permitió ir a trabajar con ellos, en algún momento incluso tuve las esculturas con formas humanas conmigo, en mi taller. Trabajar así me sirvió para poder tomar decisiones. Eso en cuanto a la realización práctica, pero en el proceso de la obra también hay tecnología 3D involucrada. El caballo lo hice en mi taller, pero ese original es más chico, mide un metro de alto. Se escaneó en 3D y ese archivo se le ofrece a una máquina con la que podés hacerlo a la escala que quieras.
-¿Y cómo se trasladó a Venecia?
-Se sabía que iba a entrar en pedazos porque no entraba por la puerta, que mide 3 metros. Se trasladó en un camión, todo en cajas, como se trasladan las obras de arte, y se terminó de montar allí, en siete días, con el equipo. Y eso fue una fiesta, la verdad, fue precioso el montaje.
-Hay una obra suya muy impresionante en el Parque de la Memoria. Es una escultura impactante, emotiva, que representa a un chico desaparecido. Cuando uno la mira, es como ver a ese chico caminando sobre el río…
-La "Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez" tiene algunos puntos de coincidencia con "El problema del caballo" porque ambas son obras hechas con fondos públicos, por lo tanto tienen una dimensión ética que otras obras que uno hace no tienen. Y también fue una obra a la que llegué por concurso, en 1999. Iban a seleccionar obras para un parque escultórico -el parque de la memoria todavía no existía- que se iba a hacer en homenaje a los detenidos desaparecidos durante la dictadura militar. Una de las primeras decisiones que tomé sobre qué mostrar ahí como artista fue que me parecía que el grupo de los desaparecidos no es un grupo homogéneo sino heterogéneo y tomé la decisión de hacer algo biográfico, con nombre y apellido y no abstracto. Y quería que fuera un caso en donde fuera imposible no identificarse con lo que le pasó a esa persona. Que hasta los más escépticos sobre este tema, que desgraciadamente todavía tenemos muchos en este país, no pudieran negar que el 5 de mayo de 1977, a las 2 de la mañana, secuestraron y desaparecieron a Pablo Míguez, de 14 años de edad.
-¿La elección de un adolescente fue deliberada?
-Busqué hacer el ejercicio de ponerme en el lugar del otro. Entonces buscaba el caso de alguien que en el momento de su desaparición hubiera tenido la edad que yo tenía en ese momento. Para los que aún no fueron al Parque de la Memoria -porque hay muchos que no se animan a ir porque es un lugar de confrontación emocional con nuestra historia- les digo que vayan, es un lugar muy especial, muy vivo, impresionante.
-¿En Venecia buscó mostrarle a su manera la Argentina al mundo?
-Mas que mostrar la Argentina, que no me siento autorizada para eso, fue mostrar qué es la Argentina para mí, esa fue la pregunta. Vivo fuera del país hace 15 años, vivo en un país que es Inglaterra, que tiene históricamente con Argentina una confrontación en la historia y en el fútbol. Hubo muy poquitas veces en las que se invitó a un artista que vive en la diáspora a representar al país. Me siento muy honrada por esa aventura en que se metieron y que, por una vez, no se hayan fijado tanto en la dirección fiscal del artista sino en el compromiso y la relación que el artista tiene con el país. Siempre tuve un compromiso con Argentina y siempre seguí volviendo y dando clínicas, trabajando con artistas jóvenes, sobre todo en las provincias, que me interesa mucho.
"Es súper importante haber hecho algo con lo que la gente se siente identificada", dice Fontes sobre el final de la charla. Es entonces cuando su voz se quiebra y parece emocionada al evocar una frase. "Alguna vez, un amigo, Tulio De Sagastizábal -un artista muy bueno-, me dijo algo cuando yo me había ido: 'La obra puede tener sentido en muchos lugares del mundo pero ese sentido se hace hermoso solo en un lugar'. Y para mí ese lugar sigue siendo Argentina."
*Conversación entre Claudia Fontes, artista que representa con su obra "El problema del caballo" a la Argentina en la 57ª Bienal de Venecia y Andrés Duprat, curador del envío nacional y director del Museo Nacional de Bellas Artes en arteBA. Open Forum, Pabellón 9 de La Rural, a las 16.30.
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