Es un mediodía fresco y parece muy simpático este señor que entra al bar de un hotel de Retiro y saluda calurosamente, entre sonrisas. Habla un castellano fluido al que le añade la gracia singular de quien busca matices en una lengua ajena ("¿barco es masculino?", "¿dije es presente o pasado?"). Eshkol Nevo lleva una semana en Buenos Aires y se sorprende con cada palabra nueva que incorpora a su español, un idioma que comenzó a practicar hace tiempo, durante el clásico viaje a Latinoamérica que emprenden los jóvenes israelíes al finalizar el servicio militar obligatorio y que él hizo veinte años atrás. Bromea sobre esto: dice que, en realidad, no vino para presentar su nuevo libro sino para mejorar su castellano y que, por eso, ya está más que satisfecho.
Nevo (se pronuncia Nevó) ya se había acercado a la región en 2010, durante la investigación de su novela Los destinos invisibles (Océano), que acaba de publicarse en la Argentina. Aquella vez quería conocer los sitios en donde a principios del siglo XX se instalaron las colonias judías, aquellas comunidades fundadas a partir de la iniciativa del millonario Baron Hirsch, quien ayudó a miles de judíos del este europeo a abandonar sus lugares de origen y el riesgo de muerte en tiempos de pogroms para venir en busca de una tierra fértil para trabajar y para vivir, un lugar en donde fundamentalmente no se los persiguiera por ser judíos y en donde, además, pudieran pensar en un futuro para sus familias. Los destinos invisibles es una novela emocionante, que trabaja sobre los deseos y las ilusiones de al menos tres generaciones de israelíes. Sus protagonistas son personajes entrañables y aunque el argumento ofrece muchos niveles de lectura, básicamente cuenta la historia de un hombre grande que combatió en la guerra de Yom Kippur (1973) y que al quedar viudo decide emprender un viaje a Latinoamérica en busca de sí mismo, aunque su verdadero objetivo es fundar en este lado del planeta una nueva nación que cumpla con aquello que Israel, según su mirada, no terminó de cumplir.
Cuando la familia pierde contacto con él, su hijo Dori -quien está en crisis con su mujer, Roni- decide venir a buscarlo. En el camino conocerá a Inbar, una israelí que también está en crisis con su pareja y que tiene una relación muy cercana con Lily, su abuela, una polaca que llegó a Palestina muy poco antes del comienzo de la Segunda Guerra. Todos los personajes de la novela de Nevo -al igual que todos los mortales, podríamos decir- se encuentran en algún momento ante caminos que se bifurcan y eligen uno de ellos, a riesgo de equivocarse.
–Su novela tiene muchos modos de ser abordada. Uno posible es que no siempre los sueños se concretan y esto se puede ver en las diferentes generaciones de la novela. Las vidas de los más jóvenes no tienen nada que ver con lo que imaginaron los pioneros.
–¿Conoces el poema El camino no elegido, de Robert Frost(*)? Hay un hombre que va por el campo y se enfrenta a dos caminos, dos posibilidades. El poeta cuenta que eligió un camino pero durante toda su vida sigue pensando en el camino no elegido. Creo que en este libro todos los personajes tienen un camino no elegido, desde la abuela y su "amor de barco" hasta Dori o Inbar. El camino no elegido tiene que ver no solamente con la familia o el amor sino con el país y la patria. En la vida real normalmente no tenemos oportunidad para viajar de regreso y tomar por el camino no elegido, pero en nuestra imaginación, en el libro por ejemplo, los personajes sí lo tienen.
–Una de las ideas fuertes que aparece es que, para algunos de los personajes, Israel no es el país que soñaron o que les prometieron.
–Pienso que el mayor objetivo del sionismo era crear un lugar seguro para los judíos, un lugar sin antisemitismo y con independencia, en donde se pudiera hablar la lengua hebrea. En ese sentido, no es algo trivial que hoy exista un país con gente que habla y escribe en hebreo. El hecho de que yo escribo en hebreo y tengo lectores en hebreo y que tenemos editoriales en hebreo es increíble, hace cien años era impensable. Pero naturalmente hay más valores que la seguridad para los judíos. Para mi generación, ya no es suficiente estar seguros. Nací en Israel y desde mi primer día me siento seguro, ahora quiero más, quiero más valores, quiero el futuro. El nombre del libro en la edición hebrea es Neuland. Es la idea de empezar de nuevo, de preguntarnos cuál queremos que sea nuestro futuro, adónde queremos ir. El título está basado en Alt Neuland, la novela de Herzl (N de la R: se refiere al periodista y escritor Theodor Herzl, el teórico y fundador del sionismo, quien escribió una novela utópica con ese título. Neuland es un modo de decir New Land, nueva tierra. En el caso de Herzl, Alt Neuland era The Old New Land, la Vieja Nueva Tierra).
–Usted dice que los israelíes se sienten seguros en Israel y entiendo que habla de la seguridad que da no ser perseguidos por ser judíos y que es lo que sintieron los pioneros al sentirse entre pares. Sin embargo, hoy cuesta pensar en términos de seguridad para la vida de los israelíes…
–Sí… nuestras inseguridades… Para mi abuela, por ejemplo, el sionismo fue muy exitoso. Toda su familia murió en los campos de concentración y solo ella sobrevivió. Murió hace siete años, teníamos una relación muy cercana. Ella nunca pudo entender por qué su nieto quería viajar. "¿Por qué viajas? ¡Aquí tenemos nuestro país!", me decía.
–¿Cuánto de su abuela hay en Lily, el personaje de la abuela de Inbar?
–Mucho. El viaje de Lily es el viaje de mi abuela; para escribirlo necesité hacer una investigación y leer diarios de personas que viajaron en el mismo barco que viajó ella. No podía consultarla porque durante la escritura del libro, ella ya estaba en los finales, muy perdida con su enfermedad. El viaje es el mismo. En cuanto a la historia de amor del barco, prefiero no saber (ríe). El carácter de ese personaje es una mezcla de mi abuela que era una señora muy amable y cuidadosa en el trato y su cuñada, la hermana de mi abuelo, una mujer increíble, también polaca y partisana (N de la R: formaba parte de la resistencia judía armada contra los nazis). Fue partisana, de verdad, hasta sus últimos días. Cada vez que venía de visita había polémica, era una mujer muy apasionada.
–En la novela describe a las mujeres pioneras, como fuertes y resistentes.
–Creo que en cada época hay mujeres fuertes. Roni (la esposa de Dori) es fuerte. Es un poco nerviosa y workohólica, autosuficiente. Le voy a contar algo que puede parecer increíble. En Israel, la gente, mis lectores, a veces no pueden entender la diferencia entre ficción y no ficción. Hay lectores que me preguntan: ¿Roni sigue casada? ¿Cuál es su número de teléfono?
–Otro punto fuerte que se ve en la novela son los cambios generacionales, los cambios de roles o el lugar de los padres con respecto a sus hijos.
–A mí me gusta cambiar los roles en las diferentes generaciones. Por ejemplo, normalmente son los jóvenes los que desaparecen en América Latina y son los padres quienes salen a buscarlos. En mi libro es al revés. En la generación de mi padre, los hombres tuvieron siempre mucha responsabilidad y los pies sobre la tierra. Ningún amigo de mi padre, por ejemplo, ha tenido tiempo de buscarse a sí mismo, espiritualmente. Por eso me gustó mucho cambiar eso, escribir un personaje que fuera un hombre de esa generación, pero que es débil.
–En realidad, se mantuvo fuerte mientras vivía su esposa…
–¿Sabes de dónde tomé esta idea? Hice investigaciones y hablé con muchos hombres que fueron soldados durante la guerra de Yom Kippur y veía que había algunos que habían regresado con estrés postraumático y otros sin trauma aparente. Un hombre en un kibbutz me contó: ¿sabés cuál es la razón por la que yo quedé sin trauma? Mi esposa. Cuando regresé de la guerra, durante tres meses ella me cantaba cada noche una canción para relajarme y por eso no me volví loco.
–Esa esposa era casi una madre
–¿Y no es así siempre? Me acordé de otra anécdota. Un año después de la publicación del libro, di una charla en este kibbutz a la que fue este hombre con su padre, un hombre de unos 90 años. Di la charla, leí un poco y después hubo preguntas del público. El padre de este hombre levantó la mano y me dijo: "Quiero decirte gracias". Fue increíble, increíble. Me dijo: quiero decirte gracias porque yo nunca había hablado con mi hijo sobre esta guerra y por tu libro empezamos a hacerlo… A veces, los padres de antes ponían distancia y también entre hombres en general había mucha distancia.
–Pareciera que Dori trata de acortar esa distancia con su propio hijo
–Dori hace lo opuesto totalmente, lo abraza demasiado fuerte, tanto que no lo deja respirar. Por otra parte, si un padre abraza demasiado fuerte al hijo, la esposa no tiene espacio en ese triángulo.
–Hay personajes de su novela, como Fima, el amor de barco de Lily, que me recuerda la obra de Bashevis Singer o de Sholem Aleijem.
–Leí a esos autores pero no están en mi comida básica de la literatura. No sos la primera que hace esa asociación con Bashevis Singer. Por supuesto que no hay comparación, él está allá arriba y yo estoy aquí abajo, pero él escribe cerca de la vida. Y a mí también me interesa esa literatura que está cerca de la vida.
–En Los destinos invisibles hay una crítica muy fuerte a los psicólogos y a cierta clase de programas de radio…
–En realidad, es una crítica a cierta psicología popular…Mis dos padres son psicólogos, entonces tengo mucho respeto por esta profesión y además estudié psicología. Y muchos de mis amigos también son psicólogos. La mayoría de los psicólogos en Israel son argentinos y, como dije, yo tengo respeto por los argentinos. Traté de hacer una crítica sobre la insensibilidad de los medios hacia lo que es el alma de la gente que participa en los programas de psicología popular o realities. No puedo verlos porque siento que es un experimento sobre el alma de la gente. Explotan la intimidad y el dolor íntimo de la gente para promover el rating. En Israel es un fenómeno muy fuerte ahora.
–Explíqueme un poco su gusto por la Argentina
–A mí me gusta América Latina, generalmente, y los porteños, específicamente. Vine por primera vez hace veinte años y desde ese momento hay una conexión que no puedo explicar, no puedo. No tengo familia que haya nacido acá. Hay cosas así en la vida, como cuando una persona encuentra su segunda casa. Estar aquí ahora es un sentimiento muy interesante, hace siete años vine para hacer investigaciones, viajé con un amigo argentino a las colonias judías. Entonces todo estaba en mi imaginación y ahora estar aquí presentando este libro es medio real y medio surrealista. Primero traté de escribir sin viajar, pero se perdía el espíritu, el sabor y el olor de los lugares. Realmente cuando viajé aquella vez no estaba seguro de poder escribirlo. La novela tuvo 32 borradores. El viaje fue un punto de cambio, cuando regresé a Israel sentí que ya podía hacerlo.
–En la novela, es fundamental el tema de la guerra, del país en guerra y también del país guerrero.
–Es un libro totalmente antiguerra. La mayoría de mis lectores en Israel y afuera entienden y hablan mucho sobre este tema. Recibo montones de cartas de soldados y de padres de soldados. Ocurre que ahora tenemos en el gobierno una coalición que no puede hacer paz. Son partidos que están muy a la derecha, incluyendo a la extrema derecha. Pero Israel es una democracia y aunque ahora estoy en la oposición, en la minoría, cada cuatro años (o cada dos o tres) tenemos elecciones. Mientras tanto, escribo artículos en el diario y tengo mi proyecto de talleres de escritura sin fines de lucro, para mejorar nuestra sociedad. Espero…No, no solamente espero, necesitamos hacer cosas. Debo decir que me resulta muy inspirador lo que pasó con ustedes ayer aquí, en esa manifestación increíble (N de la R: la nota fue al día siguiente de la marcha en contra del fallo de la corte por el 2 x 1). En 2011 en Israel tuvimos esa clase de manifestaciones y estoy muy orgulloso de haber participado.
–¿Y por qué cree que en los últimos años la sociedad israelí se volcó más a la derecha?
–Son muchas cosas. Durante muchos años, la izquierda decía que debíamos abandonar los territorios palestinos para lograr la paz. Pero salimos de Gaza y no hubo paz sino Hamas y misiles. Gente muy modesta dice ahora que no es posible salir de ningún otro territorio y les cuesta creer en la paz porque dicen que del otro lado no quieren paz realmente. Yo no creo eso, hay dos comunidades palestinas: una de ellas, liderada por Hamas, sin chance de paz. Pero hay otra también, con la que sí hay que buscar la paz. El problema es que la mayoría de la gente no puede hacer la distinción.
–¿Por qué?
–Porque en general es difícil hacer distinciones en la vida, nuestras cabezas funcionan con categorías. Y también es difícil hacer cambios, los conservadores como nuestro primer ministro no quieren cambios, prefieren el statu quo. Y el statu quo en nuestras regiones es malo.
–Como nieto de pioneros, de gente que tuvo que huir de sus países por el antisemitismo, ¿cómo vive el tema del muro y los retenes? Me refiero en general al trato que reciben los palestinos en Israel.
–Debe mejorar. Hay muchos niveles para responder esta pregunta. Hay mucha inversión para mejorar la vida de los palestinos y, sin embargo, del otro lado también se responde con racismo. La escuela en la que enseño escritura está en Yaffo, donde la mitad de la población son árabes y la otra mitad judíos. En la vida cotidiana con mis vecinos somos amigos, nos ayudamos con los problemas diarios y convivimos muy bien pero cuando les pregunto a algunos escritores que escriben en árabe si quieren enseñar en mi escuela me dicen no. Porque todavía hay tensiones, racismo. Somos un país muy pequeñito y todo está muy cerca. No puedo decir que nada progresa o que todo el país está lleno de racismo porque no es así, pero sé que debería ser mejor. Hay muchos proyectos para acercar a la gente.
–El reclamo es que no tienen los mismos derechos
–Sabes, según la ley, los árabes israelíes tienen derechos. No es cierto que es un apartheid, eso es bullshit. Estuve en Sudáfrica y aún hoy hay racismo, y no se puede comparar con Israel. La ley está OK, incluso las inversiones tratando de mejorar la vida de los palestinos están bien. El tema es el miedo mutuo, la desconfianza. Yo veo un montón de conflictos y un montón de potencial. No estoy desesperado, amo mi país y estoy orgulloso de Israel. Creo que hoy está conducido por la gente equivocada, pero confío que iremos por el buen camino.
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(*) EL CAMINO NO ELEGIDO, de Robert Frost
Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
y eso hizo toda la diferencia
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