En un encuentro que tuvo más de conversación cotidiana que de entrevista, nos encontramos con el autor de El lector, quien vino a Buenos Aires a presentar su última novela, Mujer bajando la escalera. Durante la conversación pudimos charlar con Bernhard Schlink (Bielefeld, Alemania, 1944) acerca de sus procesos de escritura, su relación con los lectores, las diferentes reacciones que provocó su libro El lector y varios de los temas centrales en su obra: el perdón, el castigo, la culpa y la reconciliación. Schlink sonríe todo el tiempo e interrumpe para hacer preguntas que lo ayuden a entender quién es la persona que tiene enfrente. Se detiene en cada gesto y en cada palabra. Nos cuesta mucho dejarlo ir.
-Hay algo con las mujeres "fugaces" en sus libros, mujeres que desaparecen, que se escapan de su situación y que a la vez son el centro de sus historias. ¿Es algo que le interesa en particular? ¿Cómo ve el papel de las mujeres en su escritura?
-El papel de las mujeres en la vida de un hombre…
-No sé si lo son en su vida privada, pero en su escritura…
-No, creo que en la vida de cualquier hombre, por supuesto, el papel de las mujeres es importante y la idea de que se están escapando en mis libros… ¡Es algo en lo que nunca había pensado! Es una buena pregunta. Quizá… quizá sea porque los hombres tendemos a pensar que podríamos asirlas y retenerlas cuando en realidad jamás podemos. Quizá incluso no sea solo algo de los hombres y las mujeres, quizá una y otra vez en la vida creemos que podemos asir a otra persona cuando en realidad no podemos, y tenemos que entender que no podemos.
-El protagonista de El lector intenta asir a Hanna de alguna manera, y en su último libro hay un cuadro de una mujer enigmática en torno a quien gira todo el libro, en torno a su ausencia, a su partida. ¿Cuál ha sido la importancia del arte en su vida? De la pintura, en particular.
-Tener una imagen de alguien es una manera de intentar asir a esa persona.
-Eso pensé cuando leí la novela.
-Entonces, lo que usted dijo al principio. ¿Por qué es que a estos hombres las mujeres se les escapan? Porque tienen una imagen de esa persona que, por supuesto, reduce a esa persona de una manera inapropiada y luego deben darse cuenta de que no pueden aferrarse a una imagen propia. Y es difícil porque, por un lado, necesitamos imágenes. Si nos reencontramos con una persona, no podemos empezar de cero todo el tiempo… Necesitamos la imagen de nuestro último encuentro, pero a la vez está el peligro de transformar al otro en una imagen. Podemos confinarlo de una manera que no es correcta. Es como encerrar a la persona dentro de algo que la persona no es.
-En sus cuentos y novelas las parejas tienen problemas para encontrarse el uno al otro…
-¿Es diferente en la vida? Creo que incluso a las parejas felices les cuesta.
-Creo que esa es la razón por la que sus libros tienen tanto éxito. Porque las personas se sienten, de alguna manera, representadas por esa complejidad. Sin embargo, sus novelas y cuentos no son complejos de leer. ¿Usted busca eso?
-Creo que la lectura en sí misma no debe ser difícil; lidiar con lo que hay en la historia…esa debe ser la parte difícil. Pero la lectura en sí misma no debe ser difícil. Quiero ser lo más claro y preciso que sea posible, y lo más simple posible.
-¿Y cómo logra eso? ¿Cómo se refleja en su proceso de escritura?¿Relee? ¿Reescribe? ¿Tiene alguien que lo lee?
-Una vez que ya terminé un cuento o libro, se lo doy a mi hermana, a mi hijo y a un viejo amigo mío; son tres lectores que son muy diferentes. Ellos me hacen su aporte, y después yo repaso el manuscrito una y otra vez…
-Usted es juez y es profesor, enseña Derecho; entonces su vida iba por un camino, que era muy preciso y exitoso, y decidió escribir… ¿Qué lo hizo decidirse a empezar a escribir ficción?
-Siempre escribí, cuando era alumno en la secundaria y en la universidad…poemas malos y cuentos, incluso obras de teatro, y luego, cuando empecé a escribir como investigador del Derecho, pensé que la alegría de escribir iba a ser suficiente en sí misma. Y realmente disfrutaba escribir sobre temas legales, y disfruto escribir ensayos y textos académicos hasta el día de hoy. Pero siendo un profesor joven, me di cuenta de que faltaba algo en mi vida. Así que probé esto y lo otro, y finalmente me di cuenta de que tenía que volver a escribir.
-Su personaje Selb, el título de sus libros, La justicia de Selb, El engaño de Selb…
–Selbs Justiz, Selbs Betrug y Selbs Mord, sí.
-Y luego El fin de Selb, son muy técnicos, palabras legales muy específicas, que definen al personaje, no sólo lo que hace -es un detective- sino también la idea de crimen y castigo está presente.
-Bueno, los títulos en alemán tienen un juego que se pierde en la traducción: Selbs Justiz es "la justicia de Selb", pero también suena como Selbstjustiz, justicia por mano propia, como un "vigilantismo".
-Es la idea de self en inglés.
-Sí. Es un juego de palabras que no es tan técnico, entonces los títulos no son muy técnicos en alemán. En alemán evocan algo que es del lenguaje común. Hablamos de Selbstjustiz, Selbstbetrug (autoengaño) y Selbstmord (suicidio) como fenómenos de la vida diaria. Entonces el juego de palabras se pierde en la traducción.
-Lo he escuchado hablar sobre la culpa, el perdón y el castigo, y sobre el pasado y su influencia sobre el presente. Cuando leo sus libros, tengo la sensación de que su lucha es con la culpa y el perdón, y la posibilidad del castigo y el perdón. ¿Cuánto de eso es consecuencia de su crianza? Ya sabe, quién es usted, dónde nació y cuándo nació.
-Mucho de eso. La mayor parte de eso, supongo. Y solo el éxito de El lector me hizo dar cuenta de estaba hablando de temas más universales de lo que había pensado en un principio. Pero, por supuesto, crecer siendo miembro de lo que llamamos la "segunda generación", la generación que nació al final de la guerra o justo después, y luego vivir la experiencia de que -para algunos fue el padre, o un tío, o su maestro o profesor- hayan estado involucrados en algo horrible durante el Tercer Reich, y después, ¿cómo lidiás con eso? Él hizo algo monstruoso, pero no era un monstruo para vos. Mi profesor de inglés, por ejemplo: le debo mucho de mi amor por la lengua inglesa. Y cuando terminé la escuela, años después, escuché que había estado involucrado en algo malo.
-¿Cómo se hace entonces? Bueno, usted sabe, tenemos una historia acá en Argentina…
-Frecuentemente pienso en esos niños que han sido adoptados por un militar, probablemente muchas veces hayan sido padres amorosos, y después descubren la verdad, ¿cómo podés sobrevivir a eso siendo niño o una persona joven?
-Nos enfrenta a muchas controversias, a aquellos que estaban involucrados y a nosotros, testigos de eso. Encontraron al nieto número 122 hace dos semanas, y siempre es una nueva crisis de identidad.
-Sí, además, estos padres en un sentido hicieron algo monstruoso pero probablemente hayan sido también padres amorosos. ¡Ah! No, lo sé, es mucho más que un tema solo de Alemania, y acá debe ser muy similar.
-En El lector, Hanna no sabe leer ni escribir. Para nosotros los argentinos —que somos un país al que llegaron muchos inmigrantes analfabetos, pero que sobrevivieron a su analfabetismo—, es algo muy presente en nuestra cultura. Y creo que eso nos hizo, no justificar, sino intentar entender la complejidad de las decisiones de Hanna. ¿Qué lo hizo elegir eso? Siempre quise preguntarle, ¿qué lo hizo elegir una Hanna que no sabía leer ni escribir? Es un giro tan grande en la novela… Es increíble…
-Es una buena pregunta, para la que no tengo una buena respuesta. Desde el principio… Yo no empiezo por temas o problemas, empiezo por la historia. Y ella era analfabeta desde el principio. Se me presentó así. Siempre hay varias personas que se fusionan en un personaje en un libro. Gente real, gente imaginaria, fantasías, lo que sea. ¿Será que una mujer que era parte de eso era analfabeta? No lo sé… no lo sé. Pero era analfabeta desde el principio.
-La traducción al inglés y al español es El lector, pero en alemán no es El lector.
-Es Der Vorleser, el que lee en voz alta, el que le lee a otro.
-Es una gran diferencia…
-Por supuesto es diferente.
-Entonces los libros, de alguna manera, la salvan.
-Sí.
-¿Los libros lo salvaron a usted?
-No me podría imaginar la vida sin libros. Y obviamente los argentinos tampoco pueden. Son realmente una nación de lectores. Es fantástico estar acá entre todos estos lectores.
-Los libros la salvan y, de alguna manera, ¿también la ayudan a darse cuenta de la dimensión de sus actos?
-Creo que ella nunca llegó a ser plenamente consciente de sus actos. Pero ella llega a tener un atisbo de comprensión. Solo un atisbo.
-¿Cuánto de ese chico que lee en voz alta era usted?
-¿Qué querés que te diga? ¿Treinta y dos por ciento? No te sabría decir…
-No me sabría decir…
-No. Por supuesto, estoy en todos mis libros. Toda la escritura es autobiográfica. O sea, uno escribe sobre lo que sabe, y también uno escribe para… Quiero decir, escribir, como leer, es un proceso a través del cual uno intenta comprenderse a uno mismo y al mundo. Uno lo hace cuando lee, cuando escribe. Y entonces, por supuesto, siempre es autobiográfico también.
-¿Está escribiendo ahora?
-Sí.
-¿Qué está escribiendo? ¿Podemos saber?
-No lo puedo decir.
-¿Es una novela? ¿Cuentos?
-Bueno, de hecho, empecé una novela y después me di cuenta de que tenía que hacer una investigación para esa novela que requería ir a Namibia. Era una pequeña parte, pero caí en la cuenta de que no podía escribirla sin tener idea de cómo se ve y se siente ese país. Y como no podía ir a Namibia enseguida, paré y me volqué a escribir cuentos. Y ahora voy por la mitad de ambos, pero ya voy a volver a mi novela.
-¿De dónde salió Selb?
-Me interesaba el personaje: me interesaba ese personaje que salió del Tercer Reich y entró a la Alemania de la posguerra. Y no quería empezar a escribir sobre mí mismo. Siempre me gustaron los misterios, y de alguna manera escribir novelas de misterio sonaba parecido a ejercer el Derecho. Primero hay que desarrollar el problema y después hay que resolverlo. Eso es lo que uno hace en el Derecho: primero hay que desarrollar el problema en todos sus aspectos y después hay que resolverlo. Eso es lo que uno hace cuando escribe una novela de misterio. Entonces, como me encantaban las novelas de misterio, no quería escribir sobre mí mismo, buscaba algo que tuviera una cierta estructura, eso me hizo empezar a escribir novelas de misterio.
-¿Qué opina de la obra de Hannah Arendt?
-A pesar de que ha sido criticada por la idea de la "banalidad del mal", creo que ella realmente comprendió el elemento crucial del mal. Y si Eichmann era el Eichmann que ella vio o no es secundario. La "banalidad del mal" realmente capta una verdad sobre el mal.
-Así lo creo. Por eso quería preguntarle qué pensaba de ella, porque esta idea de hacer algo monstruoso y no necesariamente ser un monstruo… Pensé que se había colado algo de Hannah Arendt en eso.
-¿En serio? Además, simplemente la experiencia. O sea, eso es lo que mi generación vivió una y otra vez.
-Usted dijo muchas veces que intentar comprender el Holocausto o a los que estuvieron involucrados no significa justificar lo que hicieron. ¿Por qué cree que nos es tan difícil entender esa diferencia?
-Bueno, creo que todos decimos "Es un buen tipo, pero puede ser muy cruel". "Pero". No decimos "y puede ser muy cruel". Queremos que las cosas encajen perfectamente. Entonces, una vez que entendemos que tenemos una tendencia a justificar o disculpar, creo que es difícil vivir con la tensión, con la tensión de "Hizo algo monstruoso, pero no es un monstruo". Puedo entender cómo funciona eso, cómo la gente pudo hacer algo así, pero es injustificable. Creo que esta tensión es algo con lo que es muy difícil vivir.
-Sí, es algo con lo que es muy difícil vivir, muy difícil. Y a veces te malinterpretan. ¿A usted lo malinterpretaron cuando publicó El lector?
-Oh, sí. Una y otra vez. Me dijeron cómo pude darle un rostro humano. Ella hizo algo monstruoso, ella es un monstruo, y darle ese rostro es blanquear su imagen. De hecho, siempre contesté que no, que ese es el verdadero problema: si aquellos que cometieron crímenes monstruosos fueran monstruos, el mundo sería fácil, no tendríamos nada que ver con eso: los expulsaríamos inmediatamente.
-¿Qué ha sido lo más inesperado que le ha pasado como escritor, que nunca hubiera soñado? Ya sabe, lo que pudo ver con lectores, u otros escritores, o con las adaptaciones para películas.
-Desde que El lector se volvió un éxito mundial, he recibido muchas invitaciones, como esta invitación a Buenos Aires, y me siento en casa en este mundo, de una manera que creo que, aún si hubiera viajado mucho, no habría sentido. La gente me conoce, conoce una parte de mí, y conversaciones como ésta, no son conversaciones entre perfectos desconocidos. Conocer lectores, mis lectores… Y después puedo intentar saber algo de ellos, y ellos me conocen. Y me siento como en casa en el mundo, que de otra manera creo que no hubiera sido posible, y eso es maravilloso. Y vivimos más vidas, estamos como en casa en más mundos, conocemos más personas. Y de alguna manera las personas que conocemos en los libros pueden tener casi tanta vida como las personas que conocemos.
* Agradecemos la colaboración de Magdalena Ponce en la traducción del inglés.
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