De visita en Infobae, Claudia Piñeiro habló sobre Las maldiciones, el libro que acaba de presentar en la Feria del Libro. Durante la charla, la autora de La viuda de los jueves se detuvo para dar detalles del proceso de creación de la nueva novela, habló sobre sus fuentes de inspiración y también se detuvo en la maldición de "La tolosana", un mito urbano que se desarrolla en gran parte del libro. Las maldiciones es una historia que transcurre en el centro mismo de la vida política argentina, y el núcleo de la trama es la relación entre un candidato y su secretario, dentro de PRAGMA, un partido político novedoso y sin historia, y en el que actúan personas sin ideología de base ni partidos tradicionales detrás, aunque muy exitosos en otra clase de negocios.
-Al principio del libro hay un descargo en el que aclara que todos los personajes de la novela son ficticios ya que ni siquiera el escritor más creativo podría imaginar la vida de un secretario de prensa. ¿Qué la llevó a hacer ese descargo?
-La novela transcurre en Argentina, sin duda. Pero es una Argentina de ficción, como en House of cards. Underwood es un presidente de los Estados Unidos, pero no habla de Obama y supongo que en la nueva temporada no hablará de Trump. O sea, hay como un quiebre en la realidad histórica que en un punto parece otra realidad. En esta novela pasa lo mismo. Hay una referencia histórica hasta años bastantes cercanos, se habla de Néstor Kirchner, se lo menciona, también a Scioli pero después uno no sabe quién gobierna la Argentina.
-Entra Alfonsín muy cómodamente
-Sí pero hasta ahí, hasta esa época, entonces lo que yo quería era todo el tiempo despegar. Rovira es un personaje de ficción, no es nadie. La gente siempre trata de encontrar quién es Rovira, ya por Facebook me dijeron cinco opciones diferentes de quién es Rovira y, la verdad, no es nadie. Es un personaje inventado. Entonces me parecía por un lado que tenía que poner el descargo por eso, pero además era simpático esto que me pasaba mientras escribía. Yo creo que la novela tiene algo de parodia, de humor, y hay cosas que le pasan o que dice este personaje u otros personajes de la novela que yo pienso que están en el límite con lo verosímil. Y cuando yo pienso: "están en el límite con lo verosímil, y el lector se va a dar cuenta que esto es casi una parodia", resulta qye aparece un político diciendo una cosa similar y entonces decís "¡ah no, este jefe de campaña me ha superado totalmente!".
-Ya desde el título y la contratapa sabemos que Las maldiciones tiene que ver con la historia de una bruja, "la tolosana", y una maldición que pesa sobre los gobernadores de la provincia de Buenos Aires y les impide llegar a ser presidentes. Están todas estas teorías de dividir a la provincia de Buenos Aires en dos, en tres; o si partir o no una ciudad al medio, todas cosas que hemos escuchado los argentinos. ¿Cuál fue la primera chispa que le despertó la ilusión de escribir una novela como esta?
-Yo siempre tengo una imagen disparadora y en esta novela además de todo lo que contás, hay un conflicto de personajes. Hay un personaje que es Fernando Rovira, que es el líder, y hay un chico que entra a trabajar a ese partido con la ilusión de tener un trabajo nada más, que es Román Sabaté. Y la imagen disparadora en realidad era una imagen de mucha tensión entre ellos dos, que es cuando el líder le revela por qué lo tomó. Este chico empieza a trabajar ahí como secretario privado y la escena es aquella en la que el político le revela a Román las verdaderas razones por las que lo contrató, el sacrificio que le pide el líder -por él y por el partido- y la actitud de este joven de decidir si lo va a hacer o no lo va a hacer. Ese es el conflicto central de la novela, de los personajes, pero todo este mundo que está alrededor me empezó a aparecer al meterme con esa gente, con este mundo. El tema de la magia, de cómo se manipula también al votante, al ciudadano a través de determinadas creencias que también Levi Strauss trabajó en antropología estructural. Y estas cosas de que si un mago a una tribu le dice que determinada cosa va a producir un efecto y la tribu lo cree, va a producir el efecto. Y en ese caso sería, bueno, si un líder les dice a los votantes determinada cosa, y esa creencia la toma esa población, probablemente se cumpla.
-Hay además en nuestra cultura este conocimiento popular de que los presidentes y las figuras importantes van a visitar videntes, brujas y que deciden un poco su destino, pienso en López Rega, por ejemplo, ¿hubo algo de eso también?
-Si, claro. También viste que yo nombro personajes de otros países, por ejemplo está Pujol en España que su bruja, entre comillas, le pasaba huevos duros por la espalda y decía que si salían negros le había absorbido toda la energía negativa. Franco tenía la suya, Chávez tenía la suya. Había un embajador de Colombia en Estados Unidos que decía que la casa estaba embrujada y entonces contrató un servicio pagado por la embajada para que sacara los fantasmas. Entonces, en perspectiva, ves determinados ejemplos y decís ¡qué barbaridad! pero hoy también hay una especie de asesoramiento de brujos, quiero decir, quizá suena más cool, lo aceptamos como parte de lo que se usa ahora pero dentro de unos años un sanador o alguien que te revisa la energía… alguien que en diez o veinte años estudie esta situación dirá también que eran brujos. Pero me parece que eso tiene que ver también con el marketing, cómo genera un efecto en el otro.
-¿Por qué pensás que esta gente recurre a magos, brujos, sanadores o videntes?
-Yo creo que debe haber una soledad tremenda en el poder. Debe ser un lugar de muchísima soledad y muchísima incertidumbre. Entonces en esa incertidumbre, ¿quién te puede dar una certeza? ¿Quién te puede dar confianza? Se supone que vos tenés que dar certezas y confianza a los demás. Tenés que decirles "este camino que elegí para ustedes va a ser para el bien común, va a ser lo mejor que les va a pasar" pero, a su vez,¿quién le da esa certeza a él? Y me parece que a veces eso lleva a buscar por estos lados.
-La forma de construir la novela que me recuerda a Las viudas de los jueves, en el sentido de que cada capítulo está hablado desde un personaje diferente y vamos construyendo la historia mientras escuchamos las diferentes voces.
-Mirá, me encanta que me hagas esa pregunta porque es ir a lo fino de cómo uno arma una novela y está hecho a propósito en el sentido que Las viudas de los jueves funcionaba tal cual lo decís. Acá la voluntad era otra y era darles voz a todos los personajes secundarios. Entonces yo estoy contando la historia hacia adelante en un presente narrativo que es una especia de road movie en la que Román Sabaté se escapa con un niño que no sabemos bien quién es y Fernando Rovira lo persigue pero a su vez se va contando la historia que llevó a esta huida y cada personaje secundario tiene su entrada triunfal para contar una parte de la historia. Y es porque ellos son parte de esa historia y entonces vos quizás te podes dar cuenta de que entre la versión de la China -que es la periodista amiga de ellos- o de Sebastián -que es su amigo del partido- hay desajustes. Uno sabe una parte de la historia y otro otra, y es como es la vida, que cuando nosotros hablamos con otra gente tenemos distintas versiones. Todos tienen distintos puntos de vista y todos conocen una parte de la historia y solamente en ese coro de voces uno puede llegar a armar la historia completa. En Las viudas… pasaba lo mismo porque el coro lo que replicaba era el rumor del barrio y entre todos arman una historia. Acá no tiene que ver con ese rumor sino con distintos puntos de vista y con darles un peso a los personajes que lo merecían. La madre de Rovira me parecía que necesitaba tener un peso específico, por ejemplo.
-Y tienen su voz propia.
-Hay que estar muy atento para encontrar voces diferentes pero también cuando corregís a veces decís: "esta palabra, que es una palabra particular, no la pueden usar dos personajes. Si la usa uno, no puede usarla el otro". A veces pasan esos desajustes. Siempre trato de ponerme en el lugar de esos personajes y caminar con sus zapatos y ver cómo hablarían. El tío, por ejemplo, habla con todas esas frases de Alfonsín que dice que las inventó él y que fue Alfonsín quien se las copió. Ese personaje es quizá fácil de construir porque es distinto de los otros que, al ser todos de una misma generación, hay que tener más cuidado con el habla de cada uno.
-¿Cuándo entra la ciudad de La Plata?
-Entra con las maldiciones, ya que es una maldición que se hace en La Plata. Hay una bruja, supuestamente "la tolosana", de la que hay registros pero uno nunca sabe si existió o no. Esa bruja fue a la plaza Moreno en La Plata el día de la fundación, hizo un conjuro y dijo que ningún gobernador de la provincia de Buenos Aires iba a ser presidente. Ahí entra La Plata pero cuando te metés con La Plata como personaje, no salís más. Incluso parece que el plano de la ciudad de alguna manera está tomado de un libro de Julio Verne. Entonces decís ¡qué ciudad literaria! porque hay una base de un libro de Julio Verne que a su vez se basó en otro libro de otra ciudad y son como ciudades literarias que devinieron en La Plata. Después esa cosa que se llevó el plano a la expo de París y que fue premiada como ciudad del futuro… O sea tiene un montón de cosas y curiosidades: si el arquero de la estatua está o no apuntando con el arco a la roseta de la catedral, si la estatua de las estaciones, si la del invierno le está haciendo o no los cuernos. Fui a La Plata después de leer todo eso y todo lo que se decía era así.
-Hay un punto en el que usted conoce las internas del mundo político, por su vida personal. No me interesa entrar ahí pero me gustaría saber si esa vida cotidiana influyó en el momento de decidir escribir la novela.
-Si claro. Vos estás en tu casa y viene tu marido que es médico y te habla del hospital y viene otro que es abogado y te habla de Tribunales o tiene un taller mecánico y te habla de los autos: a mí me hablan de la política, pero no de la política que sale en el diario necesariamente sino del revés de la política y eso es lo interesante para mí literariamente, las intrigas o las traiciones. También las lealtades. Todo. Pero me parece que eso le da un peso literario a la política y me interesa mucho. Siempre tengo los oídos atentos.
-Una pregunta que tiene que ver más con su trayectoria como escritora y tus novelas. Tiene una mirada acerca de nuestra sociedad que en lo particular me atrae mucho. Parodia y sarcasmo incisivos, pero sin ser ni amarga ni violenta.
-Es como una característica personal que se trasmite en la escritura. Una imposibilidad de no mostrar algo que los demás taparían debajo de la alfombra, entonces ahí se cuela la ironía. La ironía es algo que me gusta. El pensamiento irónico con el que uno se ríe y a la vez está pensando cómo me río de esta barbaridad. Entonces me parece que lo que hay es, "bueno tenemos este problema y lo habíamos puesto debajo de la alfombra", entonces yo vengo y te destapo la alfombra y te lo muestro y después vemos qué hacemos. Me ha pasado con Las viudas…, en escenas que para mí eran tremendas y venía alguien y me decía "mirá qué bien lo que hizo este muchacho" y yo decía "guauuu". Porque las novelas se terminan de armar en la cabeza del lector: uno las dispara y cada lector puede hacer su propia interpretación. Si no, estaríamos haciendo una novela antigua de siglos atrás con la moraleja del final.
-¿Cuál es el personaje que más te costó construir?
-Sebastián, el amigo del protagonista y que pertenece a este partido político Pragma. Me costó construirlo porque lo que yo quería transmitir es que, a pesar de que se plantea como que este partido no tiene ideología, el líder de este partido quiere hacer una reforma en la provincia de Buenos Aires no por lo que dice -que nos va a ayudar a los bonaerenses- sino por motivos personales. Pero hay un personaje que es este Sebastián Petit, que de verdad quiere trabajar para hacer las cosas mejor y que pertenece también a este partido político. Entonces había que construir eso, que hay un pibe con toda las ilusiones en este partido político tratando de hacer un mejor país. A pesar de que el líder no quiere eso. Entonces era interesante porque, a lo mejor, a priori es más fácil decir son todos los malos. Hay un montón de gente trabajando y tratando que las cosas salgan bien en este partido inventado. Después, si salen bien o no será otra cosa pero él va a hacer todo lo posible para que salgan bien y de verdad cree que está trabajando por un país mejor. Y entonces esa contradicción era lo que más me costó construir. O lo que traté de trabajar mucho porque a mí me parece que los personajes no tienen que ser blanco o negro. Todos tienen que tener su lado oscuro. Incluso los buenos, aquellos con los que uno se identifica, también tienen que tener su lado oscuro.
-¿Y a quién quisiste más? ¿A quien te costó más dejar?
-A mí me gusta mucho la China; quizás es porque uno se siente más cerca porque es la que escribe, la que pelea con el editor porque no le quiere publicar determinada cosa o le pide que cambie el libro. Parece un personaje del que yo podría ser amiga. Me divertiría mucho con la China. La podemos invitar a comer. Y después hay personajes como el tío Adolfo que son entrañables. O sea, me parece entrañable, pero yo me iría a tomar unas copas con la China.
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