En tiempos en que las series le plantean a la literatura una dura e implacable competencia, John Katzenbach logra la proeza de atrapar toda la atención de sus lectores, con novelas que deberían empezar con una advertencia del tipo "quien lea las primeras páginas, ya no podrá dar marcha atrás". Su más reciente thriller, Personas desconocidas (Ediciones B, 2016), no es la excepción.
La especialidad de Katzenbach es generar un suspenso infalible que enlaza los misterios de la mente y la psicología con el enigma de los hechos.
En su tercera visita a Buenos Aires, como uno de los autores extranjeros invitado a la Feria del Libro, dice que su asignatura pendiente es conocer la Patagonia. Katzenbach ya es una figura conocida para el público local. Este sábado, sus lectores argentinos hicieron una interminable cola para llevarse una firma suya.
En el estudio de Infobae, a través de la pared vidriada, Katzenbach miró con nostalgia el ajetreo de la redacción y aseguró que extraña sus tiempos de periodista en la sección judiciales del Miami Herald. "No hay una sola palabra de todos mis libros que no esté de algún modo influida por lo que vi, lo que escuché y lo que cubrí como periodista", asegura sobre el oficio que ejerció por más de una década antes de convertirse en escritor a tiempo completo…
Entre sus títulos traducidos, se encuentra en particular El psicoanalista –su novela más famosa y más vendida-, El hombre equivocado, Historia del loco, Un final perfecto y El estudiante. Algunas de sus novelas han sido llevadas al cine, como Juicio Final –con el título Causa justa– y La guerra de Hart. A continuación, su charla con Infobae:
—Cuando viaja, ¿le gusta leer las noticias policiales en el país que visita?
—No tanto cuando viajo, pero sí en casa frente a mi computadora chequeo las noticias policiales en el mundo de tanto en tanto. Es interesante… el crimen es siempre el mismo en todas partes, lo diferente es el modo en que el crimen es interpretado por la gente, qué es lo que capta la imaginación del público. Eso es diferente en cada país.
Lo que realmente dice algo sobre una sociedad no es el crimen en sí sino cómo lo interpreta la gente
—Una vez escuché a alguien decir que el mejor modo de conocer una sociedad es justamente leer las páginas policiales… ¿Está de acuerdo?
—De hecho sí. Creo que eso es verdad en una pequeña escala, leyendo las noticias policiales en un pequeño pueblo, y es verdad en un amplio sentido: cuando uno se fija en los crímenes sobre los que todo el mundo lee, los grandes crímenes, los crímenes famosos, es aleatorio que le digan algo sobre la sociedad; lo que realmente dice algo sobre la sociedad no es el crimen sino cómo lo interpreta la gente. En cierta forma, como novelista, estas cosas que usted pregunta son exactamente aquellas a las que me enfrento cuando abro mi computadora y escribo "página 1" en el margen superior, porque en cualquier libro lo que importa es el impacto de la historia que uno está contando. Es lo mismo que le pasa al periodista sentado en su escritorio, o yendo al lugar del crimen, entrevistando a la policía, entrevistando a los familiares de la víctima. Es la misma cosa.
—Después de tantos años de frecuentar casos criminales, como periodista y como escritor, ¿no se siente decepcionado por la naturaleza humana?
—No… Veámoslo así: un día, muy atrás en el pasado, un cavernícola tomó una roca y golpeó a otro cavernícola en la cabeza. Y no estoy seguro de que desde entonces eso haya cambiado mucho. Solo hay más hombres de las cavernas. Así que la condición humana, la comedia humana, cambia porque entendemos más de la psicología de los hechos pero estos hechos siguen ocurriendo porque todas esas fuerzas sociales o emocionales están dentro de nosotros. Y el trabajo del escritor es sondear esto.
Crimen y castigo: como periodista de judiciales me sentía un poco hijo de Dostoievski
— ¿Cuánto tiempo fue periodista antes de convertirse en escritor?
— Unos doce años, pero luego de terminar mi primera novela, volví al Miami Herald y trabajé como periodista un tiempo más. Fue recién con mi tercer libro que decidí convertirme en un escritor full time. Me gustaba mucho el trabajo de periodista especializado en noticias judiciales. Tribunales es como ir al teatro todos los días… Es "Crimen y castigo". Me sentía como el hijo de Dostoievski.
— Imagino que se habrá inspirado mucho en lo que vio para escribir sus novelas…
— No es tan específico, ni tan directa la relación. Freud nos enseñó que recordamos todo, el problema es recordarlo bien. Yo recuerdo tanto de mis días de periodista que no hay una sola palabra de todos los libros que he escrito que no esté afectada de algún modo por lo que vi, por lo que escuché y lo que cubrí como periodista. Veo estas cosas en buena medida como parte de lo mismo. Es interesante: cuando uno se convierte en novelista, cambia de actitud. Como periodista, muy frecuentemente uno habla de lo que pasó. Como novelista, uno no sólo habla de lo que pasó sino que debe ser capaz de expresar por qué sucede.
—¿Cuál de sus libros le recomendaría a alguien que no hubiera leído ninguno?
— Siempre diría "lean el más reciente en primer lugar y luego vuelvan atrás y empiecen a leer desde el primero". Los libros son como hijos para un autor. Es difícil recomendar alguno por encima de otro. Y honestamente, siempre pienso que el mejor libro es el próximo…
— Un escritor dijo una vez que la receta infalible para un thriller eran las 3 "s": sangre, sexo y suspenso. ¿Está de acuerdo?
— No, no, es demasiado simple. Falta la comprensión de la psicología y de las emociones. Para mí, y es muy cierto en mi último libro, si hay sangre, habrá un derramamiento. Queremos saber por qué. No creo que las cosas se reduzcan a una simple fórmula. Ahora dígame quién dijo esa frase.
— Es un ghost writer, en realidad, no es un autor conocido…
— Ah, tenía miedo de que me dijera: John Le Carré… (risas)
— En su última novela, Personas desconocidas, los protagonistas son "perdedores". ¿Es más fácil que el público sienta empatía por este tipo de anti-héroes?
— Eso creo, eso espero. La razón por la que presento estos personajes como gente arruinada o fracasada es simplemente que quiero que los lectores piensen que, cuando llegan al misterio que tienen que resolver hay otro misterio que es: ¿podrán estos personajes resolver el misterio de sí mismos? Esas dos fuerzas se mueven juntas al mismo tiempo en las páginas de un libro.
—¿Cuenta más la trama o los personajes?
— Bueno, hay tres elementos que deben trabajar en todo momento. Los personajes deben ser creíbles; quiero decir, uno debe leerlos, leer sobre ellos, y decir "sí, éste puedo ser yo". Segundo, la trama debe ser comprensible, en otras palabras, debe tener sentido para la gente; que cuando los personajes hacen algo, el lector diga "oh, sí, yo también haría esto". El tercer elemento es que debe haber tensión entre los personajes y la trama. Constantemente se debe tensar y torcer a lo largo de las páginas. Sin eso, un thriller psicológico fracasará.
A veces la gente que hace lo incorrecto está también haciendo lo correcto
—¿Es inevitable la corrupción policial?
— Oh, sí, pero no siempre tiene que ser la clase de corrupción más evidente, la coima. Lo que es más interesante es cuando se trata de corrupción moral y esto es algo que muchos policías enfrentan a diario y es una batalla para ellos. Yo simpatizo con los conflictos morales, las dificultades morales que ellos enfrentan. Los personajes en este libro [N.de la R: en Personas desconocidas, los dos principales personajes son policías con carreras frustradas] quieren hacer lo correcto pero frecuentemente hacen lo incorrecto y a veces la gente que hace lo incorrecto está también haciendo lo correcto. Y esto, para mí, como novelista, crea automáticamente una suerte de tensión. Y es lo que al mismo tiempo vuelve la escritura divertida para mí.
Si no estoy comprometido con la historia que estoy contando, ¿cómo puedo esperar que alguien me siga en este viaje?
—¿Cómo es su rutina de trabajo?
— Casi siempre me levanto temprano a la mañana, leo los diarios…
—¿En papel?
— (ríe) Ahora en la computadora, pero me gustaba leer los diarios en papel. Luego empiezo a escribir, a trabajar, miro lo que hice el día anterior, escribo algo nuevo, y luego reescribo y reescribo… Es un proceso como cualquier otro. Si no estoy comprometido completamente con la historia que estoy contando ¿cómo puedo esperar que alguien me siga en este viaje? Así que me consagro, habitualmente me toma un año, a veces un poco más, escribir un libro. Sigo prometiendo que lo haré más rápido y cada vez que hago esa promesa, me sale más lento.
Mi educación fue: grandes libros más crímenes, todo eso junto y tienen novelas como ésta
—¿Estudia para escribir sus libros? Por ejemplo, psicología para escribir El psicoanalista?
— No, no, tuve suerte en ese aspecto: mi madre es psicoanalista, y parte de la información vino de allí. Ese libro surgió de una simple conversación con ella. Yo sencillamente le pregunté cómo hacía para saber si la persona que estaba echada en su diván era realmente quien decía ser, lo que es una pregunta de periodista. Y ella me dijo "no lo sé". Y yo de repente vi toda la novela. Pero la psicología que yo aprendí, no la aprendí leyendo psicología, sino leyendo grandes novelas. Es una gran educación. Resumiendo, mi educación fue: grandes libros más crímenes, todo eso junto y tienen novelas como ésta (señalando la última).
—¿Qué autores de policiales admira?
— Me avergüenza decir que muy raramente leo a autores de este género, pero tengo unos pocos amigos cuyo trabajo admiro realmente. El gran Thomas Harris, que creó Hannibal Lecter…
—¿Es su amigo?
— Sí, y debo decirle, y se lo digo a la audiencia: él es todo un gentleman y un encanto, es uno de los hombres más educados que jamás conocí. Ahora, cómo es que llegó a concebir "Hannibal the cannibal" es algo que está más allá de mi comprensión. Soy muy fan de Don Winslow, autor de "Savages" y "The cartel" y hay algunos otros amigos cuyo trabajo admiro, pero trato de mantenerme alejado de otros autores de mi género. Pero creo que el más grande autor de trhillers psicológicos fue Charles Dickens.
—¿Prefiere entonces leer clásicos?
— Sí, curiosamente, ahora estoy releyendo libros y cada vez que lo hago descubro algo que no había visto antes.
—¿Le gusta que se lleven al cine sus novelas? ¿Piensa en esa posibilidad mientras escribe?
— Déjeme contestar la segunda parte de la pregunta primero: no, no pienso en eso. Sobre la primera parte, cuando un libro de uno es llevado al cine uno se siente optimista. Cuando va a ver la película, se siente menos optimista. Le doy un ejemplo. Al final de La guerra de Hart, escribí una escena que creo es la más cinematográfica que escribí jamás. Están todos esos prisioneros de guerra en un campo y el héroe de la historia que va camino a una celda, pasa delante de ellos, y ellos empiezan a golpear sus pies en el suelo para alentarlo. Y yo escribí en mi libro que era como el sonido de las trompetas frente a las murallas de Jericó. Es la escena más cinematográfica que he escrito en todos mis libros. Y por supuesto fue la primera escena que descartaron cuando hicieron la película. O sea, hay una relación de amor odio con el mundo del cine, cuando es bueno, es maravilloso, cuando no es tan bueno debes esconderte.