La editorial común, proyecto personal de Ricardo "Liniers" Siri, nació en 2011, y en ella no sólo editó sus libros Macanudo, del número 7 en adelante, sino que comenzó a publicar a autores consagrados y a talentos noveles. Afincado en los Estados Unidos desde hace un tiempo, sigue consumiendo historietas en cantidades inmensas, analizando el panorama global y apostando a la industria local.
De visita por la Feria del Libro, presenta –además de sus libros y los de otros autores– el número 3 de la saga Amuleto, de Kazu Kibuishi, serie de novelas gráficas para niños, y aprovecha la ocasión, no sólo para ilustrarnos acerca de este mundo que quiere dejar de ser de culto para expandirse, sino, también, para impulsar este nicho que entrecruza LIJ, cultura y cómics.
—Tu proyecto editorial es de cómic, pero, a la vez, pareciera que se acerca más al de libro de arte. ¿Cómo definirías a La editorial común?
—A La editorial común no la veo como de libros de arte, la veo como de libros de cómic. Es una editorial de novelas gráficas, si se quiere, y de algunos libros de humor gráfico, pero eso es del mundo del cómic. La razón por la que comenzamos con esta editorial es porque la Argentina es una especie de usina muy gigantesca y muy poderosa de artistas dentro del mundo de la historieta, y muchas veces veía que libros de autores argentinos se publicaban en Europa, se publicaban en los Estados Unidos y no se publicaban en la Argentina. Es como si los discos de Calamaro o las películas de Darín no se vieran en la Argentina, me parece que estamos cometiendo un error cultural. Así que la idea de La editorial común fue usar Macanudo, que sabemos que es un libro que se vende, para bancar, por ahí, libros que son más difíciles de vender, pero que son mucho mejores que Macanudo. Y para encontrar ese tipo de material, buscar autores nuevos en América Latina. Traer libros de afuera que ayuden a abrir la cabeza al público argentino. Esa es un poco la idea.
—¿Existe una diferencia entre la novela gráfica y el cómic (el tradicional, no las viñetas sueltas)?
—No hay una diferencia en sí, la novela gráfica es cómic. El tema es que se le empezó a decir novela gráfica hace unos años como para que la gente, yo creo, a la que que le daba vergüenza leer historietas, no le diera tanta leer una novela gráfica, ¿no? Parecía más algo que Umberto Eco podía hacer [risas], queda un poco más intelectual. Entonces se acuñó, primero en Estados Unidos, después en el resto del mundo, el tema de la novela gráfica como concepto, y se aplica básicamente a cualquier libro de historietas largo. No es un mote muy serio. Pero a mí no me importa cómo le digan a Maus o al Eternauta, les pueden decir novela gráfica, historieta, cómic, pero ninguno de esos libros cambia su contenido por cómo los llames, siguen siendo geniales.
—En relación con lo anterior, ¿existe una edad o un límite de edad, que no esté dado por lo visual, para leer novelas gráficas? ¿O, al ser algo ilustrado, este tipo de contenido o género puede ser leído por todos los públicos?
—No, no existe. Hay películas para grandes, películas para chicos, películas para grandes y chicos…, y así es en el cine, en la literatura y, ahora, en la historieta. Es verdad que la historieta tuvo una historia, por ahí, más ligada a un público infantil, que duró muchos años, es decir, que durante sesenta o setenta años de la vida de la historieta, daba la sensación de estar solamente ligada a las aventuras o a hacer chistes en los diarios y listo. Y parecía que un tema serio no se podía tocar en el mundo de la historieta, pero a partir de hace unos veinte o treinta años, yo creo que Maus –la novela de Art Spiegelman sobre el Holocausto–, que es la gran bisagra, cambió eso y liberó a todo un colectivo de autores en todo el planeta que teníamos, de repente, los historietistas, la misma libertad que un tipo que hace cine, que un escritor, para escribir o dibujar sobre lo que quisiéramos. Entonces, ya nadie dice "¡Ay, no! Ese es un tema muy importante como para hacer en una historieta". Hay historietas sobre Palestina, hay historietas sobre el conflicto en Sarajevo, hay historietas sobre Ruanda…, que en otras épocas no se hubiesen podido aguantar, pero que ahora sí, ya son parte del canon, así que no; me parece que entender que hay un límite para leer historietas es como pensar que hay un límite de edad para mirar televisión o para leer novelas. No, no hay límite de edad, vale para todos. Y es algo que se ve especialmente en Francia: si uno entra en un lugar donde se venden cómics, está el abuelo comprando sus cómics, el hijo comprando sus cómics y el nieto comprando sus cómics; y cada uno busca el que le gusta. El chiquitito comprara Astérix, el mediano comprará a Manara y el señor más grande comprará a Joann Sfar, y así es.
—Estás lanzando una saga –Amuleto, de Kazu Kibuishi– que es bastante novedosa, porque no es manga, y a la vez es un poco diferente a lo que se viene editando en tu editorial, ¿a qué apuntás con esta decisión?
—Amuleto es una saga muy exitosa en los Estados Unidos, en Europa, en Japón, en diferentes mercados internacionales. Es una saga, o sea, una serie de novelas gráficas apuntadas a un público infantil. Nos parecía que eran súper interesantes las influencias de Kazu Kibuishi, que es el autor, que pueden venir tanto de Miyazaki, como de Bone, de Jeff Smith, como de varios autores, y nos interesan los primeros lectores, las primeras lecturas que uno hace cuando es niño y cuando elige por primera vez un libro por sí mismo. Amuleto tiene esa fuerza. La razón del éxito en los diferentes países fue justamente eso, que los chicos de 8, 9, 10 años en adelante se enganchaban con los libros y empezaban a leer motu proprio. Y a mí me parecen muy importantes los primeros libros que uno lee en la infancia, me parece que se subestima mucho, a veces, la lectura que se les da a los niños. Piensan que si les damos un libro de Mi pequeño pony es lo mismo que darle Mafalda, y no es lo mismo. Y los libros que leemos en la infancia son los primeros cimientos de la arquitectura literaria que vamos a armar. Como cualquier arquitecto te puede decir, si la base no es es buena, después es difícil que se banque algo interesante arriba. Entonces, si uno lee libros idiotas, que existen los libros para niños que son muy malos, después es difícil empezar a leer a Roberto Bolaño o a Cortázar o a García Márquez, uno va a quedar en el camino, así que me parecen importantes las primeras lecturas.
Los libros que leemos en la infancia son los primeros cimientos de la arquitectura literaria que vamos a armar
—Existe un público para los libros ilustrados, para las novelas gráficas, para los mangas y para los cómics, todos géneros muy diferentes, con características muy fuertes y definidas. ¿En todos los casos se pueden tocar todos los temas (es decir, todos pueden tocar temas de fantasía, por ejemplo; o de realidad, por el contrario)?
—Sí, como decía antes, la historieta, de un tiempo hacia acá, tiene libertad absoluta. Yo he visto libros de manga sobre Jean Jacques Rousseau [risas…] o sobre el Che Guevara, novelas gráficas sobre ADN, sobre el descubrimiento del ADN, que de tan complejo yo no entendía una palabra de lo que decía la novela gráfica. Hay realmente una libertad gigantesca, y viajar a festivales en Europa o en Estados Unidos te pone enfrente una cantidad tan enorme de libros que, cuando uno va a las librerías en la Argentina y las ve tan flaquitas de este tipo de material, te da tristeza. Es como si en tu pueblo, en tu ciudad o en tu país no hubiera teatro, o hubiera dos obras de teatro, o no llegara el cine… Bueno, que lleguen tan pocas novelas gráficas, tan poco de estos autores, me parece que es una pequeña tragedia cultural, así que también, esa es la razón por la que hacemos esta editorial. Pero sí, todos los temas se pueden tocar, en todos los formatos de historieta. De hecho, con el Macanudo es posible que mucha gente al principio se resistiera a lo que decía, pero para mí es un espacio donde vale todo, y por ahí, antes, en la tira no valía todo. La tira en un diario era solamente para hacer un chiste con un remate al final. Bueno eso no es así para mí, yo creo que esta libertad de la que se nutre ahora la novela gráfica también funciona para la tira. Así que sí, vale todo.
—Un niño o un adolescente, ¿qué busca o qué creés que busca cuando lee una novela gráfica, a diferencia de un cómic o de una novela tradicional?
—Yo cuando me sentaba a leer, cuando era chico y leía Las aventuras de Tom Sawyer, estaba buscando lo mismo que cuando me sentaba a leer El eternauta, que era, básicamente, que alguien me cuente algo, me enamore de los personajes, me haga sentir emociones, que pueden ir desde la angustia a la felicidad, al miedo, a lo que sea. Y después, si algún libro me hizo sentir algo fuerte, buscar otro más para seguir sintiendo eso. Nadie va al cine, ve una película y dice "listo, ya vi cine", no. Cuando ves una película y te emocionás, o te da miedo o te hace reír, decís "quiero más de eso". Bueno, con la historieta, a mí siempre me pasó lo mismo. Yo cuando leía El eternauta y era chico no decía "listo, ya no quiero leer más historietas, porque ya leí una historieta". Así que lo que todos buscamos en cualquier obra de arte es justamente eso: encontrar algo que hable de qué significa el ser humano, qué tenemos en común. Básicamente, el secreto del arte, me parece: encontrar esas pequeñas verdades escondidas en cualquier obra. Y la novela gráfica es exactamente lo mismo que cualquier otra obra de arte, que el cine o que la literatura. Cuando alguien va al cine va a buscar algo que es muy parecido a lo que va a buscar en un libro, de ficción, y también muy parecido a lo que va a buscar en una historieta.
—Este tipo de lector, ¿se construye a base de qué? ¿Tiene que ver con un mundo más rico en imaginación, más surrealista?
Hay una especie de idea de que la historieta es surrealista o de imaginación o de mundos fantásticos. No es así, en la historieta, ahora, existen todos los géneros. Es como si pensaras que las películas, que el cine, solamente son las películas de Chuck Norris… No hay solamente historietas de dragones y de superhéroes, las historietas ahora son sobre todo. Hay libros como el de Joe Sacco, sobre Palestina, o sobre el conflicto de Bosnia, que no tienen nada de fantástico. No tiene nada de fantástico la novela de Alison Bechdel sobre su padre, que era homosexual; no tienen nada de fantástico los libros de Minaverry sobre Dora, que es una chica que está buscando entender qué pasó con su padre en un campo de exterminio. La historieta o la novela gráfica no van directamente siempre al superhéroe o a la ciencia ficción. Por eso me parece que se puso tan interesante este boom en los últimos veinte o treinta años de un montón de autores que se sintieron con esa misma libertad que te hablaba antes, que tiene Spielberg o que tenía Julio Cortázar o que tenía Virginia Woolf. Nadie les está diciendo a ellos qué escribir, qué no se puede escribir, qué es cine, qué no es cine. Buñuel podía hacer una cosa surrelista y Woody Allen puede hacer una cosa humorística y Shyamalan puede hacer una cosa de terror, y todo es cine. Bueno, la historieta ahora tiene esa libertad, y mientras más entendamos esa libertad, más vamos a encontrar material que podamos disfrutar. Y nos vamos a bajar de los prejuicios de "ah, no, la historieta es para chicos"; y cuando uno baje ese prejuicio, por ahí se encuentre con una cantidad de universos que vale la pena descubrir y que sería una lástima perdérselos por pensar, erróneamente, "ah, no, las historietas son Patoruzú y Condorito", que, por otro lado, son grossos, tanto Patoruzú como Condorito.
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* Liniers firmará durante la Feria del libro el lunes 1 de mayo, a las 17 en el stand 1607 del Pabellón amarillo, La editorial común.
El miércoles 3 de mayo firmará en el stand de ediciones De la flor, a las 18.
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