Tal vez no sea una ola de esas que no se puede evitar que te empapen en cualquier red social, librería o evento literario; pero quien esté atento a los lanzamientos y las novedades en materia de libros habrá notado que algo está cambiando en ese extraño mundo, casi universo paralelo, que es el de la historieta. La novela gráfica, para algunos un género propiamente dicho y para otros una frase bonita para convencer a los lectores de la literatura de que la historieta vale la pena, pisa fuerte en Argentina, Chile y en alguna medida también en el resto de América Latina. Las librerías especializadas reciben lectores curiosos, que nunca en su vida leyeron más que las historietas de la contratapa del diario, y las librerías generales se animan a poner historietas en sus anaqueles. Nuevos autores y autoras emergen en todos los extremos de la industria, desde la edición independiente hasta las grandes casas; muchos de ellos se nutren no solamente de la tradición del cómic sino que también dialogan con la literatura contemporánea, borrando las fronteras de un mundo que solía ser un nicho relativamente cerrado. De todo eso y un poco más hablamos en esta nota.
Es imposible hablar de historieta actual en Latinoamérica sin hacer una referencia al dibujante chileno Gonzalo Martínez; no solo porque es uno de los más exitosos artistas latinoamericanos del género hoy, tanto en sus trabajos locales como en el exterior, sino porque de su mano hábil salió Mocha Dick: la leyenda de la ballena blanca (Norma), el best seller que nadie esperaba, traducida y elogiada en todo el mundo. La historia dialoga al mismo tiempo con un clásico de la literatura universal (Moby Dick, de Herman Melville) y con una historia chilena: los habitantes cercanos a la Isla Mocha en el siglo XIX vivían atemorizados por un gran cachalote albino al que llamaban Mocha Dick. Se decía que el monstruo había resistido múltiples intentos de captura, y luego empezó a tomar peso la leyenda de que era la verdadera protagonista del libro de Melville.
"Me parece que es bueno que trabajemos con lo nuestro", dice Martínez, "me gusta trabajar con imágenes y relatos chilenos o latinoamericanos. Siento que eso es de lo más original e interesante que podemos aportar al mundo, ¿no? Algo que es nuestro y que además es fascinante, es una historia increíble. A mí me llena de entusiasmo, me carga las pilas", reflexiona cuando se le pregunta por el éxito de Mocha Dick. Martínez se niega a pensar que Latinoamérica tenga que copiar a Europa o a Estados Unidos en materia de cómic, especialmente porque tenemos una historia riquísima en el género. "La escuela argentina de historieta es una de las más importantes a nivel mundial, es tan importante como la francesa o la norteamericana", explica, y menciona a guionistas como Oesterheld y dibujantes como Hugo Pratt. "Yo ahora estoy volviendo a leer a los clásicos", dice, cuando le preguntamos por su relación con las novedades, casi a modo de disculpa, "porque siento que de ellos se puede sacar muchísimo, y estoy…no sé, con ganas de volver a aprender de ellos".
El escritor, periodista y guionista de historietas Pablo de Santis hace hincapié en la parte de esta historia que sigue produciendo: "Hay grandes dibujantes que pertenecen a lo más rico de la tradición y que siguen trabajando hoy, como José Muñoz o Enrique Breccia. También hay muchos dibujantes y guionistas de otras generaciones que publican en las páginas de la revista Fierro (que ahora se volvió trimestral) o que publican en editoriales como Loco Rabia u Hotel de las ideas. Juan Sasturain ha sido una figura central en la vida del género, no sólo por sus propias historietas y por su fidelidad a Fierro a través de los años, sino por sus magníficos programas de televisión (Continuará, ¡Plop!) en los que construyó una verdadera enciclopedia audiovisual", explica. De Santis no diferencia demasiado a la novela gráfica de otro tipo de historietas: "'Novela gráfica' es la expresión, un poco snob, para referirse a la historieta que cuenta, en un álbum, una sola historia". Para De Santis es importante resaltar que no hay una diferencia de calidad o "seriedad" entre los formatos breves y los más largos.
En la respuesta de De Santis aparece un componente importantísimo de la historia y la estética de la historieta: los diversos modos de circulación, y la forma en que ellos afectan a los modos de producción y lectura. La historieta es parte del mundo de los libros pero no se reduce a ellos; desde sus inicios también estuvo vinculada a los diarios, y tiene una larga historia de revistas propias que, como la mencionada Fierro, se sostienen (aún si con modificaciones) hasta hoy, incluyendo revistas periodísticas de contenido combativo como Humo(r) o Satiricón (cuyas historias fueron hace poco investigadas en diversos libros periodísticos como el de Diego Igal y el novísimo De Satiricón a Humor, de Mara Burkart). También hay publicaciones nuevas como la bellísima Maten al mensajero, que se proponen cruzar explícitamente el mundo de la historieta con el de la literatura, el periodismo y el de la fotografía.
Las nuevas generaciones
La que está muy a tono con las novedades es la joven Sole Otero, como la conocen sus fans: nació y vive en Buenos Aires, en 1985, y se hizo conocida en internet con sus tiras personales, adorables pero incisivas como Solo le pasa a Sole o La pelusa de los días, estas últimas luego reunidas en un libro homónimo publicado en España (por La cúpula) y en Argentina (Hotel de las ideas). Su primera novela gráfica, Poncho fue, salió por esas mismas editoriales, hace unos meses en España y ahora en mayo en Argentina. Además, Sole es muy activa en el mundo de la historieta: es parte de Chicks on Comics, una iniciativa que reúne a autoras mujeres de historieta y que a principios de este año realizó, en el marco de una muestra en PROA, una serie de actividades y talleres para dar a conocer el trabajo de historietistas mujeres.
En términos de formato, Sole habla de dos nuevas herramientas, una que en realidad es más un comeback (los fanzines) y otra genuinamente novedosa como es internet. "Nuestra generación está recuperando los fanzines, que se hicieron muy populares en los 90, cuando la industria editorial de la historieta estaba completamente parada", explica, "después eso se murió un poco con los blogs, con internet, y ahora volvieron a resurgir con esta nueva onda que hay de recuperar lo artesanal, y hay como un nuevo flujo de producción de historietas, los autores otra vez vendiendo en las ferias. También porque hay cierto formato de historietas que no va tan bien con lo digital. El digital funciona muy bien para las cosas que se leen en una sola página, pero todo lo que tiene 'continuará' es más difícil… Igual le sirve mucho al autor para probar y generar material, pero internet es más para los formatos breves", explica. La novela gráfica, dice Sole, todavía va directamente al libro y tiene mucho que ver con ese mundo.
También, dice Sole, a la historieta todavía le cuesta insertarse en las librerías no especializadas. "Lo que más se vende en librerías, tengo entendido, es el humor gráfico", dice, "pero a la novela gráfica a veces le cuesta. Igual, tengo testimonios dispares. Amigos editores de España me cuentan que desde que se empezó a motorizar la etiqueta de 'novela gráfica' para que el lector de literatura entendiera que eran libros para adultos, las ventas se dispararon en las librerías de cómic pero no en las librerías comunes. Sin embargo, en Argentina me cuentan que está yendo muy bien en todo tipo de librerías, así que evidentemente hay lectores en nuestro país que se están copando y que no son del nicho", cuenta.
Otro fenómeno interesante es que las librerías especializadas le dan cada vez menos miedo al lector "principiante"": es el caso de la librería Punc, que en apenas dos años se volvió una parada obligada en el barrio de Villa Crespo. "Se acerca gente distinta a la librería", dice Juana, una de las dueñas, "mucho fan de la historieta pero también gente del barrio que se acerca de a poco al género o que lo elige para hacer un regalo. Con la crisis tal vez ha mermado un poco el público, especialmente de libro infantil que vendemos mucho, pero es un gran momento para la historieta, con nuevos proyectos, editoriales independientes y nuevos autores", dice. "Cada vez más gente se acerca a leer cómic, y especialmente novela gráfica".
Orgullo y prejuicio
Un buen testimonio de esta nueva era tan mezclada es el de Maximiliano Papandrea, el editor de Sigilo, una editorial independiente que se dedica a la literatura que se animó a apostar por una novela gráfica, La mano del pintor, de María Luque. "En términos del catálogo de Sigilo justamente nos sirvió mucho: yo quería que lo que nos distinguiera como editorial fuera la diversidad, que nos entusiasmemos con cualquier mundo y cualquier género. Y creo que justamente con La mano del pintor eso dejó de ser una idea en mi cabeza y se hizo visible en el catálogo", explica. En una primera persona muy fresca y dulce (que da cuenta de las influencias de la literatura en su mundo ficcional y su lenguaje), María Luque narra la guerra del Paraguay y de cómo su tatarabuelo le amputó el brazo al pintor Cándido López en la Batalla de Curupaytí. El libro se financió a través de una preventa en la plataforma de idea.me: "Como es un libro muy caro, el idea.me era la única forma de financiarlo, pero por suerte fue un éxito, porque María tiene muchos fans por sus dibujos", cuenta Papandrea. "Además sirvió como difusión, para darlo a conocer".
Sobre el prejuicio de los lectores "de literatura" con la historieta, Papandrea todavía no se anima a dar diagnósticos: "hay algo que es más difícil, que hay que explicarlo. Muchas veces me encuentro en librerías el libro de María en la sección infantil, cuando de infantil no tiene nada, o cuesta que lo exhiban o que lo pongan, pero en definitiva hay un público con ganas de leerlo, eso lo vimos con el idea.me, que es lo que más importa".
La importancia de la colaboración en estos proyectos híbridos es enorme, y Papandrea lo reconoce: "José Sainz (poeta y editor, compilador del libro Informe: historieta argentina del siglo XXI editado este año por EMR) fue clave a la hora de terminar este libro. Nosotros lo recibimos ya muy terminado, porque él había trabajado editando con María, y por eso lo sumamos al proyecto. Yo me acerqué desde un mundo que no tenía nada que ver, nunca había editado historietas, y me encontré con una tribu muy linda, de gente que está haciendo trabajos increíbles que vale la pena investigar".
Matrimonios y algo más
Aunque cada vez más los historietistas se animan al lugar simultáneo de guionista y dibujante, una de las características más atractivas desde el punto de vista creativo de la historieta es ese carácter necesariamente colectivo, al menos de pareja creativa, que no se da en otros ámbitos de la literatura. "Si bien durante mucho tiempo yo escribí mis historias, inclusive escribí y dibujé una tira cómica en El Mercurio de Santiago por casi diez años, cuando quise contar historias más complejas, de mayor longitud, con mayor espesor 'literario', me vi en la necesidad de asociarme con un guionista, alguien que pusiera sobre la mesa aquello que yo no podía". Pero el proceso no tiene nada de fácil: "Para encontrar un guionista no es cosa de poner un aviso y ya. La relación con un guionista es algo que se cultiva partiendo de la convicción de que compartimos un imaginario en común, que hay cierta compatibilidad. Así es como busqué y conocí a Francisco Ortega, con quien hicimos Mocha Dick y así es como conocí a Sergio Gómez, con quién hacemos la serie de Quique Hache Detective, para Santillana. Ambos son escritores con varios libros publicados, columnistas de prensa y guionistas de cine y televisión y ambos aman la historieta", cuenta Martínez.
Este tipo de procesos, explica el ilustrador chileno, tienen mucha relación con las condiciones de producción de cada país: "En general en Estados Unidos (cuya influencia es innegable en nuestras culturas) el proceso está muy compartimentado (guión, lápiz, tinta, color, letreado) de manera que es habitual que los creadores ni se conozcan personalmente. Pero ese es el mercado estadounidense y ellos poseen una manera de crear historietas como resultado de un determinado proceso productivo que ni en Latinoamérica ni en el resto del mundo existe. Creo que es un error tratar de imitarlo, hacer un simulacro de él. Soy un convencido de que debemos encontrar nuestra manera de crear y de producir historietas, como así también nuestra propia manera de encontrarnos con los lectores".
Desde el lado del guionista, De Santis también piensa que es un proyecto fascinante para un escritor: "El desafío está en encontrar un mundo narrativo que sea apropiado para la poética del dibujante. Yo he trabajado en los últimos años con dibujantes muy distintos (Juan Sáenz Valiente, Max Cachimba, Frank Arbelo) y he tratado de respetar el mundo creativo de cada uno. El universo envolvente y nocturno de Sáenz Valiente; el humor delirante de Max Cachimba y el dibujo duro y expresivo de Arbelo".
Sobre el creciente boom de la novela gráfica en América Latina, Gonzalo Martínez tiene una hipótesis interesante: "las novelas gráficas se empiezan a multiplicar en Latinoamérica", dice, "cuando el modo tradicional de circulación de la historieta, las revistas, deja de ser rentable". Con la crisis de la revistas, en algún sentido, la historieta pasa de la esfera del mercado, de lo mainstream, a la esfera del arte, de lo indie. Su economía, podríamos decir, se empieza a parecer más a la de la literatura actual, en la que hay una pluralidad de editoriales y formatos de publicación pero son relativamente pocos los autores que pueden dar el salto a las grandes casas editoriales. Ahí también hay un desafío.
LEA MÁS:
______
Vea más notas de Cultura