Hernán Brienza: "Me resultó asqueante la capacidad que tienen los medios y los periodistas de hacer daño"

Cansado de la vorágine de la coyuntura, el periodista, historiador y politólogo decidió alejarse de los reflectores. En diálogo con Infobae, habló de su libro, del liberalismo argentino y su decisión de correrse

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"El barullo no permite reflexionar", dice Hernán Brienza sentado en el estudio de Infobae. Se lo ve cauto, pausado, con tiempo para que las ideas se formen en su mente y luego salgan por su boca. Frunce el ceño, toma su mentón con los dedos y reflexiona. Su vida atraviesa la serenidad de un escritor: acaba de publicar Urquiza, el salvaje: el traidor que constituyó una nación, un libro historiográfico con vuelo narrativo, que le llevó dos años. Hace cerca de seis meses que decidió alejarse de la coyuntura mediática: el griterío de los canales de televisión, dice, no da espacio para el debate y transforma el intercambio de argumentos en descalificaciones ad hominem y mera opinión, una lógica que se repite en las redes sociales, ese menjunje de hashtags, flyers y mayúsculas sin ortografía. Por eso, a fines de diciembre, escribió en su cuenta de Facebook que se retiraba de la vida pública. ¿Qué significa? ¿Qué sentidos despliega su postura? Hoy, con el tiempo corriendo a su favor y la vorágine alborotando a lo lejos, asegura que "no está mal callarse de vez en cuando".

–Generó mucho revuelo su posteo en Facebook, ¿por qué decidió retirarse a la vida privada?

–Lo escribí un día antes de Navidad, un año muy duro, con muchas operaciones de prensa en mi contra, injustificadas, de gente que no me conoce, no sabe quién soy, no sabe qué pienso, no sabe cómo vivo. Me resultó demasiado asqueante la capacidad que tienen medios de comunicación y periodistas que no tienen, no solamente la capacidad de empatizar, sino que simplemente quieren hacer daño. Estaba muy cansado y dije en Facebook que me retiraba de la vida pública. Y la verdad que uno no toma demasiada conciencia de lo que significa eso. Me levanto al otro día y cuando lo veo en los medios, me pregunto: ¿qué le pasa a estos muchachos? Yo estoy acá en mi casa, terminando de escribir Urquiza. Estoy relativamente feliz, tranquilo, ¿por qué se ocupan de mí que no soy nadie ni nada? Y tampoco creo haber generado demasiado daño particular y general a nadie; sin embargo hubo campañas fuertes en mi contra solamente por haber jugado un rol que tiene que ver con la defensa de mis convicciones. Siempre creí lo mismo desde chiquito y lo voy a seguir creyendo, más allá de que asuma los errores y las contradicciones de aquel sector al cual yo represento. De alguna manera me siento enrolado en la tradición nacional y popular en la Argentina. Y creo que la tradición nacional y popular comete muchos errores y tiene muchas contradicciones pero es la que me representa y es la que yo elegí para tener una concepción de qué país quiero y qué país quise.

El periodismo discute demasiadas urgencias pero no discute cosas importantes. Y grita demasiado

En la Argentina es más fácil escudarse en una lógica de objetividad y de neutralidad, que no existe, que decir 'che, yo banco esto y a veces lo banco bien y a veces me equivoco, pero lo banco con honestidad'. Tampoco sé bien qué significa la vida pública. ¿Esto que estamos haciendo acá es vida pública? El periodismo discute demasiadas urgencias pero no discute cosas importantes. Y grita demasiado. El barullo no permite reflexionar, no te permite pensar. Y también creo que cuando vos atacás a otra persona tenés mucho miedo de tu propia conciencia. Tenemos que volver a reflexionar los argentinos, tenemos que pensar mucho. No está mal callarse de vez en cuando para escuchar lo que dicen verdaderamente los demás y escuchar lo que uno va a decir porque muchas veces uno también se apura y dice cosas que después se equivoca. Y yo creo que estar fuera un poco me permite ver muchas miserias de los demás, y también muchas miserias propias. No está mal estar afuera. Y además te voy a decir una cosa: la vida pública no está demasiado buena. Las cosas más lindas pasan de la puerta de casa para dentro.

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Antes de hablar de su nueva forma de ver las cosas, de esta decisión de correrse del eje y no dejarse llevar por la coyuntura del café instantáneo, Hernán Brienza aparece en la puerta del edificio con un manojo de libros, entre ellos el suyo. La prosa de su Urquiza es elegante, generosa, narrativa; no sólo informa y nutre, también inquieta y devela. En esas 324 páginas aborda la compleja y contradictoria figura del caudillo entrerriano que fue Presidente de la Confederación Argentina entre 1854 y 1860. "Va desde el caudillismo más natural en el sentido de los viejos caudillos federales, pasa por ese gran constitucionalista que hace la Constitución del 53 y está pensando todo el tiempo en la unidad nacional y después, por razones que él encuentra, necesita traicionarse a sí mismo y traicionar su propia causa. Esa complejidad de Urquiza nos puede decir algo para el presente", dice sobre Justo José de Urquiza, quien venció a Juan Manuel de Rosas en la Batalla de Caseros.

–¿Qué lo llevó a escribir sobre Urquiza?

–En Argentina, según como veo la historia yo, hay como dos grandes tradiciones: la tradición nacional y popular y la tradición liberal conservadora. Los nombres son arbitrarios, los coloco yo porque es mi marco teórico. Creo que Urquiza tiene la facultad de tender diagonales entre las dos líneas. Lo que quise investigar es cómo se produce esa forma de acercamiento. Urquiza era un hombre que hablaba todo el tiempo de unidad, que hablaba de fusión de los partidos. Era un liberal pero que quería llegar a un acuerdo y un pacto con el partido de los viejos unitarios y sobre todo con el nuevo liberalismo de Mitre. Además es muy desconocido, muy prejuzgado, muy complejo y muy contradictorio.

–Los asesinos de Urquiza, dice, también matan la patria de los Dorrego y los Rosas, dándole vida al país de los Lavalle, los Mitre, los Sarmiento.

–Hay una hipótesis previa que debería explicar un poco: Dorrego es otro gran hombre en diagonal; es federal, pero es ilustrado. Del campo nacional pero es liberal. Siempre está buscando lo institucionalista. Urquiza tiene algunas características parecidas a las de Dorrego, pero Dorrego es fusilado por Lavalle. En cambio Urquiza no tiene la "suerte" de que lo fusilen, esto dicho con mucha ironía, sino que termina traicionándose a sí mismo y no puede llevar adelante la institucionalización definitiva de la Confederación Argentina. Le entrega la Confederación al poder central de Buenos Aires, a la aduana, al modelo agroexportador. Urquiza respondía a un Litoral exportador con alianzas a las provincias del Interior, en cambio Buenos Aires era sólo aduana y modelo agroexportador. Creo que en ese sentido es un poco continuidad pero con contradicción con respecto a Dorrego. Dorrego es un personaje inolvidable, carismático, absolutamente amable. Urquiza no, pero hay una continuidad y ruptura allí. Pero creo que con Pavón y con la muerte de Urquiza mueren los intentos de las montoneras con López Jordán en Entre Ríos y ya nace ese país. La campaña de Lavalle es muy parecida a la guerra de policía que hace Mitre sobre las demás provincias, sobre todo las de Cuyo y las del Noroeste. Hay un alto nivel de represión, de homicidios, de asesinatos, de degüellos. Rauch y Estomba tomaban a los caudillejos del año 1829, los ataban a las bocas de los cañones y los despedazaban por el aire, y en la época de Mitre con los coroneles orientales en Cañada de Gómez una tarde degollaron a 400 soldados que se habían rendido. Son muy particulares esas formas de asesinar a los vencidos, que no significa que era patrimonio exclusivo de los unitarios, pero la forma de no pactar con el adversario sí es una característica muy particular de quienes llevaron adelante el proceso de reorganización nacional después de Urquiza.

Con sus últimas declaraciones, Mauricio Macri no es consciente de que es Presidente de todos los argentinos

–Habla de las circunstancias y de cómo Urquiza no comprende el papel que tiene en la historia. Imagino que debe ser una cualidad que le suele pasar a más de un dirigente político. ¿Cree que Mauricio Macri, por ejemplo, comprende el papel que juega en la historia argentina?

–Yo creo que nadie entiende muy bien el lugar que ocupa en la historia. Creo esa lógica de "Perón es un hombre que se cree Perón", muy pocas personas pueden asumir realmente el compromiso histórico y la responsabilidad histórica que uno lleva adelante. Generalmente uno actúa movido por esas circunstancias. Debería decir que a mí me parece que sería más interesante que el presidente Mauricio Macri comprendiera que su rol histórico es el de no atizar más la confrontación como prometió en la campaña, y el de llamar un poco a la conciliación en serio. Pero yo creo que no lo pueden hacer, porque… la tesis del libro es un poco que el liberalismo conservador no tiene la capacidad suficiente para generar pactos sociales en la Argentina. Los acuerdos siempre provienen de hombres como Urquiza, el propio Perón genera la idea de pacto social. El acuerdo de pacificar el enfrentamiento de intereses que hay detrás. En todo país, en toda economía, hay puja de intereses. Sería muy interesante en este país que alguien del liberalismo conservador pudiera tener la grandeza suficiente de pactar en serio con los sectores subalternos y generar un pacto social importante. Creo que con las declaraciones de esta última semana donde "el que no está con nosotros es un mafioso" o "el que no está con nosotros es un choriplanero" son más expresiones de facción que de una persona que es consciente que es Presidente de todos los argentinos.

–Usa un concepto, el de liberalismo monista, en que se impone como única racionalidad la suya y que con la dicotomía civilización-barbarie terminó haciendo de la otredad un objeto de eliminación. ¿No le parece que en estos últimos años se dio algo similar, al menos en el terreno de lo discursivo?

–Te voy a ser sincero, yo creo que el monismo es un problema real del liberalismo argentino en el sentido que no ha logrado dar ese salto al progresismo y comprender que hay una pluralidad de voces, y que hay una pluralidad en otredades, que no hay un otro solamente, sino que hay otros. La lógica de civilización y barbarie es "nosotros somos la única civilización posible y ustedes son simplemente bárbaros". Ahora, es cierto que esa lógica es monista pero también es cierto que al que consideran bárbaro también lo convierten en monista. También genera un germen autoritario. ¿Por qué? Porque el otro del nosotros termina siendo el nosotros de otros. Generás dos sectores que no logran comprenderse, adversarios y enemigos, que no es teoría de los dos demonios, es no poder comprender al otro, y te lleva a no ver que el otro puede tener legitimidad y razones. Creo que los argentinos no sabemos empatizar, no sabemos ponernos en el lugar del otro. Y esa lógica monista de que hay una sola civilización es una imposibilidad de empatizar. No comprendemos cómo al otro le gusta la cumbia, o le gusta Soda Stéreo o le gustan los Redondos. Sin esa empatía es imposible generar solidaridad, es imposible generar Patria sin esa empatía. Si yo no tomo conciencia de ponerme en tu lugar y pensar desde tu lugar no puedo construir lazos de solidaridad con vos porque vos sos un ajeno. Vos sos un macrista y lo acompaño con un epíteto o sos un gorila o sos un kirchnerchoriplanero o sos un subversivo en los 70. Esa lógica del prejuicio habla de una profunda ignorancia de los argentinos, porque vos podés tener mucho conocimiento, pero si no tenés capacidad de empatía, de ponerte en el lugar del otro, sos un gran ignorante.

 

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