-¿Cómo nace esta propuesta de libro?
-Unos amigos de una radio me dijeron: "Mirá, Concordia tiene problemas de desocupación pero en donde nadie tiene trabajo es en un barrio que se llama El silencio". Me dijeron que era un barrio complicado, pegado al basural. No hicieron el basural al lado del barrio sino que el barrio creció al lado del basural. Empecé a ir a fotografiar la vida del barrio, esa cosa muy cercana que estaba a 500 metros del basural, en donde se mezclaba todo, era contar la desocupación a través de un pequeño barrio. En lugar de hacerlo en todo el país, es contar un lugar muy puntual.
-A través de imágenes que quizás reflejan más que cualquier índice…
-Yo fui durante 10 años al barrio, desde el 2005 hasta 2015, distintos momentos pero siempre con la misma tónica. Bajo perfil, una camarita, hablar con la gente, tratar de fotografiar su vida, su vida laboral. De 2005 al 2015 era un momento en el que no se hablaba mucho de la pobreza, es un período muy especial de la historia argentina en donde aparentemente la pobreza había dejado de ser un problema.
-¿Por qué fuiste tantas veces?
-Y ahora pienso que fui poco… Supongo que quería contar la historia, no sé cómo decirlo, un barrio y a través de las imágenes de su gente, sus familias, contar un poco la historia de lo que es la Argentina. Por ahí es un poco ambicioso. Siempre sentía que al trabajo le faltaba y finalmente de algún modo lo dieron terminado por mí.
-Siempre trabajo mucho con las llagas de la sociedad. Siempre mis fotos tienen que ver con esto, la parte más vulnerable de la sociedad. Cuando volvía a mi hotel me sentía un privilegiado y esa no era mi vida realmente pero mientras estaba ahí, la verdad es que la gente era muy amable y ya después de un tiempo podía entrar a las casas sin tocar la puerta. Me sentaba, por ahí no hacía ninguna foto, me sentaba a tomar un mate. En todo este proceso creativo quizás mucho tiene que ver con esperar; esperar el momento, no estar todo el tiempo haciendo fotos. Es muy lento el proceso hasta que por ahí te pueden aceptar y te dejan entrar a cierta intimidad y que vos desaparezcas como para poder lograr una escena en la que casi ni se note que estás presente.
-Pero tuvo repercusión a nivel mediático la investigación…
-Yo dije: finalmente, quizás haciendo lo mío, que era hacer fotos, ayudé más que tratando de hacer una ONG. Esa fue mi conclusión. Limitate a contar lo que ves y con tu impronta, con tu visión, pero tratar de contar lo que hacen, eso ya alcanza.
-Recién hablabas del concepto de culpa, que uno a veces no mira porque se siente culposo o también, como dice Martín Caparrós en el prólogo, que lo mejor que sabemos hacer los argentinos es echarle la culpa a alguien. ¿Por qué creés que mirar genera ese sentimiento?
-Mirar quizás no sea lo mismo que ver. Mirar es como que estás afuera. Ver es comprender un poquito más de lo que estás hablando. Una cosa es mirar y ver y otra cosa es hacer una foto. No es lo mismo. Hacer fotos y apropiarse un poco de la imagen del otro para expresarte a vos mismo es algo complicado. En mi fotografía siempre es así. Digamos que hay cierta complicidad pero finalmente yo siento que estoy usando a la gente para expresarme. Y eso es muy complicado porque los ojos de ellos son los que se expresan. Es mi visión de ellos y ahí hay un conflicto. A la gente le puede gustar o no pero también puede indignarse, puede sentirse absolutamente no representada. Hay un tema ahí al igual que el tema de la propia imagen, sobre todo hoy en donde todos somos protagonistas. ¿Hasta dónde llevar el límite de lo que uno puede mostrar? En el libro hay una foto que me arrepiento de haberla puesto y ahora cuando la estaba por colgar en la muestra la levanté y me dije: ahí está el límite.
-¿Por qué razón estás arrepentido de esta foto?
-Me parece demasiado dura. Es la de un chico que está haciendo sus necesidades en la calle. No es tan claro en la foto lo que está sucediendo, ni es un primer plano, hay un perro tirado. Es una foto buena pero en la que me parece que me excedí.
-¿Qué hace que una foto perdure en la memoria? ¿Qué cosa tiene que tener para que nos haga recordarla?
-Con la invasión de imágenes que tenemos no sé. No sé qué recuerda la gente y cómo. No tengo idea de cómo funciona lo demás. Sé lo que me pasa a mí pero vemos tantas tantas imágenes últimamente que no tengo claro cuáles nos quedan. Es totalmente diferente a lo que era.
-¿Qué pasa con la inmediatez? Vos seguís sacando fotos analógicas y quizás hoy los tiempos son otros y se exige una rapidez mayor…
-Sí, pero yo no trabajo de fotógrafo. Soy editor. A veces trabajo con lo inmediato pero no soy yo el que lo produce. Este trabajo me llevó 10 años, quizás hay fotos que vi y que copié cinco o seis años después de realizadas y en las que nunca había reparado. Eso me gusta del tema analógico, la relectura de lo que hacés, en cada momento y la incertidumbre. Es como cuando estoy fotografiando y no sé lo que tengo: eso me impulsa a continuar.
*La muestra "El silencio", de Dani Yako, puede verse hasta el 30 de abril en FoLa, Godoy Cruz 2626. Distrito Arcos / CABA. Sala 3. Horario: lunes a Domingos de 12 a 20 hs. (Miércoles cerrado). Entrada general Martes, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo: $80 / Estudiantes con acreditación y Jubilados: 50% de descuento ($40) / Menores de 12 años: sin cargo. Entrada General Lunes: $40. Estudiantes con acreditación (excluyente) sin cargo. Docentes sin cargo.
LEA MÁS:
Tomás Saraceno: el universo entre telarañas
Escritura en movimiento: el lector como transeúnte
__________
Vea más notas de Cultura