Como sucede cada tanto, Bette Davis, ese ícono de la modernidad del cine clásico hollywoodense, está de nuevo en boca de todos, pese a llevar casi tres décadas fallecida -y a que buena parte de sus mejores trabajos fueron realizados hace más de medio siglo. Esta vez, la razón es una flamante serie de televisión, Feud, que gira en torno a la filmación de una de sus películas más recordadas, ¿Qué pasó con Baby Jane?, y la rivalidad con la coprotagonista de aquel film, Joan Crawford (en la serie, Susan Sarandon es Davis y Jessica Lange es Crawford; obviamente ambas están excelentes).
Si bien la historia del rodaje de Baby Jane, con su duelo de divas camp, comentarios sobre el sexismo y la sugerencia de que el verdadero elemento de terror en nuestra sociedad es el hecho de envejecer hacen de la serie un artefacto retro pero actual, otra de las películas de Bette Davis, tal vez la mejor, tiene un especial -e inesperado- vínculo con la historia política de nuestro país.
Se trata de All about Eve, estrenada en nuestro país como La malvada, una sofisticada comedia negra sobre el mundo del espectáculo en la que Davis interpreta a una diva del teatro que comienza a sospechar que su nueva asistente, la Eva del título, no es la ingenua y devota fan que asegura ser y que todo su entorno cree que es.
Según cuenta el reconocido historiador de Hollywood Sam Siggs en su libro All about All about Eve, el Departamento de Estado de los Estados Unidos le pidió a comienzos de 1951 al estudio Fox, que había producido y distribuía la película para todo el mundo, que no estrenara el largometraje en el Festival de Cine de Montevideo, ya que el entonces popular evento podría generar una gran publicidad para el film en la región, llamando la atención del entonces presidente argentino Juan Domingo Perón y su esposa, Evita.
El temor del gobierno de los Estados Unidos, que tras una inicial tumultuosa relación con Perón (plasmada en el famoso "Libro azul" de Braden, el ex embajador norteamericano en Argentina y luego secretario adjunto del Departamento de Estado que fue el adversario perfecto para que el peronismo desplegara su retórica nacionalista), buscaba reencauzar las relaciones con Argentina ante el inminente cambio de administración (Truman por Eisenhower), era que Perón y Eva vieran la película no solo como una pieza de propaganda, del tipo de las que era corriente que Hollywood realizara en contra del fascismo y del comunismo, sino como un ataque personal a la figura de su esposa.
El motivo de la preocupación eran las supuestas similitudes entre Eve Harrington, la malvada de la película, y Eva Perón. Interpretada por Anne Baxter, Eve (Eva en inglés) es una joven rubia y bonita, resentida por su origen humilde y que aspira a convertirse en actriz. En el transcurso de la película, pese a ser presentada inicialmente como una mujer sencilla y de buenos sentimientos, Eve se revela como una despiadada e inteligente manipuladora, que logra llegar hasta lo más alto en base a sus engaños y sirviéndose de sus atractivos femeninos.
Es improbable que la vida de Eva Perón haya sido la inspiración de la película, que está basada en un cuento de la escritora y dramaturga norteamericana Mary Orr publicado en 1946 y que ya incluye el nombre de Eve en su título ("The Wisdom of Eve"). Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos, en su afán de mejorar sus relaciones con Perón e impedir que el país pudiera quedar sujeto a la influencia del comunismo, no quería correr ningún riesgo, y logró que la película no tuviera su gran estreno en el festival uruguayo. Más adelante, la sanción de la Ley de Inversiones Extranjeras por parte de Perón en 1953 y hasta la creación del Festival de Cine de Mar del Plata en 1954 con la ayuda de los EEUU, cimentarían la relación entre ambos países.
Y, como todo el mundo sabe, no sería la última vez que se cruzarían los caminos de la industria del entretenimiento y los de Eva Perón. Desde un exitoso musical (y luego una película), hasta la infaltable mención en un capítulo de los Simpson, la vida de Eva Perón ha sido y sigue siendo objeto de fascinación de creadores de distintos ámbitos y su figura es un ícono (feminista, gay, izquierdista) global. Sus fans siguen apareciendo en los lugares más inesperados: según reportó el New York Times recientemente, el presidente de los EEUU, Donald Trump, presenció el musical de Evita en Broadway "al menos seis veces".
Irónicamente, pese a que la historia de la película no estuvo inspirada en la vida de Eva, su sugestivo plano final, con la nueva asistente de una ya consagrada Eve repitiendo las conducta ambiciosa de su jefa y mirando a su imagen multiplicada en un espejo, sugiriendo que "en todo el mundo estaba lleno de Eves", resultó llamativamente profético sobre el carácter hoy ineludible de la figura de Evita.
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