Pasaron 40 años desde que Rodolfo J. Walsh puso el último punto y aparte de su vida. Si -como se supone- sus palabras finales fueron las de la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, entonces escribió: "(…) sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles".
En cambio, si las últimas palabras estuvieron dedicadas a su cuento "Juan se iba por el río", entonces es un misterio ya que sus familiares -y la literatura argentina- le reclaman a aquellos represores -que no sólo acabaron con su vida sino que saquearon su obra- que restituyan ése y otros textos.
En este año walshiano, en el que los mentados aniversarios redondos son por partida triple: 90 años de su nacimiento; 60 de la publicación de Operación Masacre y 40 de su asesinato, el Museo Sitio de Memoria ESMA y la Biblioteca Nacional rinden homenaje al hombre que decidió -según sus propias palabras- que de todos sus "oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía".
Walsh en la ESMA
Sólo dos personas pudieron leer "Juan se iba por el río", el último cuento que escribió Rodolfo Walsh. Una fue Lilia Ferreyra, mujer y compañera del escritor -fallecida en 2015- que lo transcribió a máquina y el ex detenido-desaparecido Martín Gras, que aquel 25 de marzo de 1977 vio cómo ingresaban a la ESMA el cuerpo de Walsh, cosido a balazos, tras ser interceptado en las inmediaciones de las avenidas Entre Ríos y San Juan por un grupo de tareas mientras se dirigía a un buzón para depositar copias de la Carta Abierta a la Junta Militar.
"Juan Antonio lo llamó su madre. Duda era su apellido. Su mejor amigo, Ansina y su mujer, Teresa". Lilia Ferreyra, que vivió hasta el último día su vida con Rodolfo Walsh y compartía con él la clandestinidad en una casa en San Vicente, recordaba con nitidez el comienzo del cuento y otros pasajes del relato que, una y otra vez, trató de reconstruir buceando en los intersticios de su memoria.
Cuando se cumplieron 79 años del nacimiento de Rodolfo Walsh, la periodista escribió un artículo en Página/12 titulado "Dos lectores", donde se refirió al cuento robado y allí contó que "es la historia del argentino derrotado del siglo XIX; del último argentino antes de las grandes inmigraciones. Del hombre del pueblo que había sido llevado de guerra en guerra, de tropa en tropa; que sobrevive a su tiempo y ya viejo, recorre la memoria de su vida y de la época en que vivió. Que luchó junto con su amigo el negro Ansina en batallas que no eran las suyas, como la noche antes de Cepeda, cuando los hicieron formarse para escuchar la arenga del general Mitre, quien los exhortó a combatir por la Patria y entonces el negro lo mira a Juan y le dice: 'En la patria de ellos, yo me cago'".
El otro lector del último cuento de Walsh es el abogado y docente Martín Gras que en la ESMA era el "808". A pocos días de ver el cuerpo baleado del escritor se topó, de pura casualidad, con unos papeles en un armario de la oficina del entonces oficial de inteligencia Antonio Pernías. Escondido y con miedo de que lo descubrieran, leyó tres textos y se dio cuenta inmediatamente de que pertenecían al autor de Operación Masacre.
"Tengo la impresión de que esos tres documentos que leí son uno solo. Escribió una sinfonía con tres instrumentos. Los documentos críticos son escritos desde la estructura a la que pertenecía y que estaba dejando, lo que le permite recuperar al periodista, al hombre público con la Carta, un documento de denuncia, y al escritor de ficción con 'Juan se iba por el río'", contó Gras a la revista Haroldo.
Lilia Ferreyra y Martín Gras se encontraron en Madrid, en 1982. Ella quería hablar con él para saber sobre las últimas horas de Rodolfo. En la mesa de un bar, en medio de la charla la compañera de Walsh le habla del material robado en la casa de San Vicente y le recita de memoria el comienzo del último cuento. Gras le dijo cómo seguía esa historia. Ella no lo podía creer. Emocionados supieron que eran -al menos dos- los que habían leído aquel relato del hombre que intentaba cruzar el río.
Con Martín Gras como único lector sobreviviente, el Sitio de la Memoria de la ESMA presenta la muestra Walsh en la Esma. Testimonios y documentos -hasta el 23 de abril- en la que se exhiben documentos, un original de la Carta Abierta a la Junta Militar, tres piezas audiovisuales basadas en testimonios de sobrevivientes de la ESMA y los manuscritos en los que Lilia Ferreyra trató de reconstruir "Juan se iba por el río", pertenecientes al archivo de Horacio Verbitsky.
La nieta y la hija de Rodolfo Walsh aún siguen buscando los restos del escritor y reclamando ese cuento desaparecido junto a los borradores de "El 27", "Ñancahuanzú", "El aviador y la bomba", una agenda, la libreta de enrolamiento, fotografías y la carta que escribió a sus amigos por la muerte de su hija María Victoria. Todo saqueado por los militares; todo menos la memoria.
Los oficios de la palabra
"La explicación de que Walsh fue un gran escritor puede llegar a confundir. Grandes escritores no pudieron superar la muerte de su prosa periodística una vez que perdieron actualidad". Así lo definió el periodista Rogelio García Lupo en el prólogo del libro El violento oficio de escribir, dedicado a rescatar la obra periodística de Rodolfo Walsh.
Cómo será la vigencia de Walsh que, a 60 años de su publicación, Operación Masacre sigue denunciando. La Biblioteca Nacional reproduce un pequeño basural que remite al de José León Suárez donde, en 1956, fusilaron a 12 civiles de la resistencia peronista.
Desde el punto de vista estrictamente literario, la muestra bautizada Rodolfo Walsh. Los oficios de la palabra -inaugurada el martes 28 en la Sala Leopoldo Marechal- está dividida en tres partes.
En la primera se exhiben las notas de la revista Mayoría que fueron la génesis de Operación Masacre y se muestran sus cuatro ediciones (1957, 1964, 1969 y 1972).
Tal vez lo más valioso de esta parte sean las galeras de imprenta de la tercera edición, corregidas de puño y letra por Walsh y pertenecientes al archivo de Ediciones de la Flor.
En una pantalla se proyecta la película Operación Masacre -basada en el libro- que fue dirigida por Jorge Cedrón en 1972, filmada en la clandestinidad y guionada por el mismo Walsh.
En ese mismo sector se exhiben las primeras ediciones de los otros dos libros que siguen la misma línea de género de investigación: El caso Satanowsky y Quién mató a Rosendo, con una foto de Walsh explicando cómo fue el procedimiento para investigar el caso. Además es posible escuchar al escritor leyendo un capítulo de su obra.
En la segunda parte de la muestra se exponen las primeras ediciones de los libros de cuentos de Walsh, sus obras de teatro y los libros de los que fue antólogo y traductor. Para sorpresa de muchos hay libros de cocina, de moda y de salud que traducía para poder sobrevivir.
Hay un espacio dedicado a su tarea como periodista, con ejemplares de las revistas Leoplán y Panorama donde aparecen, entre otras, las crónicas del "Carnaval de Corrientes" y "La isla de los resucitados" sobre el leprosario de Cerrito, Chaco, y una nota de 1966 en la que Walsh analiza el conflicto en Palestina.
"Walsh no se limitaba a contar la noticia sino que se metía en la historia para después narrarla con precisión y una pluma exquisita. Eso lo hacía distinto del resto", dice a Infobae el escritor e historiador Roberto Baschetti, compilador del libro Rodolfo Walsh, vivo, que puso a disposición de la Biblioteca Nacional gran parte de su colección privada para esta muestra.
En una vitrina están los libros Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, de Cristian Alarcón y ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, de Diego Rojas, que transitan por el camino Walsh tanto en los modos de su investigación como en el trabajo con su escritura.
La muestra, que se puede visitar de lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19 cierra con la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar y los cables de la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA).
Entre los recortes de diarios exhibidos llama la atención el reclamo de intelectuales como el semiólogo Roland Barthes y el filósofo Michel Foucault que denunciaban la desaparición de Rodolfo Walsh.
En los primeros años de vida democrática a Walsh se lo ignoró y no se le perdonó su militancia en Montoneros. A fines de los 90 comenzó a ser objeto de estudio en ámbitos académicos y se tomó el Walsh completo: el militante y el escritor que conforman un solo y único Walsh: el hombre al que mataron pero nunca pudieron hacer desaparecer.
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*Walsh en la Esma. Testimonios y documentos. Martes a domingos de 10 a 17, Av. del Libertador 8151. Hasta el 23 de abril.
*Rodolfo Walsh. Los oficios de la palabra. De lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19, en la Biblioteca Nacional, Agüero 2502. Hasta el mes de Julio.
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