Vivian Maier: la niñera que sacaba las fotos más lindas del mundo

A partir de hoy puede verse en Buenos Aires parte de la obra de la gran fotógrafa secreta que fue descubierta por casualidad.

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Lo extraordinario y lo cotidiano,
Lo extraordinario y lo cotidiano, bajo el prisma de los ojos de Vivian Maier

Nadie sabía mucho de ella, nadie tampoco la heredó a su muerte. Vivian Maier (1926-2009) fue una mujer solitaria y excéntrica, con una mirada aguda y artística de la realidad cotidiana, pero a hurtadillas. Durante más de cuatro décadas, mientras trabajaba como niñera en casas de familia, Maier sacó cientos de miles de fotos en las que pudo encontrar en el día a día lo monstruoso y lo divino. Lo vulgar y lo extravagante en hombres, mujeres, ancianos, niños, parejas, enfermos mentales, vidrieras, calles y autos de Chicago fue visto por sus ojos secretos. Desde hoy y hasta mediados de junio, una muestra con cincuenta y cinco de sus tomas en blanco y negro, tomadas en Chicago y Nueva York durante las décadas del 50 y 60 del siglo pasado, podrán verse en Buenos Aires.

Sus fotos y su arte recién vieron la luz cuando ella ya no podía verla y fue por casualidad que un agente inmobiliario e historiador aficionado compró en un remate algunos de los miles de rollos fotográficos sin revelar que Vivian guardaba con la pasión y la manía del coleccionista. Había revelado y editado muy poco, posiblemente la falta de dinero haya afectado esa labor, clave para la divulgación de su obra.

Maier nunca llegó a saber de su consagración como artista ni supo que su obra sería admirada en todo el mundo. Sin embargo, como si hubiera tirado una botella al mar a la espera de un rescate amoroso más allá del tiempo, conservó hasta su muerte cajas y cajas con sus cintas y sus rollos de fotos que terminaron siendo rescatadas del olvido y que junto con su nombre, hoy forman parte de la historia de la fotografía.

La historia está muy bien contada en el documental Buscando a Vivian Maier (Finding Vivian Maier), que fue nominado al Oscar en 2015. Uno de sus directores es John Maloof, el joven agente inmobiliario e historiador que dio con los materiales de Maier por casualidad, al comprar por 380 dólares un lote en una casa de subastas en 2007.

Como Maier no sabía lo que era desprenderse de las cosas y sufría de una suerte de síndrome de Diógenes que la llevaba a moverse entre montañas de objetos en su cuarto, a su muerte, junto con kilos de papeles, facturas, boletas, recibos y ejemplares de diarios fueron encontrados unas cien cincuenta mil fotos tomadas por ella durante más de cuarenta años. Maloof solo había comprado en 2007 una parte –unos 30 mil negativos- con la idea de utilizar los materiales como documento histórico para un trabajo que estaba haciendo sobre su barrio. Sin embargo, al observar la calidad y el tenor de la obra de Maier, rastreó al resto de los compradores de sus fotos y les compró los materiales. Hoy el 90% de la obra de Maier le pertenece (la discusión por los derechos de autor de la obra de Maier sería motivo de otra nota). En rigor, Maloof inició la gran pesquisa después de comprobar que tenía oro en polvo en sus manos. Esto ocurrió cuando subió varias de las fotos halladas a un blog y la respuesta fascinada del público no le dejó lugar a dudas.

Maloof tenía el nombre de la autora de las fotos y apenas eso. Le llevó tiempo ubicar a lo que quedaba de la familia de Vivian en Francia, también a las familias que le habían dado trabajo; conversó y negoció con todos ellos. Un día Maloof advirtió que no iba a poder seguir solo en su tarea como divulgador de una obra maravillosa y secreta, por lo que escribió a galerías y museos ofreciendo los materiales: la mayoría de las respuestas fueron negativas. Muchos directamente no querían trabajar obra de incógnito, solo aceptaban piezas que hubieran sido cuidadas por su autor. Y en el caso de Maier esto no había sucedido porque lo que había dejado eran rollos de fotos y no las fotos curadas. Maloof siguió insistiendo hasta dar con algunos expertos que terminaron colaborando con su tarea de consagración de la obra de una artista desconocida.

En 2011, en el Centro Cultural de Chicago, una exposición con sus fotos resultó un fenómeno de convocatoria. A partir de entonces, se sucedieron las muestras y la divulgación de su obra y arrancó el fenómeno de publicidad y marketing de la vida y la obra de la artista secreta y ermitaña. También comenzaron a aparecer historiadores y expertos que se ocuparon de su biografía y de su talento. Muchos de quienes la conocieron creían que ella era francesa y ella avalaba siempre esa confusión aunque en realidad había nacido en Nueva York. Quién sí había nacido en Francia era su madre -que también sacaba fotos- y ambas, junto con un hermano de Vivian -un hombre con adicción a las drogas que murió en 1977-, habían ido a vivir a Francia cuando su padre los abandonó, aunque luego regresaron a Estados Unidos.

Sus primeras fotos fueron tomadas con una Kodak Brownie y ya en 1952 compró una alemana Rolleiflex, que le permitía llevar la cámara colgada sobre su estómago y tomar la foto sin dejar de mirar frontalmente al objetivo. Esa toma de asalto, a escondidas pero de frente, es una de las principales características de muchas de sus imágenes. Otras son la búsqueda de matices en los reflejos y los efectos de superposición en vidrios y espejos y los autorretratos, toda una curiosidad para esta época en la que el imperio de la selfie nos hace creer a todos que somos verdaderamente importantes. Su obra tiene algo de Diane Arbus, también de Robert Frank pero es también profundamente original.

"Estamos muy entusiasmados con la expectativa que se ha generado con esta gran muestra. Es un material que ha sido rescatado del olvido, la destrucción y ahora puede verse y disfrutarse en grandes instituciones y festivales en todo el mundo. La de Vivian Maier era una visión muy particular de una persona que iba más allá del ego y las ganas de trascender y ser reconocido  que puede tener un artista", le dijo a Infobae Gastón Deleau, director de FoLa-Fototeca Latinoamericana, el espacio donde se exhibirá la obra.

Crió a decenas de chicos, fotografió a miles de personas y murió sola, a los 83 años. Unos hermanos a quienes ella había cuidado en su infancia se ocuparon de pagarle el departamento en el que vivió sus últimos años. Sus cosas fueron quedando repartidas en las diferentes casas en las que trabajó, en su último departamento y también en algunos guardamuebles, que cuando dejaron de recibir la paga por el depósito, enviaron todo a remate. Y es ahí en donde, en realidad, comenzó esta historia o, al menos, donde el mundo pudo empezar a conocer que existió una artista enorme que se llamó Vivian Maier.

*La muestra "Vivian Maier  (1926-2009) The Street Photographer" se puede ver desde hoy hasta el 11 de junio en FoLa-Fototeca Latinoamericana, Godoy Cruz 2626. Horarios: de lunes a domingo de 12 a 20  (miércoles cerrado). Durante todos los días de la muestra se proyectará, además, en el auditorio de FoLa, el documental Finding Vivian Maier, dirigido por John Maloof y Charlie Siskel. Las fotos que ilustran esta nota fueron cedidas gentilmente por FoLa.

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