El “otro” Martín Fierro: cómo arrear ganado, producir plumas de avestruz y evitar la vagancia

José Hernández, universalmente conocido por su poema gauchesco, nos dejó otro libro, menos famoso, pero igualmente telúrico: “Instrucción del estanciero”; un manual para el trabajo en el campo argentino

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“Lo menos que un hombre
“Lo menos que un hombre puede conocer en este mundo es la tierra en que ha nacido” (José Hernández)

"Parece inútil advertir al lector que no busque poesía en esta obra, porque no está destinada a servir de lectura recreativa", dice el autor en el prólogo. Sin embargo, este detallado manual que enseña a montar una estancia, organizar el trabajo, la cría y toda la faena del campo, está sembrado de frases que inevitablemente evocan el estilo refranesco de su consagrado poema.

Como cuando, para destacar el valor de su manual, Hernández escribe: "El que aprende por sí mismo, aprende a fuerza de errar; y los errores se pagan siempre. [Este libro] ha de evitar a cuantos lo lean muchos años de tardanza para adquirir los conocimientos más generalizados sobre los trabajos rurales".

O, más adelante: "Este libro no tiene pretensiones de ningún género; dice lo que muchos saben; habla solamente del país, como que lo menos que un hombre puede conocer en este mundo es la tierra en que ha nacido".

Reedición del manual escrito por
Reedición del manual escrito por José Herández en 1881 por pedido del gobernador bonaerense Dardo Rocha

Instrucción del Estanciero. Tratado completo para la plantación y el manejo de un establecimiento de campo destinado a la cría de hacienda vacuna, lanar y caballar, publicado por primera vez en 1881, y que acaba de ser reeditado por Editorial Claridad, es un libro que surge por encargo. Dardo Rocha, entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, le pide a José Hernández que realice un viaje a Europa y a Australia a fin de informarse sobre razas y métodos de cría aplicables a nuestro medio. Pero Hernández considera que éstos no son aplicables aún a nuestra realidad y en cambio propone "en pocos días, sin salir de casa ni agravar el erario, escribir el libro que necesita".

El autor del Martín Fierro, por cuyo nacimiento, el 10 de noviembre de 1834, hoy es el Día de la Tradición, se crió entre paisanos y aprendió la faena del campo en todos sus detalles. Su padre había sido mayordomo de estancias de Juan Manuel de Rosas.

Ilustración tomada del libro “Pilchas
Ilustración tomada del libro “Pilchas Criollas” (Ed. Claridad)

La Instrucción del estanciero está precedida por un alegato en favor de la ganadería como fuente de nuestra riqueza presente y futura: José Hernández está influido por el optimismo positivista y cientificista de la época y eso le inspira unos párrafos que harían la delicia de muchos referentes de la actividad en el presente. También una confianza en la división del trabajo a nivel planetarios y en que el comercio internacional traerá paz y concordia definitivas entre los países, que suena ingenua vista desde el presente pero que era el espíritu de los tiempos.

"Cada país tiene su industria propia -escribe por ejemplo- y no es posible cambiar fácilmente las bases de la riqueza pública que esa misma industria constituye. En nuestro país la ganadería es la industria principal y aun cuando las industrias fabriles han de venir (…) debemos consagrar todas nuestras fuerzas a aumentar y mejorar nuestros productos para competir ventajosamente en los mercados consumidores con los productos análogos que van de otros países (…). Los pueblos modernos no tienen barreras que los separen, ni de origen, ni de idioma, ni de religión, ni de costumbres. El progreso ha vencido todas las preocupaciones y ha establecido una íntima reciprocidad, una relación estrecha y solidaria entre todos los grupos sociales. (…) La América es para la Europa la colonia rural. La Europa es para la América la colonia fabril. (…) La rivalidad de los pueblos modernos es de un género nuevo: se lucha sobre el perfeccionamiento de los productos. (…) El vapor, los ferrocarriles, el telégrafo, las exposiciones, las artes, las ciencias (…). Las relaciones humanas se hacen fáciles y frecuentes; las distancias y el tiempo se suprimen. Hay canje de ideas y de productos. (…) Nuestros esfuerzos (…) deben dirigirse, por ahora, a rivalizar ventajosamente con aquellos otros países que tienen productos similares a los nuestros. El siglo es positivo. Pero es un positivismo subordinado a la inteligencia y a las leyes morales. (…) …la confianza se afirma, el espíritu de empresa se desenvuelve, y todos parece que se afanan por reparar el tiempo perdido en estériles vacilaciones, y en discordias ruinosas".

José Hernández volcó en un
José Hernández volcó en un manual todos sus conocimientos sobre el trabajo en el campo

Hernández hace un panegírico de nuestras ventajas naturales pero también de los establecimientos rurales ya existentes, "montados sobre los métodos más inteligentes y completos, y cuyos resultados no dejan nada que desear". A esas condiciones de la geografía y del clima se suman, "en el orden político", las "instituciones liberales" que rigen a la Argentina y "que consagran las conquistas modernas más adelantadas en favor de la libertad del hombre. ¿Por qué podremos dudar del progreso?"

El autor le promete a quien se dedique a esta actividad, que diez años le sobrarán para asegurar su fortuna.

También tiene un programa. En Argentina, enumera, falta extender la red de caminos, mejorar puentes y canalizaciones, desagües, más enseñanza elemental, más acceso al crédito, "infundir confianza en las garantías que un buen régimen de policía da a los habitantes y a los intereses de la campaña" y "completar las mejoras que exige la administración de la justicia civil y penal".

El autor cree en "la iniciativa individual como el primer motor del progreso" y pide vigorizarla, "respetarla, impulsarla, dirigiendo la acción de los Poderes Públicos, de modo que cooperen, pero que no pretenden sustituir a la acción y al interés de las empresas a las que deben darse todas las facilidades posibles".

Cómo montar una estancia, según
Cómo montar una estancia, según las instrucciones de José Hernández

Pero esta confianza en la capacidad individual no le hace olvidar lo social y, como veremos, propone una solución a la desocupación -por entonces tildada de "vagancia"- y a la consecuente pobreza.

La obra se estructura por funciones, las del mayordomo, las del capataz, etcétera. Y está dividido en 7 partes dedicadas a la ganadería en los países vecinos y el comercio regional; a una clasificación de los campos de Buenos Aires y su uso para empaste o engorde; las construcciones rurales (describe cómo y dónde emplazar la cocina, cómo construir los corrales, el alambrado, etc.); la hacienda vacuna y el modo de "aquerenciar" y "cuidar" de ella; la hacienda caballar y la lanar. Hay también unas páginas dedicadas a la cría de avestruces y al comercio de lanas y cueros.

"Podemos decir, sin temor a ser desmentidos, que en este libro se ha reunido por primera vez una generalidad de conocimientos que han permanecido hasta hoy en la más completa dispersión", declara Hernández. Porbablemente algunos de los métodos y actividades que describe están obsoletos, pero eso le suma valor histórico a un manual en buena medida todavía vigente.

Ilustración tomada del libro “Pilchas
Ilustración tomada del libro “Pilchas Criollas” (Ed. Claridad)

"El propietario puede entregar este libro a su mayordomo; el mayordomo a su capataz; el capataz a sus peones; seguros de que únicamente encontrarán indicaciones y direcciones que los ayuden", afirma. Luego viene una graciosa aclaración: "Ninguno tiene tampoco por qué apartarlo de las manos de las familias, ni ocultarlo a sus ojos, en al confianza de que nada hay en él que no consulte rigurosamente la decencia en las ideas y en el lenguaje".

Es "un libro útil y moral a la vez", dice. "Cada cual sirve a su país como mejor lo entiende y del mejor modo que puede", se explica.

De estas generalidades, pasa a lo práctico, y en ello es detallista y metódico.

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Vale la pena reproducir algunos, breves, párrafos de este manual que hasta el más profano de los argentinos puede disfrutar y que respira tanto amor a nuestro campo como conocimiento profundo de sus secretos.

Sobre el modo de conducir la hacienda

"Si el arreo se hace en tiempos de parición es indispensable llevar un carro para ir cargando los terneros que nacen, pues si no, se pierden irremediablemente. Es sabido que antes de alzar al ternero es necesario esperar que la vaca lo haya lamido, pues el animal vacuno, el yeguarizo, el ovino, si no lamen al hijo recién nacido, no lo toman después. Se comprende que es preciso en cada parada bajar los terneros que están en el carro, para que las madres vayan conociéndolos y tomándoles cariño; si no, los dejan y no los toman más. (…)

Los secretos del arreo de
Los secretos del arreo de ganado

En la marcha se larga a la madrugada, se camina una legua o legua y media, y se hace un alto para que la hacienda coma. Después, ya puede tomar agua, pues hacienda que camina y toma agua sin comer, se pasma. En tiempo de hielos debe impedirse que la hacienda coma el pasto helado, pues le hace mucho mal…(…)

Por la tarde debe dársele de comer antes de encerrar, y esta operación siempre debe quedar concluida con media hora de sol cuando menos, pues no pueden preverse las dificultades que ocurrirán en la encierra, y es peligroso andar apurado. (…)

¡Cuántas veces un acarreador dormilón o descuidado amanece con el corral vacío! (…)

El acarreador debe tener cuidado de contar su hacienda todos los días; y si es posible dos o tres veces en un mismo día; con el ejercicio de contar, el hombre se pone práctico, y cuenta con la mayor facilidad sin interrumpir la marcha. El que cuenta seguido nota al momento cualquier falta; y el que sabe dónde ha perdido, sabe dónde ha de buscar. (…)

No debe consentirles (a los peones) que castiguen la hacienda por el lomo; pues les deja señales que hacen desmerecer el cuero. (…)

“Arreando hacienda es donde se
“Arreando hacienda es donde se prueba el conocimiento del hombre de campo. Allí se prueba el hombre. Es como el marinero en la tormenta” (José Hernández)

[Sobre los gritos de los arreadores] Con sólo oír hablar o cantar a un hombre que lleva hacienda,se conoce en el acto si es práctico en su oficio. (…)

Arreando hacienda es donde se prueba el conocimiento del hombre de campo. Es como el marinero en la tormenta. (…)

Del interés de la cría de avestruces

En este capítulo Hernández explica que la Argentina debe competir con otros proveedores de plumas de avestruz a Europa y Estados Unidos, como la ciudad siria de Alepo, regiones de Egipto o el Cabo de Buena Esperanza, describe los últimos métodos puestos a punto para teñirlas y asegura que es más flexible la del animal criado domésticamente que la del silvestre.

El negocio de plumas de avestruz tiene mucha mayor importancia que la que puede atribuírsele a primera vista. Su principal destino es servir de adorno al bello sexo y en algunos países sirve también para completar el uniforme de gala de los altos mandos militares. (…)

Para mantenerlos (a los avestruces) en la más completa sujeción y que no disparen, lo que se hace es cortarles un tendón que tienen en el dedo principal; esto lo hemos visto en nuestra campaña, y muchos de nuestros paisanos sabe hacer esa operación, que es sumamente sencilla.

El famoso Darwin, el autor de El origen de las especies en su primer viaje, en el cual exploró la región patagónica, descubrió una especie nueva (…) a la cual dio su nombre (…), 'Avestruz Darwin'

 

Formación de colonias con hijos del país

En pleno auge de la inmigración y el asentamiento de colonos europeos, el autor propone distribuir tierras entre los criollos.

Ningún pueblo es rico si no se preocupa de la suerte de sus pobres. (…)

¿Qué hace el hijo de la campaña, que no tiene campo, que no tiene donde hacer su rancho que no tiene trabajo durante muchos meses al año, y que se ve frente a frente con una familia sumida en la miseria? (…)

Como mejor y más eficaz remedio a todos los males, (hay que) fundar colonias agrícolas con hijos del país. (…) Así habría menos necesidad de la acción policial; así no habría necesidad de ley de vagos (…).

La colonia trae la vida en grupo, la sociabilidad, el amor al suelo, robustece los vínculos de familia; despierta el amor al trabajo, el anhelo por el adelanto; la colonia reclama la escuela, los hábitos de vida arreglada, y el resultado final es el bienestar la felicidad, el adelanto y mejora de cuantos forman parte de ella. Persígase al vicioso, castíguese al culpable, pero no hagamos culpables, por la violencia de las cosas, a los que no lo son por la naturaleza, ni por su índole. (…)

Las leyes penales buscan al delincuente para castigarlo; pero las leyes administrativas deben buscar al hombre honrado para ayudarlo.(…)

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Concluye Hernández, no podía ser de otra manera, con una nota optimista, digna de la generación del 80: "El país posee ricos elementos de prosperidad, los capitales abundan, crece y se difunde el espíritu de empresa, se afirma la confianza en la conservación del orden, y en ese movimiento general de progreso, las nuevas industrias han de ocupar el puesto que les corresponde, para ofrecer a la especulación, a la actividad y al trabajo, beneficios de que ha carecido hasta aquí a consecuencia de las discordias y pasadas agitaciones".

José Hernández: por su nacimiento
José Hernández: por su nacimiento en 1834, el 10 de noviembre es el Día de la Tradición
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