María Kodama: "Cuando hay cosas muy interesantes o muy importantes le escribo cartas a Borges"

La viuda del más grande escritor argentino dijo a Infobae en un extenso reportaje que su alma se define por la de Borges y reveló cuál es su cuento preferido del autor de “El aleph”. “No lo extraño porque siempre estoy con él”, confesó

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Habla en un medio tono que por momentos es inaudible. Su voz tenue se contrapone con su agilidad física que hace desaparecer con coquetería sus casi 80 años. María Kodama cuenta que sus editores la tienen viajando por todo el país y recuerda que los próximos destinos la llevarán a Rosario, Río Cuarto "y a otros lados más que tantas veces he visitado". Después, tomará un avión para visitar Europa invitada por distintas universidades. "Conferencias. Muchas conferencias", le dice a InfobaeTV.

Son esas mismas exposiciones las que hicieron nacer  su "Homenaje a Jorge Luis Borges", primer libro de María Kodama que recopila una veintena de ellas. "Nunca quise hacerle caso a él que me instaba a publicar. Ahora lo he hecho", explica.

Kodama se define como agnóstica y defensora del libre albedrío. "Aunque a veces uno dude  de esa libertad pensando en la predestinación", relata. Sin embargo, no hay el menor espacio para la duda cuando habla de su amor por Borges. Lo recita en griego y lo resume. "Êl es la suma de todos los amores. Es mi alma", dice saboreando cada palabra.

En una extensa charla con InfobaeTV habló de su cuento preferido ("Las ruinas circulares. El aleph no me gusta"), del Borges porteño,  de Evaristo Carriego, de Beatríz Vitervo y de muchas anécdotas de la vida del hombre con quien se unió por siempre. "No lo extraño. Lo tengo siempre conmigo. a veces cuando hay cosas muy interesantes o muy importantes le escribo cartas", define. Aquí, parte de ese diálogo.

María Kodama conoció a Borges cuando ella tenía 16 años y él 60, y nunca más se separaron
María Kodama conoció a Borges cuando ella tenía 16 años y él 60, y nunca más se separaron

—No deja de ser una paradoja que usted desobedeció nada menos que a Borges que la instaba a escribir y  hasta ahora no lo había hecho.

—Lo que pasa es que Borges me decía que yo era la primera prisionera de la libertad y que yo, para ser libre, hasta podía cortarlo a él de mi vida, y que eso era una prisión. Entonces, es así, tiene toda la razón del mundo pero es la única prisiòn que psicológicamente yo soporto. Entonces me decía: "con esa lógica cartesiana es imposible discutir". Pero si no discuto, le respondía le estoy dando la razón en cuanto que es una prisión.

—Su libro son conferencias que usted decidió compilar como homenaje a Borges. Pero leyéndolas creo que cuenta al Borges más íntimo y más anecdótico, todo al mismo tiempo. 

—Bueno, no sé porque yo preparo las conferencias de acuerdo a lo que me piden las distintas universidades en las que voy a darlas. Y he dado una en inglés que cayó en manos de un agente y entonces ahí comenzó él que tenía que publicar, que yo daba muchas conferencias, que le gustó y empezó. Llegó un momento en que era la posición límite, o me enojaba, que no podía, o accedía. Entonces yo pensé: 30 años que Borges partió entonces, corresponde un homenaje a Borges.

—Usted rescata muy especialmente el fervor de Borges por Buenos Aires en sus primeras conferencias. Es casi un oxímoron lo que planteo pero ¿Borges era un porteño universal?

—Claro, yo pienso que era un poco la parte por el todo. Yo siempre le decía como los escritores griegos que llevaban siempre con su nombre el de la ciudad en donde habían nacido. Y él es un poco, podemos decir así, Borges de Buenos Aires. Porque, a lo largo de su primera obra hasta la última, Buenos Aires está presente con todos los cambios que va implicando a lo largo de tantos años de su vida esta ciudad; a la que de algún modo él va a salvar a través de la literatura porque él dice por ejemplo que en algún momento el Obelisco será talado, pero que no importa eso porque habrá un poeta que va a cantar a esa ciudad con el Obelisco talado. Es decir que Buenos Aires va a seguir a pesar de que su ícono, su símbolo, no esté más, porque se salva a través de la creación, la creación literaria de algún poeta futuro en siglos futuros.

—Pensaba, y en sus conferencias aparecen, los laberintos y las bifurcaciones son en Borges un tema recurrente.

—Sí, claro.

—Cuénteme, cuando usted pensó para contarle a sus auditorios qué eran los laberintos y las bifurcaciones, qué eran para Borges. 

—Bueno, la vida. En la vida siempre tenemos bifurcaciones. Por ejemplo a mí lo que me angustiaba, que lo conversábamos con él, es si había determinación o libre albedrío. Quizás no hay libre albedrío, quizás lo que nosotros tomamos, lo que nosotros elegimos, es lo que ya está marcado que elijamos. Entonces si alguien quiere ser libre da un poco de angustia.

—Claro, la predeterminación anula el libre albedrío.

—Por supuesto, sí, sí.

—Y usted qué cree.

—Quiero creer que hay libre albedrío pero no sé si lo hay. Y era muy divertido porque Borges me decía que posiblemente nosotros, él lo decía como una broma, no es que él creyera fervientemente en eso, entonces él decía que posiblemente la forma más lógica después de la partida era la reencarnación. Al decir más lógica implica que no creía. Pero que lo interesante era que seguramente muchas personas volvían a reencontrarse, y seguramente nosotros veníamos de otras reencarnaciones por todas las cosas que teníamos en común sin necesidad de forzarnos a tenerlas en común. Y me decía que nos prometiéramos que en la otra vida, la próxima, íbamos a reencontrarnos. Entonces es gracioso, porque le decía sí claro Borges, prometido que nos reencontramos. Ahora yo quiero, sabe que soy muy sincera, decirle algo, en la próxima yo científica. Y él me decía desesperado no me diga eso, porque él quería volver a ser escritor. Y es muy lindo eso.

—¿Lo extraña a Borges?

—No lo extraño porque estoy siempre con él, entonces no lo puedo extrañar. Extraño por supuesto el hecho de las bromas que hacíamos, de los temas que sacábamos, de las cosas así por ejemplo que era muy divertido, prueba de la inexistencia de Dios, entonces había que hacer pruebas lógicas de la inexistencia de Dios.

—Estaban en su casa y se proponían pruebas…

—De la inexistencia de Dios. Cosas así muy locas, divertidas. Entonces uno tenía que dar argumentos que fueran lógicos, aunque fuera la esencia disparatada, pero el argumento tenía que ser lógico. O, por ejemplo, de cómo hubiera sido el mundo de haber sido gobernado por los griegos y no por los romanos. Entonces uno tenía que, aunque fuera absurdo, pero todo lo que uno decía tenía que estar dentro de una lógica. Nos divertíamos muchísimo.

—Claro, me imagino. Ahora, supongo que el amor teñiría todo de un afecto especial,  pero ¡qué esfuerzo intelectual ser la pareja o ser un amigo de Borges!

—Sí, yo supongo, pero no sé. Lo que pasa es que mi situación es muy especial porque yo lo conocí a Borges siendo yo una adolescente, una adolescente no cae en éxtasis por la fama de ese escritor. Sino que se dieron las circunstancias de una manera muy especial, muy disparatada, y bueno, eso hizo que esa relación rara, quizás si lo hubiera conocido después yo hubiera tenido como una formación sobre él y entonces ya con respeto y todo eso. No es que no respetara, pero lo que quiero decir es que no estaba inhibida por su fama.

—¿Qué es el amor María?

—Uno no lo puede definir, para cada uno es algo diferente. Pero cuando un periodista me hizo esa pregunta, qué era el amor para mí, qué era Borges para mí, que es el amor evidentemente, yo le contesté con una cita de Andrómaca cuando quiere retener a Héctor que va a partir para luchar con Aquiles y va a morir. Y me parece que es lo que después toman las religiones cuando pasan a la gente. Entonces Héctor… –lo voy a decir primero en griego antiguo como homenaje a mi profesor de griego en la facultad gracias al cual pude disfrutar las tragedias en el idioma original- entonces ella le dice para retenerlo: (Recita en griego), Héctor, tú eres para mí mi padre y mi señora madre y mis hermanos, pero por sobre todas las cosas eres el amor que florece. Es la suma de todos los amores ¿Verdad? Y bueno, la religión dice dejarás a tu padre, a tu madre y seguirás a este hombre o a esta mujer hasta que la muerte los separe.

—¿Borges para usted es la suma de todos los amores?

—Sí, y si no 30 años después no seguiría con él, no soy masoquista.

“Borges es mi vida, mi alma”, dice Kodama en esta entrevista con Infobae
“Borges es mi vida, mi alma”, dice Kodama en esta entrevista con Infobae

—¿Qué siente cuando escucha el nombre Beatriz Viterbo?

—Beatriz Viterbo, bueno, era una de las tantas amadas de Borges y me divierte, me gusta la idea, es la del "El aleph" ¿Verdad? Y bueno, está bien, el frustrado amor de Beatriz Viterbo le hace concebir "El aleph" y eso supongo que supera y debe de haberle dado mucha alegría. Yo se lo dije a él porque es lo que yo pensaba, para mí la descripción de "El aleph" es espléndida, única, y fascinante. Pero el cuento no me gusta porque es como agregado, ¿no es cierto?  Mi cuento preferido es una experiencia muy interesante, yo tendría más o menos 10 años y cae en mis manos una revista que seguramente era Sur, no recuerdo cuál era pero debía ser esa, yo hablo la revista y leo "Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche…" y yo dije ¿qué es esto? Lo leí hasta el final, sin entender una palabra, hasta el día de hoy sigue siendo mi cuento preferido. Y si saliera una ley por la cual hay que sacrificar la obra de todos los autores y salvar una yo salvo esa.

—Y pensar en la adjetivación de una noche como "unánime", es irrepetible.

—Pero es que eso lo que a mí me fascinó, yo dije qué es esto. Y lo leí hasta el final y por supuesto no podía entender nada, pero quedé como presa de ese cuento hasta el día hoy. Y si tuviera que salvar uno solo por supuesto salvo eso.

Imagino que se lo han preguntado cientos de miles de veces y no me importa caer en el lugar común: ¿qué es Borges?

—Qué es Borges… Para cada uno es una cosa distinta.

—¿Y para usted?

—Para mí es mi vida, mi alma. Para mí es mi alma.

—Es su alma.

—Sí.

—¿Su alma se define por Borges y no por María Kodama?

—Mi alma se define por mí también, por supuesto. Pero es mi alma en el sentido de que hay como una coincidencia tan grande de tantas cosas que, digamos, no desde el punto de vista de la creación, estamos hablando de los sentimientos, de la forma de pensar, de sentir las cosas, que es igual. Entonces no hay como una diferencia, no hay una cosa ensamblada en otra, es como si las dos fueran una en lo que respecta, repito, a los sentimientos, a la forma de sentir la vida, ¿no es cierto? Y eso no es tan complicado de imaginar porque Borges fue criado por gente del siglo XIX y yo fui criada por mi padre que nació, creció y se educó en Japón. Y los principios básicos de la gente del siglo XIX y los del Japón no eran tan diferentes como son ahora por ejemplo. Entonces hay toda una serie de cosas que el destino hizo que fueran ensamblándose aunque era una cosa totalmente distinta, ¿no?

—Pensaba en esto y también valga la metáfora, usted decía "es mi alma", si es verdad que como Borges le pedía que se prometieran se iban a encontrar en la próxima vida, usted quiere reencarnar en el alma de Borges.

—No, no, yo quiero encarnar en María Kodama, que será otro nombre en ese momento, encontrándome con alguien que se llame de otra manera y que sea Jorge Luis Borges según él quería. Yo decía que en realidad nosotros los agnósticos somos patéticos porque el que cree, con las dudas que la fe conlleva, cree, está en un círculo, Dios existe. Nosotros estamos en un camino paralelo a eso que llamamos o se llama Dios tratando de encontrarnos por el único camino que nunca vamos a lograrlo que es la razón. Entonces él me decía bueno, pero nunca nos vamos a reencontrar. Sí. porque como dicen que en el infinito las paralelas se unen en el infinito nos uniremos y terminaremos unidos como energía, luz, fuerza primera, Dios, como querramos llamarlo.

—Ahora, pregunta de agnóstico a agnóstico, casi como una confesión personal: ¿tiene ganas de que ese agnosticismo se transforme en creencia?

—No, yo dejo que las cosas fluyan y si en algún momento se tiene que convertir se convertirá. Pero no es que tenga ganas, dejo que sea el destino el que decida.

—¿Y la intranquiliza esa espera del destino?

—No, para nada. No, no. No porque son cosas así muy lindas, son como sorpresas que la vida le pone a uno y que de pronto uno dice ah, sí, creo, que maravilla, esto me hace creer. Pero no buscado o no con angustia.

Portada de “Homenaje a Borges”, de María Kodama
Portada de “Homenaje a Borges”, de María Kodama

—¿Visita la tumba de Borges?

—Sí, cuando estoy en Europa y puedo voy, claro.

—¿Y lo hace para reencontrarse con un recuerdo porque es una etapa más de la vida de Borges?

—No, porque es una forma de decirle hola a eso que está ahí que no sabemos qué es.

—¿Y hay una conversación con él allí en su casa, en sus recuerdos, en sus libros con él?

—No, a veces cuando hay cosas muy interesantes o muy importantes le escribo cartas.

—¿Le escribe cartas?

—Sí, que no llegan nunca por supuesto.

—Las guarda usted en su casa.

—Sí, sí.

—¿Soy indiscreto si le pregunto por la última carta?

—No, no puedo contestar.

—Soy indiscreto, entonces.

—No, yo no puedo contestar.

—Si hoy estuviera frente a Borges, casi entrando por otro lado a esta indiscreción, qué le gustaría estar diciéndole usted a él.

—¿Yo a él? Quizás repitiéndole la "Balada de Maldon" que él adoraba.

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