Alberto Manguel: "Esperaba que Horacio González me diera la bienvenida"

El nuevo director de la Biblioteca Nacional habló con Infobae sobre los lineamientos que prepara para su gestión, la polémica en torno a su nombramiento y los despidos, y la malograda transición con su antecesor

Guardar
El director de la Biblioteca
El director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel (Adrián Escandar)

Finalmente, como si fuese parte de los buenos augurios del segundo semestre, desembarcó en la Biblioteca Nacional, con el comienzo de julio, Alberto Manguel. Su anuncio como nuevo director en diciembre pasado fue una apuesta fuerte del ministro de Cultura Pablo Avelluto, que rápidamente se vio mezclada por las suspicacias que generó el nombramiento de otros funcionarios del Gobierno actual que hicieron carrera en el exterior.

El aplazamiento de su llegada, sin palabras suficientes, y luego los 240 despidos que hubo en marzo (un 25% de la planta de la biblioteca, de los que ya fueron reincorporados más de la mitad) despertaron una polémica alrededor suyo, que incluyó la interrupción con protestas de su discurso en la Feria del Libro y cartas de preocupación por parte de intelectuales del ámbito local e internacional que hicieron bulla por las firmas allí asentadas; entre otras, la de Beatriz Sarlo y la del premio Nobel de Literatura, el abonado J.M. Coetzee.

Ajeno al ruido y la furia, como también consciente de la compleja tarea que le espera, Manguel llegó sigilosamente hace dos semanas, acompañado desde el aeropuerto hasta el edificio de la calle Agüero por una custodia policial, no para proteger a su persona, sino el documento valioso que trajo desde Nueva York bajo el brazo: un manuscrito del Pierre Menard, de Borges, que será presentado la semana próxima en la exposición por los treinta años de la muerte del autor.

"No soy una figurita política", dijo en su primera reunión con periodistas de cara a la inauguración de esa exposición y de otra que inicia este fin de semana sobre el Bicentenario de la Independencia. El escritor, que confesó haber visto algunos minutos del programa de Jorge Lanata el domingo pasado, no logra explicarse el clima de farsa que rodea los hechos de corrupción y la política vernácula. Desde su rol intentará resguardar a la Biblioteca como un espacio autónomo donde se pueda pensar y cuestionar sin partidismos.

Ya instalado en su despacho, Manguel recorre desde temprano hasta última hora los distintos sectores del "laberinto inmenso", como definió a la Biblioteca. Continuarán los horarios extendidos por la gestión anterior y aseguró, pese a los cambios de criterio, que planea "construir sobre lo que ya estaba". Entre otras cosas, consideró que hará falta más personal para completar los catálogos y la digitalización de archivos –aunque no habló de nuevas contrataciones. Actualmente, hay 1.600.000 registros en el catálogo en línea sobre unos fondos estimados en algo más de 3 millones.

Incluso, se permitió ir más allá en la inclusión pregonada en sus días por Horacio González. "Una Biblioteca Nacional debe ser representativa de todos los grupos culturales del país, conservando la memoria no sólo de los grupos intelectuales visibles sino también de las poblaciones de las villas, de las cárceles, de las comunidades indígenas, de las nuevas minorías inmigrantes, etc.", sostiene en un documento que entregó a los periodistas. El nuevo director visitó la Villa 31, con vista a tender lazos con otras bibliotecas e instituciones porteñas, provinciales, nacionales y del mundo. Su aspiración es una biblioteca universal abierta para todos.

También adelantó que creará muestras permanentes y centros de consulta en distintas salas que siguen de cerca la línea heredada: historieta, literatura policial, una historia del psicoanálisis en la Argentina y un espacio sobre Memoria y Exilio.

A su regreso a la Argentina, a los 68 años, luego de más de cuarenta de residencia en distintas ciudades del planeta, lo lee como el último capítulo de la novela de su vida, en el que le devuelve a su país lo que le dieron sus años de formación en el Nacional de Buenos Aires. "Lo que aprendí allí me sirvió para hacer mi carrera", dijo.

Manguel definió a los empleados
Manguel definió a los empleados de la Biblioteca como héroes ocultos. “Realizan una obra admirable”, afirmó (Adrián Escandar)

–Tomando el tema de la obra que presentó en la última Feria del libro, ¿cómo piensa que se puede garantizar la curiosidad de los lectores desde la Biblioteca nacional?
–Nadie puede garantizar que se despierte la curiosidad en alguien. Pero sí podemos proponer diversas tentaciones para un lector curioso. Por un lado, podemos informar de los admirables documentos que tenemos exhibiéndolos, alentando investigaciones, organizando eventos en torno a ellos. Por otro, podemos mostrar cómo nuestro acervo cultural puede servirnos para entender quiénes somos y cuáles son las particularidades de este extraño país en el que vivimos.
–Algunas voces le objetaron su larga permanencia fuera del país, como si esto le quitase idoneidad para el cargo. ¿Le molesta ese razonamiento?
–Por supuesto que alguien que viene de afuera, como yo, ocasionará un sinnúmero de críticas, por lo general justas. Yo no tuve la larga experiencia de sufrimiento de tantos otros en este país de historia tan compleja. Yo viví tan sólo mis años de adolescencia en Buenos Aires, y alguna parte de mi infancia, y también un año a inicios de los '70, trabajando para La Nación. De modo que no sufrí los estragos de la dictadura, salvo a través de los relatos de mis amigos. De manera que ahora, décadas después, asumo el cargo de director con una visión del país formada en el extranjero. Pero, quizás esto no sea una mala cosa, puesto que viviendo en casa, uno está obligado a tomar partido por un grupo u otro, y así corre el riesgo de perder en cierta medida las facultades críticas.
–En varias dependencias públicas, las nuevas autoridades que asumían manifestaron su sorpresa ante diversas irregularidades que dicen haber hallado. ¿Se encontró usted con alguna situación que le llamara la atención?
–Lo que más me llamó la atención es el número de personas que, casi secretamente en la Biblioteca, realizan una obra admirable, con talento, sabiduría y pasión. Ellos son los héroes ocultos de esta institución, y trataré de hacerlos más visibles para que su labor sea reconocida.
–En una entrevista reciente dijo que la Biblioteca Nacional debe funcionar como una biblioteca. ¿Podría explicar mejor esta frase?
–Una sociedad contiene instituciones que cumplen diversas funciones específicas. Si bien se relacionan entre sí, pienso que no es beneficioso que una abandone su rol específico y tome las funciones que corresponden a otra. Una biblioteca debe, ante todo, cumplir con la función que la define: servir a sus usuarios proporcionándoles un acceso lo más eficiente posible a los fondos, a través de un catálogo completo, inteligentemente preparado, y a través del acceso a objetos digitales que permitan la visibilidad de las obras y su lectura a distancia. Puede, y debe, ofrecer conferencias, ciclos de cine y música, y muchos otros eventos culturales, pero su principal actividad debe ser la de atesorar y catalogar documentos, y mejorar constantemente los servicios al lector.
–¿Hay un presupuesto suficiente como para encarar ambas funciones, la gestión bibliotecológica y la gestión cultural?
–No se trata de presupuesto: se trata de prioridades. Si un hospital gasta su presupuesto en actividades como conciertos y muestras de arte (actividades por cierto muy importantes que ayudan a los pacientes) pero no pone al día su equipo médico, por ejemplo, la gente se quejaría. En una biblioteca, hay otras maneras de encarar la acción cultural: con la ayuda de particulares, con donaciones para proyectos específicos, con colectas para comprar obras importantes. Estos métodos son habituales en América del Norte y en Europa.
–Intelectuales reconocidos del mundo entero firmaron una solicitada luego de los despidos que hubo en la Biblioteca. Allí se preguntaban qué proyecto habría bajo su nombre, si la continuidad institucional de la Biblioteca o su achicamiento. ¿Qué les respondería a esos intelectuales?
—Muchas veces yo también firmé cartas de protesta por parecerme que el tema era meritorio, o porque un amigo me pedía que la firmara, pero sin investigar los hechos a los que las cartas hacían referencia. Ahora sé que nunca volveré a firmar una carta así sin investigar la acusación que contiene. Me dio pena que tantos intelectuales aceptaran poner su nombre sin informarse de los hechos, sin cuestionar los propósitos, sin reflexionar sobre las consecuencias, simplemente por la apariencia de una causa que se decía justa.
–¿Cuál será el futuro de las actividades de difusión cultural y la publicación de libros? ¿Continuarán de un modo similar?
–La Biblioteca tendrá un calendario de actividades culturales muy diversas, pero siempre relacionadas con las obligaciones implícitas en su identidad institucional. Es decir, si queremos destacar un cierto fondo, haremos un evento en torno a ese fondo, y todo evento tendrá que encontrar su justificación en alguna característica de la Biblioteca misma. Confío plenamente en la experiencia y los conocimientos de Ezequiel Martínez, el nuevo director de programación cultural, quien ya ha empezado a organizar numerosos eventos admirables. La editorial seguirá publicando libros y revistas, bajo la dirección de Sebastián Scolnik, pero por sobre todo, electrónicamente. Seguiremos publicando obras en papel como los catálogos de las exposiciones que hacemos, pero documentos como las ediciones facsimilares de las revistas antiguas, aparecerán ahora sólo en versión digital.
–¿Mantuvo alguna comunicación con Horacio González durante la transición de mando?
–No la tuve. Yo esperaba que él me diera la bienvenida, me desease suerte, me ayudase con su experiencia, como se hace en estos casos.
–Le toca asumir en la mitad de un año de conmemoraciones importantes como son los 400 años de la muerte de Cervantes y de Shakespeare. ¿Estuvo trabajando en los respectivos homenajes?
–Sí, por supuesto. Bajo la dirección de Ezequiel Martínez, el Jefe de Investigaciones Roberto Casazza imaginó exposiciones espléndidas. El gran erudito de Cervantes, Roger Chartier, nos armó un programa asombroso, y el equipo de Casazza descubrió documentos extraordinarios relacionados con Shakespeare en el Río de la Plata.
–¿Tiene ya un plan trazado o una idea clara para el restituido edificio anexo de la calle México?
–Sí, pero llevará tiempo. Quisiera establecer allí un Centro de Estudios Jorge Luis Borges que pudiera recibir a investigadores del mundo entero de su obra, y albergar también una biblioteca borgeana de libros y manuscritos. Veremos.

Guardar