Carlos Gardel fue tildado de "amoral" por el contenido de sus canciones y de sus películas
Final de época
[Extracto del libro "Luto en la guardia nueva. Cuando Buenos Aires lloró a Gardel" -Vuelta a la Página, 2016- de Ema Cibotti, que se presenta este sábado 2 de julio a las 17 hs en la Esquina Homero Manzi, San Juan 3601]
El jueves 6 de febrero de 1936, monseñor Gustavo Franceschi se hizo presente en los alrededores del Luna Park y caminó por la calle Corrientes para observar a las personas que esperaban ver pasar el féretro [N. de la R. de Carlos Gardel]: "Dos veces fui al encuentro del cortejo". Pero el esfuerzo rebotaba contra la pared de su prejuicio hacia Gardel: "Su sentimentalismo superficial y cursi, con olor a clavel que ha permanecido mucho detrás de la oreja, no era el dolor del héroe, ni el amor del varón de pelo en pecho, ni la ira del valeroso…". El problema para él no era la "mediocridad artística apta para el music- hall"[1] que le endilgaba a Gardel, sino la extraordinaria adhesión que tenía el cantor entre los jóvenes. Los había oído corear con igual fervor las estrofas del Himno Nacional junto al verso "Bajo el cielo tropical su silueta sensual es mi pasión", de la rumba Sol tropical popularizada por Gardel. Y se escandalizó, allí veía el mal:
"Es evidente que desde la misma escuela primaria se inicia el proceso de subversión en los valores tanto del individuo cuanto de la sociedad. Una moral laica sin obligación ni sanción verdadera (…) de allí salían los muchachones que durante la última huelga cometieron los peores desmanes, de ahí también los que ponían el himno nacional a la par de un tango". (…) No se olvide que el amoralismo simbolizado por un Gardel cualquiera es anarquía en el sentido más estricto de la palabra"[2]
Franceschi creía necesario intervenir el sistema educativo para erradicar "la moral laica" en su totalidad. Había sido un activo organizador del XXXII Congreso Eucarístico celebrado en noviembre de 1934 en Buenos Aires. Como vocal de la Comisión de Prensa y Publicidad había tomado bien el pulso de la multitudinaria participación de los fieles que recibieron con fervor la visita del Legado Papal Cardenal Eugenio Pacelli, luego Pío XII.
Ya tenía bajo su mira el mundo de los tangos que cantó Gardel[3] y su consecuente "educación sentimental" que él hallaba inmoral. Y esto se observa claramente en sus editoriales de [la revista] Criterio.
En efecto, un poco antes de publicar "El hombre del tango", escribió otra larga nota titulada "Significación social del guarango". Allí hurgaba sobre la filiación del personaje y concluía que era el último eslabón de una derivación negativa que había comenzado con el gaucho, un paisano que se negaba a trabajar, y de quien había surgido el compadre presente "en cualquiera de los innumerables tangos que apestan el ambiente argentino (…) hasta llegar a la invasión guaranga [agregaba] un tumor enquistado en la sociedad, que desprende toxinas y envenena el organismo entero (…) su anarquismo moral se transformará entonces fácilmente en anarquismo social". Como si fuera necesario, al final de la nota advertía sobre "lo hondo de la dolencia moral que carcome a nuestra sociedad."[4]
Franceschi anticipaba lo que terminó de decir en 1936: Gardel era el epítome del guarango, un despreciable y peligroso amoral. Pobre Zorzal.
La prosa insolente y descalificadora de Franceschi debe leerse dentro del marco ideológico que la acunó. Los lectores de Criterio conocían las fuentes del nacionalismo en las que abrevaba su director, y seguramente compartían su visión deudora de la tradición hispano-cristiana que enarbolaba Ramiro de Maetzu. El intelectual español fue embajador del gobierno de Primo de Rivera en Argentina entre 1928 y 1930. Monseñor Franceschi lo conoció a él y a sus ideas y en los editoriales descartó por inadecuados para la Argentina los planteos del nacionalsocialismo y del fascismo. Sostuvo, en cambio, que el nacionalismo argentino no tenía enemigos externos sino un "enemigo interno". Y enunció: el comunismo, el espíritu judaico, la desorganización marxista y la ruina general de la economía (sic)[5]. […]
Criterio continuó escudriñando los estilos de los nacionalismos europeos, y el ascenso de Hitler al poder, sin perder de vista lo que generaba Carlos Gardel quien, ya en 1933, gracias al cine, iba rumbo a convertirse en una gran estrella internacional.
El 5 de septiembre de 1934 se estrenó en el cine Monumental (Lavalle y Esmeralda) "Cuesta abajo", la primera película que filmó en Nueva York y que tuvo allí una recepción extraordinaria[6]. En Buenos Aires había una gran expectativa. Pero la detracción de Franceschi apenas si se hizo esperar. El 13 de septiembre, descerrajó:
"1°, un abúlico, 2°, un explotador de mujeres, 3°, un imbécil que gira por los cafetines exclamando ¡'yo pago, soy criollo'!, 4° y 5°, dos individuos cubiertos con el uniforme de oficiales de nuestra marina de guerra que andan abrazando a prostitutas en el mostrador de los bares de cuarta categoría de New York. Por lo que toca al otro sexo, sacando a una muchacha medio lela, todas las demás, sin excepción, son damas de vida 'airada'. Eso se llama 'Cuesta abajo'. La cinta ha sido hecha por el divino Gardel, y en la noche del estreno, en el Monumental, las mujeres se derretían ante el cantor y exigieron que se repitieran algunos de sus cantos. Nada hallaban que observar a esta cinta que las presentará en el mundo entero como vulgares perdidas."[7]
Franceschi reporta los comentarios de La Razón y de La Prensa, que según él, habían sido muy elogiosos tanto con Gardel como con el argumento de la película y los increpa:
"Y cuando periódicos como los citados que tan quisquillosos son en lo tocante al nacionalismo, no tienen una palabra de crítica, antes bien muchas de alabanza, para eso que vienen a clasificar de fiel retrato del ambiente argentino, cosa de preguntarse si no se ha perdido hasta la noción más rudimentaria de la moral y el decoro.[8]"
Claramente el nacionalismo entraba otra vez en escena para medir cuánto y con qué grado de pureza se reflejaba el país. La Nación cuestionó el film en esos términos y Homero Manzi hizo otro tanto aunque personalizando sobre "los errores de Gardel[9]. De todos modos ninguna crítica alcanzó el tono insultante de la de monseñor Franceschi. Pero sería prestarnos a un equívoco suponer que esas voces influían en el gran público y sus gustos.
No influían, entre otras razones porque no los leían las mayorías. El diario que marcaba entonces el paso era El Mundo, pues a pesar de sus pocos años, (creado por Alberto Haynes en 1928) era un éxito y tenía opinión y una gráfica llamativa y novedosa, se presentaba como "Diario manuable e ilustrado como una revista". Lo dirigía Alberto Gerchunoff y escribía ahora Roberto Arlt que se había mudado de Crítica con sus Aguafuertes porteñas. Llamaba la atención la columna de actualidad cinematográfica en donde daba sus primeros pasos un muy joven Miguel Paulino Tato, el crítico de cine que terminó su larga carrera cortando películas durante la última dictadura militar. El "señor de las tijeras", tan odiado en los 70, sobresalía en aquellos años de la década del 30, con su sonrisa gardeliana, sus observaciones cinéfilas agudas y con su audición de radio de una hora semanal. Tato, que entonces firmaba con el seudónimo de Néstor, percibía muy bien las raíces populares "argentinísimas" que envolvían todo lo que hacía Gardel. Publicó su comentario sobre "Luces de Buenos Aires", que había visto en función privada, el mismo día del estreno, el 23 de septiembre de 1931. Ponderó la ejecución de la orquesta de Julio de Caro y las canciones nativas y los tangos que cantaron Gardel y Sofía Bozán: "…son las notas de argentinismo legítimo y auténtico las que salvan el interés de 'Luces de Buenos Aires', como la música, las canciones, los bailes y hasta las expresiones y los diálogos de sus personajes en nuestra lengua típica."[10]
Con "Melodía de Arrabal", estrenada el 5 de abril de 1933, hizo otro tanto, aunque la película le pareció incluso mejor lograda. Con humor empezó:
"¡Y aquí estamos otra vez entre los criollos! ¿Criollos? … Hasta por ahí nomás. Más que criollos, compadritos, malevos de toda laya, 'tauras', fulleros, vagos, chorros y otras hierbas, la flor y nata del malevaje como quien dice pero argentinos. Netamente argentinos, sin vuelta que darle."[11]
La crítica que hizo de "Cuesta abajo" ocupó un cuarto de página:
"Todo lo argentino suele tener para el resto del mundo un sabor de cosa exótica…con un poco de romance y otro poco de leyenda. Por eso resulta tan interesante para la pantalla toda lo que sea asunto argentino. Y, por eso es, también, que una película para lucirlo a Carlos Gardel cuenta de antemano con el interés y la sugestión de las cosas argentinas." [12]
Evidentemente su nacionalismo parecía mucho menos estrecho que el de Franceschi, inclusive que el de Manzi. Ello no le impedía observar la falsedad de algunas escenas y discutir el guión:
"El autor del argumento pudo, mejor dicho, debió levantar la puntería saliéndose del eterno melodrama del cafetín y del malevaje, para mostrar algo más digno de lo que es realmente Buenos Aires." Aquí en Buenos Aires, no hemos visto todavía (…) un 'Café de la Facultad' en donde las estudiantes universitarias la ofician de milongueritas cantando tangos por la calle o por las mesas de las lecherías. Ni hemos tenido noticias nunca de estudiantes universitarios que anden con revolver y con faca."[13]
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En 1933, el gobierno argentino puso en marcha el mecanismo burocrático que derivó en la prohibición del lunfardo. Lo curioso es que semejante operación semántica quedó a cargo del Director General de Correos y Telégrafos. Las facultades de intervención de Risso Domínguez a través del Reglamento y de las disposiciones complementarias determinaron las Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión. Así, a partir de 1935, Risso Domínguez impulsó la censura sobre "los modismos que bastardean el idioma", "la irradiación de relatos poco edificantes, (…) y narraciones sensacionalistas."[14]
En este clima de ideas, nada favorable al debate abierto y plural, el pasado debía ser controlado. El pasado del tango también y el esfuerzo se concentró en fijar una hoja de ruta para determinar lo que se debía decir. El texto canónico fue el de Héctor y Luis Jorge Bates que en rigor siguieron la versión de José Antonio Saldías. […] En 1936, los Bates publicaron su Historia del tango en donde asociaban los orígenes del tango con el peringundín y los bajos fondos porteños. Allí postularon que "no solo era un pecado bailarlo en cualquier casa decente, sino que era ¡hasta absolutamente prohibido hablar de él!"[15] Y con ninguna evidencia empírica avanzaron un paso sobre la hipótesis de Saldías, ignorando los diarios y revistas de los años 1890, 1900 y 1910 que registraban la memoria viva de los orígenes.
La censura sobre las letras de tango avanzó en paralelo con esta construcción adocenada sobre sus orígenes que se impuso además negando el papel de la inmigración. Los Bates solo exaltaron al músico criollo; una versión aceptable para el ideario del nacionalismo católico que podía adjudicar a las élites el papel de la redención del tango, y a la vez amonestar a Gardel. […]
En definitiva, una versión que aceptaría la censura como arma de combate necesaria contra la extranjerización, o lo que se consideraba que era tal. Y hasta podía expresarse amistosamente aunque fuera una intervención irreverente sobre las decisiones de un artista. Esto lo evoca muy bien Jorge Rivera, cuando apunta cómo desde Crítica y con el seudónimo de "Malevo" Muñoz, el periodista Carlos Raúl Muñoz y Pérez cuestionó a Gardel por "internacionalizar su repertorio con fox-trots, canzonettas, fados y jotas y le recomendó irónicamente 'largá la canzonetta Carlitos'"[16]. Era una advertencia.
El eclecticismo cosmopolita ya no era reconocido como un legado. "Ellos o nosotros". Así afinaban sus plumas monseñor Franceschi, Homero Manzi, Ferrari Amores, los Bates, y muchos otros como Carlos de la Púa, el otro seudónimo conocido de Muñoz. Todos ellos podían –aunque no sin tensiones- convivir, porque fundían sus planteos éticos o culturales en una aversión exaltada y sin fisuras hacia cualquier huella de cosmopolitismo, laicismo y liberalismo social. Pero éstas habían sido las condiciones propias de la aparición del tango. Al negar a los porteños y porteñas de carne y hueso, con sus prácticas sociales laicas, sus costumbres liberales y cosmopolitas, postularon el origen del tango en una sociedad que imaginaron de matriz criolla dual, dividida entre orilleros y niños bien, rígida y tradicional en sus costumbres, una sociedad cerrada que en rigor nunca existió.
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La indignación pública que habían despertado los agravios de monseñor Franceschi comenzaba a apagarse. Aun así resistía Sintonía con una cita de Luque Lobos en latín: "Me es caro Platón, pero la verdad me es más cara aún". La revista había logrado llamar la atención de la comunidad de lectores, y siguió recibiendo manifestaciones de apoyo del público que amaba a Gardel. Incluso Armando Delfino, el representante del Zorzal, escribió una extensa réplica y la publicó en La Canción Moderna, pero cauto, exigió "piedad cristiana", aunque no mencionó ni una sola vez ni el origen, ni al autor de la diatriba.[17]
Franceschi cerró la polémica cuando quiso. Hacía años que sostenía lo mismo. Sus diatribas no eran el fruto de un exabrupto. "Quise estudiar el problema más a fondo. Adquirí una serie de tangos, y hoy me encuentro en condiciones de juzgar su valor moral y su eficacia social. De entre esas páginas nauseabundas he visto brotar de cuerpo entero 'el hombre del tango'."[18] […]
A mediados de 1936, la imposición de la censura no halló más frenos. La revista Radiolandia exigía medidas enérgicas para establecer un contralor en la calidad de las letras de tango. El editorial proclamaba: "El espíritu colectivo está harto ya de tragedias oscuras (…) Las letras de los tangos, la mayoría de ellas, conspiran contra la calidad de las transmisiones. Es hora ya de que se moralicen."[19] Y entonces, los autores se avinieron a depurar sus versos. La autocensura se derramó como un veneno sobre el conjunto de la sociedad.
La vida continuó en los años siguientes bajo el signo de la libertad vigilada, mientras monseñor Franceschi se iba preparando para ser a partir de 1943, el presidente, miembro o inspirador – todavía discuten su título los estudiosos- de la Comisión Purificadora del Idioma, con la misión –entre otras- de expurgar de lunfardo las letras de tango[20]. Tarea difícil porque, como señala el investigador Oscar Conde, el lunfardo es una rebelión de la lengua. Comenzaba otra historia.[21]
[1] , Gustavo Franceschi, "En torno a un funeral", p.149
[2] Ibíd.
[3] el mundo de los tangos que cantó Gardel, es una frase inspirada en el título de un hermoso artículo de Darío Cantón: "El mundo de los tangos de Gardel", Instituto Torcuato Di Tella, Centro de investigaciones sociales, 1969.
[4] Gustavo Franceschi, "Significación social del guarango", Criterio 12 de enero de 1933 N° 254.
[5] Gustavo Franceschi, "Nacionalismo", revista Criterio, 21 de septiembre de 1933, N° 290.
[6] Julián y Osvaldo Barsky, ob.cit, p. 690/691.
[7] Gustavo Franceschi, "De jueves a jueves", "Cuesta abajo", revista Criterio, 13 de septiembre de 1934, N° 341, año 8.
[8] Ibíd.
[9] Barsky, ob.cit
[10]El Mundo, "Luces de Buenos Aires" es una película mediocre salvada por sus excelentes intérpretes", 23 de septiembre de 1931.
[11]El Mundo, "Carlitos Gardel y Vicente Padula triunfan en Melodía de arrabal", 7 de abril de 1933.
[12] El Mundo, "'Cuesta abajo', Carlos Gardel logra un triunfo meritísimo, 5de septiembre de 1934.
[13] Ibíd.
[14] Enrique Fraga, La prohibición del lunfardo en la radiodifusión argentina 1933-1953. Buenos Aires: Lajouane, 2006, p.38/39)
[15]Héctor y Luis Bates. Historia del tango vol I (1936) San Juan: Talleres Gráficos el Viñatero, 2007, p.36
[16]Jorge Rivera, ob.cit., pág.5
[17] La canción Moderna, "Una enérgica réplica formula Armando Delfino. Acerca de las apreciaciones sobre el homenaje a Gardel", 21 de marzo de 1936, N° 418.
[18] Gustavo Franceschi, "El hombre del tango,", Criterio 7 de febrero de 1933 N° 258. Año 5
[19] Korn, Julio, "Otra vez las letras de tango". Radiolandia, Año IX nº 435, 18 de julio 1936: 2.
[20] Arcángel Pascual Vardaro, Censura radial del lunfardo, Editorial Dunken, 2007, pp 53 y ss
[21] Oscar Conde, Lunfardo, un estudio sobre el habla popular de los argentinos, Buenos Aires, Taurus, 2011